--Se llama Juan Martínez Martínez, pero todo el mundo le conoce como Casuco. ¿Puede explicar por qué?

--Casuco es un apodo que me viene de mi padre, y a mi padre le viene de un Casuco que jugó en el Oviedo, en la delantera eléctrica, un ataque muy famoso (Casuco, Gallart, Langara, Gale e Inciarte). Eran todos internacionales, de los años 30. Mi padre era extremo de jovencito y empezaron a llamarle Casuco, que era de lo mejorcito que había en España, y se le quedó. Hasta tenemos una calle en Águilas que se llama Juan Casuco. Ahí vivo yo.

--Nació en Lorca, pero hizo su vida en Águilas antes de empezar su carrera en la élite. ¿Cómo fue su paso por la cantera del Real Madrid?

--Estuve solo un año, en juveniles. Fuimos campeones. Luego me volví al Lorca a jugar un año en Tercera y ya pasé al Granada de Primera, con Miguel Muñoz de entrenador. Estuve dos temporadas en el Elche y de allí me llamó el Zaragoza.

--¿Cómo se produjo el fichaje?

--Me llamó Avelino Chaves. Avelino fue el descubridor de tantos jugadores. De Señor, de Casuco, de Valdano, de Arrúa... Para mí fue como un padre en Zaragoza.

--¿Qué tipo de club se encontró cuando llegó?

--Era un club importante, siempre lo ha sido. También era familiar porque estaba Manolo Villanova y se apostó mucho por la cantera, con Pérez Aguerri, Benedé, Lafita, Belanche, Barrachina... Un montón de jugadores de la casa. Al año siguiente llegó Beenhakker.

--¿Notaron la huella que dejaba Beenhakker?

--Desde que llegó, el Zaragoza empezó a estabilizarse y a tener una seña de identidad propia. Se le conocía por ser un equipo simpático y agradable en todos los campos a los que íbamos. En esos años empezaron a llegar Señor, Barbas, Pardeza, Rubén Sosa... Y se apostó por el buen fútbol, claro. Allí fuimos todos progresando individualmente, creciendo.

--¿Cuánto cambió el fútbol con Beenhakker?

--Muchísimo. Él fue un poco el primer referente en España como entrenador del fútbol total. Ahí comenzó ese fútbol bonito, de toque, de salir desde atrás con el balón. Se acabaron las prolongaciones y todas esas cosas. Marcó una época en el fútbol español.

--Hablando de fútbol total, Juan Señor decía que Casuco era un futbolista total. ¿Sabía que, además de ser su amigo, usted es uno de los jugadores de los que mejor consideración tiene?

--Somos muy amigos, muy, muy amigos. Estuvimos muchos años juntos. No solo compartimos habitación, compartimos muchas otras cosas. Él era un referente importante para nosotros y el mejor jugador que teníamos. Con él y con Barbas en el medio, además de Güerri y Herrera, jugamos el mejor fútbol. Aunque Señor era otra cosa, era una hormiguita. Siempre se ofrecía, tenía potencia, salto...

--¿Cómo era Casuco de lateral?

--Era más defensivo que ofensivo. Lo que pasa es que tenía mucha capacidad física y me desdoblaba bastante. Entonces, normalmente se hacían marcajes mixtos, a veces al hombre, y a mí se me daba esa misión, con Butragueño y ese tipo de jugadores. También teníamos gente muy buena arriba, sobre todo en los primeros años con Amarilla y Valdano. Lo remataban todo.

--De los años 80 queda, sobre todo, la marca de la Copa del 86, que despertó de alguna manera al zaragocismo, sin títulos desde los Magníficos (1966).

--Sí. Luego se acostumbraron a ganar. Aquella Copa tuvo su mérito, eliminando en semifinales al Madrid y ganando la final al Barcelona.

--¿Qué recuerda de aquel 26 de abril en el Calderón?

--La ilusión. Tuvimos un pelín de suerte en el gol de Rubén Sosa y luego aguantamos como pudimos hasta el final. Las apuestas yo creo que estaban 90-10 ese día (risas). Pero nosotros teníamos algo, y es que éramos un equipo que habíamos crecido juntos y que tenía carácter.

--¿Esa ilusión se la transmitió la afición?

--Hacía muchísimo tiempo que el Zaragoza no ganaba un título y a Madrid fue muchísima gente. Cuando bajó Señor con la Copa, me dije a mí mismo que lo primero que iba a hacer era pasearla por delante de la zona del campo en la que estaba la afición del Barcelona, pero cuando me giré me di cuenta de que allí no quedaba nadie.

--¿Por qué le dan tanto mérito a ese título?

--Porque lo conseguimos hacer como una familia. Eso éramos por la cantidad de tiempo que estuvimos juntos. Yo, por ejemplo, estuve desde el 79 hasta el 89. Pero Señor, Güerri, Pardeza, Cedrún... Todos estaban muchos años. Y el Zaragoza los hacía grandes. A Rubén, a Pardeza, a Cedrún... A muchos. No eran nadie cuando llegaron. Nosotros hicimos mucho por el Zaragoza, pero el Zaragoza hizo aún más por nosotros.

--Ahora se habla mucho del fútbol de toque y del 'tiquitaca'. En el Zaragoza ya hicieron un ensayo de la modernidad.

--Era un fútbol total. Era un fútbol de ir con la defensa hasta el centro del campo a presionar, de bascular, de jugar con los extremos bien abiertos. Luego todo se va mejorando, las tácticas y los sistemas. Pero ya era ese fútbol el que le gustaba a Leo Beenhakker. Ahí no dábamos un pelotazo nunca.

--¿Recuerda a Badiola, Valdano y el incendio del Corona?

--Teníamos habitación reservada los tres la noche anterior en el hotel Corona. Firmamos los tres el mismo día, pero Valdano se quedó a dormir en Vitoria por cuestión de cercanía y yo, que salí tarde porque iba con mi padre, me quedé a pasar la noche en Teruel. Fue un milagro. Cuando llegamos a Zaragoza e íbamos de camino al club, vimos el hotel ardiendo. Entonces se estaba hablando ya de 70 muertos. Badiola no tuvo esa suerte. Se tiró por la ventana porque se estaba asfixiando, se dio un golpe en la cabeza y nunca se recuperó. Fíjese cómo cambia la vida. Esa misma tarde nos fuimos a ver a la Virgen del Pilar.

--Completó una gran carrera en Zaragoza. ¿Tan bien se adaptó al club y a la ciudad?

--Sí, desde luego. Yo me consideraba aragonés, siempre me he sentido muy maño. Cuánto me ha gustado esa ciudad y cuánto cariño le tengo. Hace un par de años que no voy, pero he vuelto muchas veces. Cuando estaba de entrenador del Almería, coincidimos en Segunda y volví a La Romareda.

--¿Qué sensación le dio sentarse en el otro banquillo?

--Tuve una sensación muy rara. Cuando pisé La Romareda sin ser mi campo fue una cosa muy extraña, de verdad.

--Dejó el club con la llegada de Radomir Antic. ¿Fue inesperada su salida?

--No fue culpa de Radomir. Hubo una reestructuración con la llegada de Miguel Beltrán y Paco Santamaría y tuvimos que salir gente de toda la vida como Güerri o yo. Quizá podíamos haber aguantado uno o dos años más. Todo fue repentino, pasamos de ser titulares en el último partido de Liga a no valer.

--¿Aún recuerda aquel episodio de los marginados?

--Sí. Aquello fue una cosa fea. Si nos lo hubieran dicho a final de temporada, nos habríamos buscado equipo y ya está. Yo no sabía ni qué hacer ni dónde ir, porque yo era del Real Zaragoza y de ningún otro club. Al final me fui al Alzira porque allí estaba mi hermano.

--¿No son muchos 369 partidos en un club?

--Tuve la suerte de que nunca me lesioné. Solo dejé de jugar cuatro partidos por acumulación de tarjetas.

--¿De qué partido se acuerda?

--De uno con el Celta que la prensa de Vigo tituló 'Casuco y diez más'. Bueno, una anécdota.

--¿Se quedó luego enganchado al fútbol?

--Sí. Me saqué el título de entrenador. Fui a Lorca, Plasencia, Toledo y Almería, que llegué a un proyecto con los dos equipos de la ciudad ya unificados. Precisamente me llamaron para firmar cuando estaba en Zaragoza. En Almería estuve cuatro años y fue mi segunda casa, hasta que vendieron el club. Luego estuve en Murcia, Tenerife, Xerez y Castellón. En fin, lo que es la vida de los entrenadores.

--¿Ha seguido al Real Zaragoza?

--Siempre. Forma parte de mi vida. Mi equipo de fútbol no es el Madrid ni el Barcelona, es el Zaragoza.

--¿Qué le parece?

--Han tenido etapas muy brillantes, incluso ganando en Europa, pero ahora mismo la situación no es buena. Y es un club con un potencial tremendo. Quitando los cuatros grandes, no tenemos nada que envidiar a nadie. La afición responde, somos unos clásicos y podemos presumir de nuestras vitrinas. Pero, bueno, hay ciclos y está claro que este no es el mejor momento, incluso peleando para no descender a Segunda B.

--¿Qué haría?

--El proyecto del Real Zaragoza debe ser ambicioso, agresivo y que convenza a la masa social de que se va a hacer un proyecto para ascender. Y luego hay que acertar con el entrenador y los jugadores.

--¿Sabe que no aciertan?

--Para mí, el Real Zaragoza tiene un cosa fundamental que no tienen otros. Y es que ofrece jugar en el Real Zaragoza. En el Zaragoza no juega quien quiere, sino el que quiere el Zaragoza que lo haga. Se puede buscar gente que sea competitiva, joven y con proyección. Para eso están los servicios técnicos, para saber dónde encontrar los jugadores competitivos de Segunda y Segunda B.