En el momento justo, cuando más se le necesitaba, emergió el mejor Zaragoza. Lo hizo con el agua al cuello y el aire empezando a escasear. Fue un baño en toda regla a un rival que venía de ganarlo todo en las últimas cinco jornadas y al que sometió de principio a fin. El Zaragoza resurgió como lo hacen los valientes. Con ganas de vivir e impartiendo una lección que, durante casi dos horas, le devolvió parte de la grandeza que lleva años perdiendo. Ayer, el Zaragoza fue un ejército perfecto que dio el golpe de autoridad cuando menos se esperaba, lo que le sirve para dejar la salvación prácticamente finiquitada a falta de uno o dos puntos. Y acabar, de una vez por todas, con esta pesadilla.

Fue, posiblemente, el partido más completo de la temporada. Intenso, solidario y efectivo, el equipo aragonés se impuso desde el pitido inicial a un Extremadura incapaz de ser fiel a sí mismo. Ya en el primer minuto, un centro de Álvaro que no encontró rematador y un posterior disparo de James muy desviado avisaron de las intenciones de un Zaragoza edificado sobre un 4-1-4-1 en el que Ros ejercía de eje justo por detrás de James y Guti. El planteamiento de Víctor desactivaba a los locales, que apenas llevaban peligro a balón parado. El del Zaragoza llegaba casi siempre desde la derecha, donde Delmás, muy activo, era un incordio constante para Bastos. El canterano encontraba casi siempre en diagonal a Álvaro, pero a los aragoneses les volvía a faltar último pase. El resto, eso sí, lo bordaban.

Las ocasiones se sucedían a favor del Zaragoza ante un Extremadura aturdido que no sabía por dónde le daba el aire. Un error de Díez y un acertado pase de Álvaro dejaban solo a Marc Gual ante Casto, que adivinó las intenciones del catalán, demasiado inocente en la ejecución. El partido era del Zaragoza, que merecía mejor fortuna. Y la obtuvo poco después, justo en la ocasión con menos peligro. Un centro de Gual se envenenó tras golpear en un defensor y puso en aprietos a Díez, que en su intento por sacar el balón de las cercanías del poste lo estrelló en la manopla derecha de Casto, incapaz de reaccionar y de evitar que el esférico entrase en su portería. Justicia.

El sopapo pareció desperezar a los locales, que se estiraron en busca de un plano más corto de Cristian. Su primer acercamiento llegó mediada la primera parte, con un cabezazo de Ortuño que se marchó desviado. Casi inmediatamente, el exzaragocista malogró la mejor ocasión de su equipo en un mano a mano que estrelló en Cristian, cuyo rechace también fue desperdiciado por el propio delantero. De nuevo, el meta argentino acudía a la llamada.

El partido se nivelaba y Lolo rozaba el empate cabeceando un saque de esquina aprovechando las dudas del meta argentino en la salida, pero el Zaragoza se serenó y enderezó el rumbo. Con Ros y James ejerciendo de dueños de la medular y movimientos constantes en vanguardia, el equipo aragonés no paraba de llegar a las inmediaciones de Casto. Álvaro, con un disparo lejano, un cabezazo centrado y, sobre todo, un mano a mano que no supo culminar, pudo ampliar la renta, aunque Ortuño volvería a probar a Cristian, otra vez certero justo antes del descanso.

Nada cambió en la reanudación. El Zaragoza salió tan enérgico como durante todo el primer periodo y ya en el primer minuto pudo marcar el segundo en una gran jugada personal de Álvaro desde la izquierda que volvió a desbaratar Casto.

Mosquera solo esperó diez minutos para cambiar. Entró Nando por Kike Márquez y el Extremadura agradeció la variante con sus mejores minutos del choque. Zarfino lo intentó desde lejos pero Cristian detuvo sin demasiados problemas. El Zaragoza había bajado el nivel y la intensidad. El paso adelante del Extremadura obligaba a recular.

Pero, en el peor momento apareció Pep Biel, que había pasado casi de puntillas por el partido. Recibió en la línea de tres cuartos, se acomodó el balón y enganchó una deliciosa rosca con su mágica pierna izquierda que destrozó al Extremadura y sentenció la contienda. Porque los locales ya no reaccionaron y el Zaragoza siguió gozando de ocasiones para ampliar la renta. Lo hizo Pombo, que acababa de saltar al campo, en una gran jugada personal que rubricó con un trazo tan sutil como venenoso. De nada habían servido las otras dos sustituciones de Mosquera. Álvaro, negado con el gol durante toda la tarde, tuvo el cuarto pero todo había acabado. En realidad, lo había hecho hace tiempo. El Zaragoza rescató su alma de león para demostrar que, aunque herido y maltrecho, nadie debe darlo por muerto. Todavía le late el corazón.