Un equipo que lleva siete jornadas seguidas sin ganar y que ha caído en picado en la tabla, actos oficiales sin futbolistas, el conflicto por las primas de por medio, la posición incómoda de Víctor, la afición en pie de guerra por el mal juego y los pésimos resultados... El momento del Zaragoza es de crisis total, con muchos frentes abiertos y de difícil solución y un mal ambiente que no ayuda.

Las simbólicas imágenes que dejó el día de ayer ayudan a comprender la difícil situación. De un lado, la comida de Navidad se celebró sin futbolistas ni entrenador, lo que ya es decir mucho de la actual división. De otro, la plantilla ha donado seis mil euros en juguetes --ayer repartieron la mitad en el Colegio Santo Domingo y este jueves darán el resto en otro centro educativo-- mientras que la entidad cambiaba juguetes por entradas en las oficinas. Y todo después del baño del Athletic...

Sin victorias, sin fútbol y más cerca del precipicio Nadie oculta que la situación es preocupante. Lo dicen los resultados, esas siete semanas sin saborear un triunfo, los tres puntos sobre 21 posibles, pero no menos claras son las sensaciones que ofrece el equipo, que ante el Athletic dio toda la imagen de un bloque menor y perdido. Es verdad que los buenos momentos de fútbol en lo que va de curso no son demasiados --la victoria ante el Sevilla, las remontadas frente a Albacete, Getafe o Levante, y la primera parte del Calderón y de Brujas--, pero el declive es manifiesto en los últimos tiempos.El Zaragoza, que empezó la Liga con los resultados de su lado y también con el acierto ofensivo como mejor argumento, se ha diluido en sus propias limitaciones. En ataque la alegría ha desaparecido y el sistema defensivo no transmite seguridad. Todo lo contrario, son continuos los errores. Así, se explican los tres empates y las cuatro derrotas que desgarran el balance en las siete últimas jornadas.Sin embargo, lo peor es que esta mala racha muestra la zona de descenso cada vez más cerca, a sólo cuatro puntos y cuando el calendario enseña curvas peligrosas --Deportivo, mañana, y Madrid, fuera de casa, y el Betis en La Romareda--. No es extraño entonces que la pesadilla de sufrir por la salvación se aproxime. La grada silba al equipo y también a Víctor Muñoz "Ya sabemos cómo es la afición de aquí". Zapater se equivocó de testimonio al finalizar el partido ante el Athletic. La grada había expresado un malestar generalizado en los últimos minutos y estalló con el pitido final del colegiado. Los jugadores aceptan esa crítica y comprenden que el enfado se basa en el pésimo momento en la Liga, mientras que creen que el conflicto de las primas sólo se ha convertido en un ‡2arma arrojadiza por una parte de La Romareda. Es evidente que la afición ya se hartó el pasado domingo de la crisis de resultados del conjunto aragonés, al que vio muy inferior en todo momento al Athletic, y que ha personalizado individualmente su frustación en algunos futbolistas, como Cani en el arranque de curso o Luis García y Movilla el domingo. Tampoco Víctor Muñoz y sus cambios se libran. Ante el Athletic el técnico fue silbado por sus decisiones, pero eso ya ha sucedido en varias ocasiones esta temporada. La difícil relación entre el técnico y el vestuario Sería faltar a la verdad decir que el vestuario no está con el técnico, pero también afirmar que la conexión entre los jugadores y Víctor es absoluta. De puertas para fuera, ya ha habido algunos ejemplos, como los enfados en su día de Óscar y César Jiménez con su situación o el palpable de Galletti en Brujas, cuando se quedó en el banquillo. Además, Movilla tampoco aceptó de buen grado su relevo frente al Dnipro, algo de lo que se quejó Savio después del choque en Santander y nadie entendió cómo el buen partido de Cani en el Jan Breydel no tuvo el premio de la continuidad ante el Athletic. Y después están otros argumentos menos públicos pero también notorios como el papel de árbitros que tuvieron que desempeñar Pirri, Granero y Camacho en un ensayo en La Romareda, las excesivas concentraciones --algunas posteriores a los partidos-- hasta la crisis de las primas, donde tampoco gustó el papel inicial del técnico, y la falta de comunicación con algunos jugadores. Las guerra de las primas salpica al entrenador El conflicto por las primas salpicó ayer de lleno a Víctor, que tuvo que tomar la decisión de no ir a la comida de Navidad. Es una consecuencia más de esta guerra, como también el reparto de juguetes por separado y la medida de no acudir a las concentraciones del equipo cuando juega como local. Este problema ha dinamitado la relación entre los futbolistas y el club. La plantilla se ha quejado de que la entidad faltó a su palabra en esa negociación, que se saltó a la torera un principio de acuerdo obtenido entre la comisión --Milito, Álvaro, Movilla, Láinez y Cuartero-- con los representantes del club, teniendo en cuenta que los jugadores ya cedían mucho en sus pretensiones con el mencionado punto de encuentro entre las dos partes. El grupo no está por la labor de tener primas sólo por acabar en zona europea --el club podría considerar como mucho la posibilidad de que llegaran hasta la décima posición-- y la negociación está en una vía muerta, sin muestras de que pueda avanzar. Además, los jugadores verían con buenos ojos que fuera el presidente el que tomara el rumbo de la cuestión y, desde luego, no están dispuestos a ceder más en sus pretensiones. Mientras, Soláns ya ha dicho públicamente que esperaba un gesto "de cariño" y, de momento, en el club no se estudia variar sustancialmente la oferta. Así, la solución parece lejana y el asunto ha creado una división que no ayuda en absoluto a la marcha del equipo.