Kagawa atesoró un imperio de elogios contra el Lugo. No lo hizo mal, pero tampoco fue como levantarle un santuario. Marcó un gol importante y se ofreció generoso. Desde luego, fue de lo mejor de ese día en el Anxo Carro. La cuestión es si en la búsqueda del ascenso directo, con rivales como el Almería o próximamente el Huesca de por medio, el japonés merece llevar el cetro que le ha entregado Víctor Fernández. Desde luego que no. Es un futbolista que viene de la nada, de una temporada anémica y, de repente, los jugadores tienen la orden de buscarle como faro creativo. El balón en sus pies gana tiempo pero no profundidad ni desborde. Cuando el marcador es adverso, su figura se desvaloriza entre las sombras, sin apenas espacios, condenado por su falta de velocidad. La comparación entre Appiah y el nipón resume muy bien lo sucedido en el partido, y también la victoria táctica de Gutiérrez sobre Fernández. El inglés, otro verso libre, salió a por Francés e hizo su trabajo a la velocidad que maneja el conjunto andaluz cuando le dejan, a años luz de un Real Zaragoza de amplias parsimonias. El segundo tanto lo explica aún con mucha más fosforescencia: en cuatro primeros toques, el Almería hizo puré el caparazón de la tortuga, justo antes de que Víctor, como pretendía, sustituyera a un Kagawa tronchado. Tarde y mal, porque el empate, de haberse producido, era un resultado grandioso. No hubo ocasión para buscarlo.

Otra de las decisiones que merecen presentarse ante un jurado es por qué Burgui sale de titular. El martes apareció en Lugo entre los elegidos y pasó sin pena ni gloria por la historia del encuentro. Ante el Almería echó raíces en un par de metros cuadrados y de sus botas no afloró la más mínima ocurrencia. Según corría el tiempo, su estado físico llegó incluso a preocupar. Acompañó a Kagawa en el relevo, pálido, sin el regate ni la capacidad para los golpes de inspiración que le dieron fama. El Real Zaragoza estuvo muy condicionado por ese par de resoluciones porque el Almería, pese a la riqueza de sus versiones, lo que más agradece son citas en superioridad mecánica. Cuando le llevan a campo abierto y le facilitan las marcas con movimientos de parabrisas, es un bólido muy complicado de detener al contragolpe. Linares, Igbekeme y Álex Blanco entraron cuando el expreso había pasado de largo.

Víctor Fernández, sobre todo con Kagawa y en menor medida con Burgui, quiere que sean los interruptores que enciendan el fútbol del Real Zaragoza. El japonés se descuelga a propósito del dibujo de delantero para solicitar la pelota. Tan lejos del que es su hábitat natural, despreocupa al enemigo y, lo más grave, roba participación a Guti y Eguaras y no poco protagonismo a Soro. Todos por dentro, la circulación engorda a lo ancho y Suárez, muy bajo de la forma que exhibió antes del confinamiento, batalla en un inferioridad pasmosa, esposado sin problemas por los centrales. El Almería, como ocurrió con el Alcorcón, se limitó a observar cómo el Real Zaragoza, con los cables pelados, se quedaba sin corriente para después electrocutarle.