Al fútbol se ha jugado a lo largo de toda su historia de numerosas y variopintas maneras, con distinciones muy marcadas según las épocas, de acuerdo a los modos de entender el juego de cada momento, al desarrollo táctico de ideas en movimiento, a la evolución física y tecnológica y a la valentía de los propios protagonistas a la hora de explorar nuevos caminos. La vida cambia y el fútbol cambia también al ritmo que evoluciona la vida. A estas alturas de siglo, el paisaje sigue siendo muy heterogéneo y universal: equipos alegres, equipos recogidos, apuestas ofensivas, tendencias defensivas. Eso sí, venimos de unos años en los que el centro del debate ha estado en el perfeccionamiento del juego posicional, con las piezas distribuidas sobre un tablero para maximizar las ubicaciones de los futbolistas, y también en la discusión acerca de la relevancia de la posesión, llevada a la práctica con éxito por unos cuantos conjuntos ganadores y bellísimos de ver.

El objetivo de cualquiera de ellas, las que más le gusten a usted y las que menos, siempre ha sido el mismo. Ganar. Encontrar una fórmula para llegar a las victorias. Y de todas las maneras se ha ganado, se gana y se ganará. Al final, de un modo u otro, el reto de todos los equipos es encontrar los espacios para crear desequilibrios y romper estrategias. En las últimas semanas, JIM ha dado con los triunfos cuando el Zaragoza ha estado juntito, concediendo poco, optimizando las llegadas y desdeñando la posesión. Perdiéndola venció al Mirandés (30% contra 70%), al Tenerife (45 a 55), a la Ponferradina (47 a 53) o en Málaga (47 a 53) y con más balón cayó en Vallecas, Oviedo o ante el Alcorcón. Hasta que en Las Gaunas, con el Logroñés agrupado tras un 1-0 temprano con otro regalo de Jair, la ganó por 38% a 62% y sumó un punto, hoy bueno, mañana veremos, tras una primera parte terrible.

La posesión no garantiza el triunfo ni cederla, la derrota. Ni viceversa. Hay pocas verdades absolutas en el fútbol. Lo único cierto con este Zaragoza es que JIM tiene un plan inamovible y conservador con el que suma puntos: tratar de cerrar la portería propia, que pase poca cosa e intentar sacar el máximo con el mínimo. Así, despacito, sin lujos, está obteniendo resultados y alejando al equipo de donde lo encontró con una herencia envenenada.