La trayectoria futbolística de Enrique Clemente y Alberto Soro está haciendo realidad una simple ilusión de vestuario. Esa fantasía de poder deleitarse y crecer junto al balón. Con 10 años vivían el balompié más ingenuo, ese que está alejado de todo aquello que lo envuelve. Disfrutaban y crecían sin vértigo en la Ciudad Deportiva. Siempre juntos por la camiseta blanquilla. Son dos jugadores que ahora viven otra realidad. Están en la antesala del fútbol profesional, así lo han demostrado en la pretemporada, donde han agigantado sus prestaciones y, sobre todo, han disfrutado de lo que todo canterano anhela; representar a su club.

Tanto Clemente como Soro han ido de la mano en su carrera deportiva. Desde su primer curso en el alevín B hasta el campeonato de España con el cadete del 2015. Aquel título que los zaragocistas culminaron en la Ciudad Deportiva de Mareo tras imponerse a la selección de Murcia por 1-0. Fue ahí donde empezó a gestarse el embrión de la fascinante Generación del 99. Además, fue ahí también donde comenzó a resonar el nombre de un defensa central de refinada elegancia y un chico de ataque que destilaba una calidad superior. Aquel equipo era un vivero de futuro, con semillas a las que mimar para terminar recogiendo futbolistas de alto nivel. Algunos de los diamantes en bruto volaron hacia otros destinos, como Álex Millán o Darío Ramos —en Villarreal y Real Madrid, cedido al Albacete, respectivamente—, mientras el resto se quedó en casa y continuó peleando por escalar pelda- ños hacia la cumbre.

Un 6 de marzo de 2016, Alberto Soro y Enrique Clemente volvieron a dar un paso juntos al debutar con el División de Honor juvenil. Lo inmortalizaron en una foto, abrazados, como suelen hacer cuando queman una etapa más de sus carreras. Al igual que cuando acudieron a la citación de la selección de España sub-18 en la Copa Atlántico, que cayeron derrotados en la final contra Japón. Fue ante el combinado de Canarias cuando jugaron los dos desde el once titular.

La de estos chicos llegó a su punto clave cuando en su camino apareció Javier Garcés. El técnico se hizo cargo del juvenil con la premisa de instruir a una camada de jóvenes todavía por pulir. Fueron las dotes didácticas del preparador zaragocista las que canalizaron todo este manantial de talento para conducirlo hacia una temporada que ha dejado huella en el fútbol base aragonés; con el Real Zaragoza subcampeón de Liga y clasificado para la Copa del Rey. Aún colea la superioridad de los aragoneses en juego al todopoderoso Real Madrid de Guti. De hecho, fue en el encuentro de vuelta, en la Ciudad Deportiva de Valvebebas, donde un miembro de la cantera del club madrileño aseveró en privado: «Algunos de los del Zaragoza deberían estar con nosotros».

Su irrupción, sumada a las bajas del primer equipo, les permitió contar con una oportunidad en la pretemporada. Al principio acudieron en tromba gran parte del plantel que formará el Aragón. Con el paso de las semanas, muchos de ellos retornaron al filial zaragocista, dejando a Alberto Soro y a Enrique Clemente solos con los mayores. Aunque, a decir verdad, su capacidad futbolística está muy por encima que la edad que arroja su DNI.

El pasado sábado saltaron al tapete de La Romareda en el once titular del primer equipo. Un sueño de la infancia cumplido. Posaron en la imagen agarrados, como llevan haciendo durante todos estos años. Soro y Clemente son dos muchachos destinados a portar con honor el escudo zaragocista en su pecho. Lo que han estado haciendo desde los 10 años, cuando se originó ese lazo irrompible que crea el fútbol.