Un desmayo en un entrenamiento destapó una hipertrofia ventricular que le apartó del fútbol y del Real Zaragoza después de nueve temporadas espléndidas (1981-90) en las que disfrutó del fútbol de salón de Beenhakker, levantó una Copa del Rey (1986) y se hizo héroe con la selección en el 12-1 ante Malta. Un cuarto de siglo antes de triunfar el fútbol de los pequeños, Juan Señor (Madrid, 1958) ya lo jugaba en el Zaragoza, donde dejó huella con 369 partidos y 70 goles.

--Empezó en las categorías inferiores del Real Madrid, pero se fue y nunca llegó a jugar en el primer equipo. ¿No quiso volver?

--No. De hecho, en el Madrid yo solo jugué el primer año en uno de los filiales. Los otros, o no contaron conmigo o me cedieron. Luego me llamaron para que volviera al Castilla, pero dije que no, había decidido jugar en el Ciempozuelos, en Tercera.

--¿No tenía intención entonces de ser profesional?

--No, no tenía ningún ánimo. Jugaba y disfrutaba del fútbol y así fui progresando hasta que surgió un ojeador y me puso en contacto con Chema Zárraga, que había sido jugador del Madrid y era gerente del Alavés. Lo hablé en casa y me decidí a ir allí para intentar ser profesional.

--Tres años y a Zaragoza.

--Sí. Nueve temporadas aquí y una décima que pasé de vacío porque estaba con las pruebas de corazón por las que me tuve que retirar. Tuve posibilidades de ir al Madrid e incluso me llamó Beenhakker para ir a jugar de lateral, aunque luego ficharon a Esteban, del Sporting.

--¿Cómo era el Real Zaragoza cuando llegó?

--Era un club muy cercano, tirando a familiar, con oficinas sencillas y un gerente de toda la vida, Julián Díaz. Estaban Avelino, Rosendo Hernández y poco más.

--El Zaragoza se convertiría en el club de su vida y Señor, en uno de los emblemas de su historia.

--Siempre digo que el Zaragoza dio el primer paso y yo respondí y les demostré que no se habían equivocado. Hay gente que me dice que si hubiera nacido más tarde, con el triunfo del estilo de los bajitos, se me estarían rifando. A mí el tiempo que me tocó vivir fue aquel y no me arrepiento de ninguna de las decisiones.

--Era un centrocampista de estatura baja pero de trabajo, gran recorrido y llegada, un 'todocampista' que dicen los italianos.

--Yo era una mezcla entre Xabi Alonso y Xavi Hernández. Xabi, por la capacidad de sacrificio y el desplazamiento en largo. Y Xavi, por el toque corto. Yo tenía un poco de los dos, aunque a mí lo que me complementaba era tener otro centrocampista que guardara la posición para poder tener esa pequeña libertad.

--Su llegada coincidió con el nacimiento del Zaragoza de Beenhakker, aquel equipo tan imperfectamente divertido.

--Sin entrar en comparaciones, la diferencia con el equipo que ganó la Recopa es que la gente disfrutaba más viéndonos a nosotros. Pero nos faltó un poquito para conseguir un logro deportivo. Con Luis Costa, luego, fuimos cuartos en la Liga, llegamos a ganar la Copa y a semifinales de la Recopa, pero lo cierto es que disfruté muchísimo con Leo. La gente echa en falta ese fútbol alegre. Bueno, lo que echa en falta primero es un estilo, pero si encima es con esas características de un equipo que podía marcar muchos goles y ganar a cualquiera... Éramos un equipo respetado y envidiado. En San Mamés, por ejemplo, nos dieron una gran ovación. No había tantos equipos que jugasen así.

--Fue Beenhakker el que le encontró un lugar como falso lateral izquierdo, una idea revolucionaria de un técnico innovador.

--Él me puso, yo acepté el reto y funcionó. Eso me hizo crecer más y me ayudó a ver el fútbol de una manera diferente. El futbolista, cuanto más atrás juega, una visión más amplia tiene.

--Era goleador también, pese a jugar en el centro del campo.

--Una temporada marqué 15 goles, por detrás de Valdano y Hugo Sánchez, pero no sé cuántos marqué en mi carrera (70).

--¿En qué lugar sitúa el título de la Copa del Rey del 86?

--Es la mayor alegría de mi vida como profesional, la más intensa, un recuerdo imborrable.

--Dice Luis Costa, entrenador en aquella final, que uno de sus recuerdos más emocionantes es la llegada del autocar al Calderón.

--Muy cierto. Imagínese cómo fue luego la llegada a Zaragoza. Como jugador, no obstante, lo vives de otra manera. Sabes que te están apoyando, pero no lo cuantificas. Solo sabes que tienes que ganar a ese rival y lo vives un poco más internamente. No es que te dé igual la afición, sino que pasa a un segundo plano. Tu reto es ganar ese partido, independientemente de que te apoyen cinco o cincuenta mil.

--¿Qué recuerdo le queda de esa noche?

--Una anécdota. Al subir a recibir la copa como capitán, con ese nerviosismo y alegría, cuando me entregó el trofeo el Rey lo mostré al revés, hasta que una voz me dijo por detrás: "Dale la vuelta". Era la Reina. Por cierto, que aprovecho para dejar una cosa clara. En la subida a por la copa, alguien me quiso poner un cachirulo y yo lo desprecié porque no me parecía apropiado recibir la copa con el pañuelico puesto. Luego me lo hubiera puesto en el cuello, en la cabeza, donde fuera...

--Luis Costa dice que es el mejor jugador que ha dirigido.

--Pues tuvimos nuestras discusiones. Él me hacía reflexionar a mí y otras veces entendía que mis palabras no eran egoístas, sino para hacer mejorar al grupo. Eso me ayudó a crecer, a abrirme y a compartir con el míster. Yo le daba mi opinión y él decidía, casi siempre magníficamente. Luis es un hombre humilde. Cuando lo conocí ya era así y sigue siéndolo.

--Le maravillaba Juan Alberto Barbas, compañero suyo.

--Hay jugadores que me han dejado un sello importante, como él y Valdano. Barbas se bastaba solo en el centro del campo. Era pequeño como yo, de 1,70, pero con unos bemoles importantes. Un jugador que me encantaba, fue una lástima que se perdiera al marcharse a Italia. Luego, de Valdano solo puedo decir cosas buenas: grandísimo profesional, hombre inteligente, buen compañero y con una personalidad aplastante.

--En el primer partido de la Recopa 86-87, ante la Roma, marcó cuatro penaltis. Dos en el partido, uno que le hicieron repetir y el de la tanda final.

--Que yo sepa, no ha pasado nunca. Contaron como tres goles, pero si el que me hizo repetir no hubiese entrado, no habría podido volver a lanzar. Por cierto, que lo mandó repetir cuando yo estaba ya en el centro del campo.

--Tuvo momentos extraordinarios con la selección, con la que vivió partidos como el del 12-1 a Malta o la final de la Eurocopa del 84.

--Recuerdo que cuando marqué el 12-1 se me tiraron todos los compañeros encima, pero yo no sentía ningún peso. Cuando metes un gol así, es una locura. Si no me placa Gordillo, igual seguía corriendo ahora, 30 años después, de la alegría inmensa que sentí.

--La retirada le llegó de forma abrupta por una hipertrofia ventricular que le detectaron en el corazón. ¿Cómo lo digirió?

--Se digiere muy mal. Lo que pasa es que yo pienso que soy un hombre afortunado en casi todo, probablemente porque lo predispongo. Pero tengo la inmensa fortuna de contarlo, a diferencia de otros. Además, lo que a mí me vieron necesitaba un estudio para valorarlo y eso me dio un tiempo para encajarlo. Después de analizarlo mucho, creo que el estrés producido por determinadas circunstancias deportivas y personales me llevó a los problemas. Hoy en día hago vida normal y juego todos los sábados con los veteranos.

--¿No se marchó feliz?

--Tampoco puedo tener queja porque no estaban obligados a nada. Hablaban mucho, incluso el alcalde González Triviño, de que había que hacerme un homenaje, pero cuando pasaron las elecciones se olvidó. Institucionalmente, yo creo que el Zaragoza podía haberme ofrecido quedarme en el club, aunque, repito, ellos no estaban obligados. Lo triste de este club es que jamás le ha mostrado cariño a su historia.

--¿Qué se lleva del fútbol?

--El fútbol te hace ser más sociable, más comprensivo. La mayoría de los que están dentro son mucho más sanos de lo que la gente se piensa. Me ha dejado, además, muchos momentos buenos, alegrías.

--¿Ha perdido el Real Zaragoza su identidad?

--Absolutamente.

--¿Se puede hacer algo?

--Claro, muchas cosas. ¿Pero se pondrá conseguir, y no me refiero a futbolistas, con lo que configura actualmente el Zaragoza? Las dificultades son máximas. Paco Herrera me parece un profesional honrado, otra cosa es que a este equipo le dé la vida o que lo consiga. ¿Pero se soluciona algo subiendo a Primera? Económicamente, en este caso sí. ¿Pero de verdad tiene solución el club? Yo creo que, si no viene un nuevo accionista y esto se cae del todo, tampoco sería traumático empezar de cero. Antes estaban otros, ahora está García Pitarch y mañana no sé quién estará, pero la cúpula sigue siendo la misma.

--También existe una fractura social de complicada solución.

--No hay comunión y difícilmente existirá si no cambia la totalidad. Tiene que haber un nuevo proyecto, nueva gente. Y le digo una cosa: si llega, pueden contar conmigo. Yo no voy a ser un hombre que pida más de lo que este club está en condiciones de dar. Lo único que querré es que este club se acerque al prestigio que tuvo.

--Muchos exzaragocistas dicen que esta situación se veía venir, por el derroche, por la planificación, por la mala gestión... ¿Le pasó lo mismo?

--Hace dos o tres años me encontré con Agapito Iglesias y le transmití educadamente que no iban bien las cosas. A partir de ahí no he vuelto a hablar con él. Hay gente que me habla bien de él, yo no lo conozco lo suficiente. Lo que se debe asumir es que los ciclos se acaban, aunque tampoco sé cuál es la situación exacta del Zaragoza. Y yo creo que el máximo accionista sabe que este ciclo se ha acabado.

--¿Lo tiene claro?

--Si todos pensamos igual, que toca un cambio de ciclo y hay que empezar de cero, se trata de asumirlo y ya está. ¿Por qué no? Hay que romper con algo, y a veces las situaciones drásticas acaban siendo positivas. No lo deseo ni sé lo que va a ocurrir, pero a mí no me traumatizaría. Lo que sí está claro es que este ciclo ya no tiene sentido.