«Muchos otros se habrían retirado, pero él no lo hizo. Fue capaz de superar las lesiones con constancia. Era muy trabajador como portero y así va a sacar adelante al Zaragoza, a base de trabajo». Las palabras son de Manolo Villanova, el técnico que dirigió a César Láinez en los pasos previos al fútbol profesional, cuando dirigía al Aragón, la etapa que acaba de quemar ahora su pupilo, a quien define como «una persona con un carácter especial», con una tenacidad que lo llevó a ser «uno de los mejores porteros de España en un momento dado».

Por ahí empieza la historia que marcó a Láinez, que ahora debe pelear sin guantes. «Como entrenador está haciendo una gran campaña con el filial. Exige a los jugadores trabajo y juego en conjunto. Por sus conocimientos y forma de ser puede dar mucho al Zaragoza. En estos momentos es una persona con el suficiente cuajo para exigir a los jugadores lo que tienen que hacer», dice Villanova, seguro de que la inexperiencia «no le va a influir porque ha convivido con jugadores de carácter, en vestuarios difíciles y tiene los conocimientos suficientes. La exigencia es igual en el filial que en el primer equipo. Hay jugadores jóvenes que también hay que saber muy bien cómo llevarlos. Él tiene a Cani y Zapater, además de su experiencia en vestuarios así».

Fue Luis Costa quien le dio la oportunidad definitiva con el Zaragoza. «Estaba jugando toda la temporada Juanmi hasta la operación, pero César cumplió de sobra y lo vi preparado para jugar la final de Copa». Era el 2001 y Láinez llevaba solo cuatro partidos. Aun así, el técnico confió. «Ha sido un referente en la portería, un gran profesional que nunca creaba ningún problema. Siempre cumplió en un puesto que es muy difícil, y lo hizo con un comportamiento magnífico», dice Costa, que advierte una cosa del nuevo técnico: «Nunca baja los brazos».

En aquella final del 2001 tenía como compañero a Ander Garitano. «Tiene una papeleta difícil, hay que tener mucho valor para sacar al equipo adelante. No he visto apenas al filial, pero si César tiene los conocimientos tácticos necesarios, puede sacarlo», dice el director deportivo del Ebro, que explica que Láinez es «como se le ve, con esa forma de ser que tiene tan saludable», además de, claro, «muy constante».

«A los jugadores yo creo que les va a venir bien precisamente por eso, porque se van a dar cuenta de que trabajan con una persona noble, con un buen tío, sano, aunque en el fútbol no tiene nada que ver el tipo de juego que puedes hacer en la Tercera aragonesa que en Segunda con el Zaragoza», explica Garitano, el hombre que llevó a Emilio Larraz al Ebro tras salir del filial. «Cuando César Jiménez se marchó por motivos personales, me propusieron a Jorge López como segundo. Ya que querían a un exjugador, les dije que fuera alguien de casa y les hablé de César Láinez, a quien había tenido como alumno en la escuela de entrenadores, donde mostraba mucho interés. Luego estuvimos apenas 15 días juntos», recuerda Larraz, que coincide en el cambio enorme. «Lo que le viene tiene poco que ver con el filial. Con el Aragón es mejor que los demás, domina los partidos... En el fútbol vas teniendo señas de identidad conforme coges experiencia, hasta que no pasen unos años no se podrá ver qué identidad tiene como técnico».

Falta la visión de un jugador. Tarsi, ahora en el Bilbao Athletic, explica así a Láinez: «Tiene las ideas muy claras. Con nosotros jugaba un 4-3-3 definido, pero es muy capaz de adaptarse a los jugadores. Esta temporada ha jugado también con 3-4-3 y 3-5-2. Es flexible, lo cual es importante para los futbolistas, y muy exigente en el trabajo, pero si te comprometes a hacer lo que te pide, te ayuda mucho. Es muy claro con los jugadores y le beneficia su forma de ser», dice el exzaragocista, seguro de que está decidido a dar oportunidades «a gente que ha tenido en el filial».