Lo que hizo Juan Ignacio Martínez a su llegada fue revivir a un muerto. Resucitar a un equipo sin constantes vitales, que había ido precipitándose en la tabla hasta sumar 13 puntos de 54 posibles en 18 jornadas, el 24% del total, ritmo de descenso nítido a Segunda División. Lo consiguió aplicando un tratamiento de shock hablándole a la mente de sus futbolistas, convenciéndoles de que creyeran en lo que no creían y de que podían hacer algo que no habían hecho. Fue básicamente un trabajo psicológico de choque que produjo resultados visibles: la tendencia se invirtió de forma drástica y el Real Zaragoza pasó de ser un equipo en vías de desahucio a recuperar la vitalidad. Aun con la derrota del pasado lunes, JIM ha sumado el 58% de los puntos, cadencia si la mantuviera más que suficiente para lograr la permanencia.

Sin embargo, el traspié frente al Alcorcón, además de dejar al equipo con solo un punto de renta con la línea del miedo, cuando la victoria la hubiera ensanchado hasta los cinco, ha reavivado viejos fantasmas. En el encuentro ante la Ponferradina en La Romareda se intuyeron dificultades, bien resueltas luego con el triunfo de Málaga y el punto en Sabadell, pero los madrileños fueron más allá: desnudaron todas las vergüenzas de nuevo y rescataron aquella vieja sensación olvidada de orfandad e impotencia.

Esto que ha sucedido acostumbra a pasar. El fichaje de JIM y su método de sugestión mental, junto con un acertado reordenamiento táctico, produjeron un primer efecto notorio, imprescindible para que el Zaragoza esté a finales de febrero con opciones de salvación. El entrenador alicantino ha situado al equipo en un escenario en el que no estaba cuando lo heredó. Ahora, fruto de ese cambio radical de dinámica, la permanencia es una meta posible, no una empresa fuera del alcance.

La derrota con el Alcorcón debe tomarse como un aviso, ya que se produjo por razones puramente futbolísticas. JIM tendrá que actuar sobre ello, incorporando nuevos registros, más variables y mejores respuestas ante momentos de dificultad como el que planteó Anquela, con una presión adelantada constante y ahogando las ideas y el juego, ante las que la única solución fue que no hubo solución.

Juan Ignacio Martínez necesitará goles de los delanteros, necesitará que Álex Alegría vea puerta y no limite su fútbol a la pelea, a jugar de espaldas y a forzar cinco o seis faltas por partido. Necesitará que el Toro Fernández, Vuckic y Azón marquen también. Necesitará que Cristian Álvarez cambie el tono extremadamente grisáceo de su temporada, culminado con el error del 0-1 del lunes. Necesitará que Chavarría vuelva a ser el jugador del principio de Liga, desconocido desde que retrasó permanentemente su posición al lateral izquierdo. Necesitará que Jair y Francés mantengan su notable nivel y que los centrocampistas suban el suyo. Se diría que, ahora mismo, necesitaría un jugador como Sanabria, pulmón, pierna y movilidad. No lo tendrá por lesión. JIM los necesitará a todos y necesitará también dar lo mejor de sí mismo, no solo como motivador sino encontrando soluciones tácticas a los problemas que le van a ir planteando los rivales. El técnico ha hecho ya algo muy difícil, pero aún le queda lo más complicado.