--Cinco años estuvo en el Zaragoza. Es el club donde más jugó en su carrera deportiva...

--Y le estoy agradecido porque sobre todo me dio la posibilidad de mostrarme en Primera en España. Yo estaba escondido en el Alavés, en Segunda, y cuando Avelino Chaves me ficha, porque me había seguido mucho, estaba escayolado con una rotura de peroné. Él entendió que estaba más hecho para Primera que para Segunda y llegué en una operación conjunta con Badiola.

--35 millones de pesetas por ambos pagó el Zaragoza. Su vida pudo cambiar en su primer día aquí, en el incendio del Hotel Corona. Le salvó retrasarse y no dormir esa noche ahí...

--Pero fue un retraso voluntario. Los directivos y Badiola se fueron para Zaragoza, yo estaba en medio de un conflicto con el Alavés por razones contractuales y decidí ir al día siguiente a primera hora de la mañana solo. Tenía habitación reservada en el hotel y por eso al principio se me dio como desaparecido. Llegué y me encontré con el drama a unos metros de la antigua sede del Zaragoza. La vida tiene estos vericuetos, porque a Badiola todo aquello le marcó para siempre en su carrera.

--¿Se acuerda de su debut con la camiseta zaragocista?

--Fue contra el Barcelona, estaba con un esguince y el tobillo lo tenía tan hinchado y negro que no podía atarme casi ni las botas. Salí en el segundo tiempo y marqué, recuerdo que hice el 2-1 y después creo que empató Simonsen de tiro libre.

--Marca 13 goles en su primera temporada, nueve de ellos en Liga. Aquel Zaragoza lo dirigía Manolo Villanova...

--Era un equipo muy marcado por gente que le debía mucho al trabajo del brujo Torrado --preparador físico del Zaragoza por entonces--, gente muy dotada físicamente, con esa bandera que era en ese aspecto Víctor Muñoz. Estaban Güerri, Barrachina y un buen número de jugadores de la cantera. Antic era el líbero y Pichi Alonso era la figura arriba de ese Zaragoza que estaba en pleno crecimiento.

--La segunda temporada es más convulsa, quizá la peor para usted en el Zaragoza, solo juega 17 partidos y anota tres goles.

--Es cierto. Las cosas no salieron bien ni a mí ni al equipo y Manolo Villanova acabó por salir del Zaragoza. Pero estábamos muy identificados con él. Fue una víctima del resultado, en ningún caso se le hacía responsable de ese mal momento.

--En marzo de 1981 llega Leo Beenhakker.

--Revolucionó los entrenamientos. Lo primero que hizo fue darnos una pelota a cada uno. Todo el trabajo se hacía alrededor del balón, rondos, partidos a campos reducidos...

--Una filosofía que a usted le marcó después como entrenador.

--Sí, es una filosofía muy holandesa, que me remitía a Menotti. A mí me entusiasmó desde el primer día trabajar con Beenhakker. Le cambió la fisonomía al equipo, porque desde entonces todos los fichajes empezaron a incidir en la parte técnica más que en la táctica o física.

--Acaba el Zaragoza decimocuarto esa Liga y en la siguiente pretemporada se enfrenta al Boca Juniors de Maradona.

--Fue casi un acontecimiento. Y lo transmitieron para Argentina. En aquel momento Europa era un sitio remoto para los argentinos y se televisó allí, mi familia lo vio. Atajaba Gatti para Boca, marqué y ganamos.

--Ese verano de 1981 llega Raúl Amarilla. Usted, él y Pichi, vaya tridente tenía el Zaragoza en la zona de ataque...

--Pasamos a contar con una gran presencia atacante y el equipo tenía juego. Completamos una muy buena primera vuelta, pero

Beenhakker ahí pagó la inexperiencia en la Liga. Estaba acostumbrado a la Liga holandesa, que tiene un receso y apretó muchísimo al principio y el equipo lo empezó a notar a partir de diciembre. Finalmente se acabó bastante bien, en un puesto digno (undécimo), pero tuvo la culpa ese bajón.

--Esa temporada llegan a cuartos de Copa y caen con el Rayo. Eso y las semifinales de la Copa de la Liga en la 82-83 fue lo más cerca que estuvo aquí de un título.

--Teníamos mucho mejor juego que eficiencia y no fuimos capaces de levantar un título. Fue una pena, sí, aunque en pocos años el Zaragoza ya logró cosas muy importantes.

--Llega al Mundial de España en gran momento y antes de irse con Argentina le asegura a Armando Sisqués, entonces presidente, que no va a haber problema para renovar.

--Es que no lo hubo. Fui al Mundial y pensé que era la gran ocasión de mi vida para mostrarme, porque atravesaba el mejor momento de mi carrera. Ni en el Mundial 86, que gané con Argentina, estuve igual de forma. Tuve mala suerte y en el segundo partido me lesioné en el tobillo y en la rodilla. Ya no volví a jugar en ese Mundial. Pensé en ese momento que había pasado mi última gran oportunidad en la selección, aunque cuatro años después quedó claro que no fue una buena predicción. Así, comencé a hablar con el Zaragoza y llegamos a un acuerdo. A la semana Sisqués me llamó para decirme que no podía cumplir lo hablado. Ahí se acabó todo. Empezaba a existir la renovación automática por dos años y me acogí a ella. Después fui el primer jugador que quedó libre en España.

--¿Y la opción de compra con el Barcelona?. No quiso ir allí, dijo, textualmente, que ese equipo era "una fábrica de tensiones" y que no era "el club ideal" para usted.

--¿Sí? No recuerdo esa frase con exactitud, pero seguro que lo dije. El caso es que no ratifiqué el acuerdo. Si yo quedaba libre no podía ratificar un pacto que solo firmaba el Zaragoza.

--El Real Madrid en 1984 sí pagó por su incorporación para evitar conflictos. En concreto, 20 millones de pesetas y la cesión del delantero José Ángel Ruiz Cholo.

--Lo haría por cortesía, porque yo en 1984 quedé libre. Sería un acuerdo tácito entre presidentes porque entonces no se aceptaba aún que los jugadores empezaran a tener derechos. Se dio esa compensación mediante un acuerdo no escrito.

--La 82-83 fue su mejor temporada en el Zaragoza, 24 goles nada menos entre la Liga, la Copa y la recién creada Copa de la Liga. Aquel curso llega aquí Barbas. Fue un salto cualitativo...

--Barbas coincide con Señor, que pasó a jugar de lateral derecho y le daban entre los dos una dinámica tremenda al equipo. Barbas era creativo, técnico y se asociaba con todo el mundo. Un jugador que daba gusto ver.

--El denominado Fútbol Total con Leo Beenhakker...

--Al poner a Señor de lateral era la manera de sumar un centrocampista más, un futbolista más para gobernar los partidos a través de la pelota. El equipo, tocando y jugando, daba auténticos espectáculos. Jugábamos muy bien y a veces no ganábamos (sonríe). De visitantes nos aplaudían mucho.

--Armando Sisqués dijo en aquella temporada 82-83 que aquel Zaragoza era el mejor de la historia, por encima de los Magníficos

--Palabras mayores, sin ninguna duda. Contra las leyendas no hay que meterse nunca.

--Llegamos a su última temporada, la 83-84. ¿Cómo fue?

--Muy tensa. El hecho de que me hubiera aprovechado de la posibilidad de quedar libre y, al ser el primer jugador no había esa costumbre, rompió el vínculo con la afición y con algunos periodistas muy afines al club. Sí había una radio que tenía prohibido desde la temporada anterior decir mi nombre.... Marcaba y decían gol del número 11. Una cosa totalmente surrealista.

--Y la hepatitis...

--Me pasó a final de la temporada y lo complicó todo, incluso mi futuro profesional en el Real Madrid. Una cosa es contratar a un jugador que mete 24 goles la campaña anterior y otra hacerlo a uno que tiene una hepatitis en ese momento. La verdad es que fueron momentos, duros, difíciles y de tensión.

--La afición le señaló, acusándole de reservarse antes de irse al Real Madrid. ¿Lo recuerda?

--Reservarme no lo hice en mi vida. No sé lo que es eso. Me empecé a sentir muy débil en el día a día, y fue el mismo Beenhakker el que me dijo que a mí me pasaba algo, que era inexplicable ese decaimiento. "Tienes los ojos vidriosos", me dijo. Y sí, me hice los análisis y hepatitis. Ahí terminó en la práctica mi temporada, porque creo que ya no volví a jugar más, y mi etapa en el Zaragoza.

--¿Empañó esa tensión, esa forma de salir, su etapa aquí?

--Sí, porque fue un final muy poco agradable. Lo que no empañó en absoluto fue mi relación afectiva con el club. De hecho, cuando me fui del Zaragoza yo tenía la seguridad de que, acabada mi carrera, volvería. Me sentía muy identificado con la ciudad y con el equipo, pero la vida al final decide por uno.

--Todavía tiene tiempo de volver a este club, como entrenador o como dirigente. A sus 58 años es razonablemente joven...

--Lo de razonablemente joven según para qué. Para jugar seguro que no. No lo contemplo ya, de verdad. Mis hijos son mayores, viven en Madrid. Ya moverme de aquí sería romper con demasiados lazos.

--Ahora está muy volcado en los medios de comunicación, en la TV Azteca, en la Cadena Ser.

--Bueno, no tanto como pueda parecer desde fuera. Mi parte principal son mis empresas y los medios son una tarea más de fin de semana o de periodos concretos, como pudieran ser los Mundiales, pero estar en la comunicación a lo que me obliga es a estar muy conectado a este deporte.

--Quedando claro que no va a volver, su nombre aparece en la historia zaragocista como el noveno goleador del equipo en partidos oficiales, con 71 tantos. No está mal...

--Y eso que nunca me consideré un goleador, sino más bien un jugador que metía goles. De hecho, la mayor parte de las veces me movía más por fuera, por la banda izquierda, que por dentro. Fui de los primeros diestros que jugó por la izquierda, por cierto. Aunque resolvía bastantes cosas con la zurda, mi pierna es la derecha.

--¿Qué representa el Zaragoza para usted?

--Yo llegué a España por el Alavés, que es mi puerta de entrada, y salí del fútbol en el Real Madrid, que por la importancia mediática y real que tiene marca la carrera de un jugador. Mi paso por Zaragoza quedó emparedado entre esas dos etapas, pero no me canso de decir que fue el equipo en el que más tiempo jugué y el que más marcó mi carrera profesional.

--¿Se considera zaragocista?

--Como me puedo considerar alavesista, madridista, tinerfeñista... En todos los equipos que como jugador y entrenador he estado me ha supuesto cosas para mi aprendizaje y me ha dejado la curiosidad de siempre abrir el periódico por ellos para saber cómo les va.

--¿Qué recuerdos le han quedado de la afición zaragocista? Antes, era muy exigente, ahora ha cambiado con la realidad del equipo.

--El zaragocismo que yo conocí era leal y, sí, muy exigente. Eso creaba en los jugadores un plus de competitividad que, si hay personalidad en la plantilla, termina siendo muy útil.

--Fue director general deportivo del Madrid entre el 2000 y el 2004 y, del 2009 hasta el 2011, de presidencia. Quizá pueda explicar la razón de que se haya cortado en los últimos años la llegada de jugadores desde allí al Zaragoza.

--Yo tenía una buena relación con Herrera, que fue compañero mío. De hecho, Pedro corría para mí. Seguro que cuando lo lea se enfada... (sonríe). Con Pedro tengo muy buena relación, tuvimos nuestras agarradas pero generalmente llegamos a acuerdos. Lo que sí recuerdo es que mientras estuvo Herrera en una posición de tomar decisiones todo era fácil. Yo, por así decirlo, perdí interlocución con el Zaragoza. Tenía relaciones correctas, pero de dos veces al año, cada vez que nos enfrentábamos. En todo caso, me parece raro. De la cantera del Madrid siguen saliendo muchos chicos que juegan por toda España. Ese tipo de relaciones tienen que ver con vínculos personales y algo se habrá roto o al menos distanciado entre clubs.

--Usted estaba en el último capítulo de esa relación, la llegada frustrada de Negredo en el verano del 2009. ¿Qué pasó?

--Está clarísimo. El Real Madrid tenía inclinación hacia el Zaragoza, porque ese Negredo joven aquí iba a tener garantías y en el Sevilla, con Kanouté o Luis Fabiano, tendría mucho más difícil jugar. Para nosotros era un factor vital que jugara, pero decidió el futbolista. Estaba convencido de que el Sevilla le iba a venir bien y no hubo forma de moverlo. En mi época esas decisiones las tomaba el club, pero en la últimos tiempos la relación de fuerzas cambió y hay veces que es el jugador el que decide por encima de los intereses de la entidad.

--¿Conoce a Agapito?

--Lo conozco de palcos, de charlas antes de partidos, nada más.

--Al principio usted lo elogió.

--Es cierto. Agapito me hace recordar a esos corresponsales que llegan a Argentina y, cuando aterrizan, lo tienen todo claro pero a los seis meses ya no entienden nada. En el fútbol a propietarios y presidentes les pasa. Agapito firmó a Víctor Fernández, estaba Miguel (Pardeza) allí y fichó a jugadores como Aimar o D'Alessandro. Es decir, defensa del buen fútbol y alrededor de un estilo. Todas las decisiones daban sensación de coherencia. Luego, todo aquello se hizo más disperso. Una apuesta siguió a otra, un cambio, otro más, empezar de nuevo cada año... Esa es la peor solución para un club. No hay nada mejor que tener una idea clara. No hay más que ver al Athletic, lleva más de 100 años en Primera con una idea clara.

--Ahora el zaragocismo lleva tiempo metido en una batalla contra Agapito. ¿Qué le parece?

--Me transmite tristeza. Lo peor que le puede pasar a un club es la división. Para dar una opinión más profunda me falta información, pero Agapito es la propiedad y por ello parece respetable cada una de sus decisiones. Pero es indudable que estaría bien que el Zaragoza se reconstruyera a partir de una unidad del zaragocismo. Si no parece imposible.

--Se llegó a rumorear que Agapito le tentó tras dejar el Madrid para que fuera su hombre de confianza en el Zaragoza...

--No es cierto. Lo vi publicado, pero nunca ocurrió.

--Le hago la pregunta más genérica. ¿Volverá a una dirección deportiva o general de algún club?

--No lo descarto. Nunca hago planes, todo lo que me llegó en mi vida profesional fue más espontáneo que otra cosa, oportunidades que surgieron y se activaron.

--La solución en momentos de crisis es la apuesta por la cantera. Usted llegó a un Zaragoza con un peso muy importante de la Ciudad Deportiva.

--Es que la gran revolución del fútbol es la formativa y ahí entran muchos clubs que, además de Madrid y Barcelona, han empezado a trabajar muy bien la cantera, como el Villarreal o el Sevilla. Pero cuando se dan situaciones de tanta tensión, tan difíciles, resulta complicada la apuesta por la gente joven. Y cuando el entrenador está metido de lleno en sobrevivir, con malos resultados, es muy difícil mirar a la cantera.

--¿Sigue al Zaragoza?

--Lo intento. Ahora lo veo poco, porque estoy mucho en México. Me da pena que esté en Segunda, recuerdo ese Zaragoza en el que estuve, consolidado, con la cancha llena. Es que el Zaragoza es un clásico, un club muy serio del fútbol español. Hay muchos en problemas, pero cuando le toca a uno tan tradicional, de tanto peso, produce aún más dolor.

--¿Qué le parece García Pitarch?

--Es una persona con experiencia en este mundo, bien conectada y con sensibilidad en esto. Nadie puede decir que no tiene galones para ocupar esa posición de director general.