—¿A qué se dedica ahora?

—Después de salir del Huesca decidí darme un tiempo de descanso para seguir asimilando conceptos. Estoy haciendo un par de cursos (de gestión deportiva) y lo principal es darle el tiempo a la familia que no había podido ofrecerle. No había tenido un tiempo para estar en casa y disfrutar de lo más importante que uno tiene.

—Ha vivido en su carrera en lugares maravillosos como Mallorca o Madrid, pero se ha quedado en Aragón.

—Aragón tiene, a nivel humano, un potencial enorme. Desde el primer momento en el que llegamos a Zaragoza la gente nos trató de forma excepcional. La gente es muy abierta, muy sincera y he encontrado muchísimos amigos. Tiene un potencial de calidad humana increíble. Es una ciudad en la que la gente es muy culta y educada y se asemeja a lo que queremos como familia.

—Otra de sus pasiones es el baloncesto, deporte que sigue practicando de manera asidua.

—Vengo de familia de jugadores de baloncesto. Mi padre llegó a jugar en Gimnasia y Esgrima y mis hermanos también jugaron en torneos como si fueran la LEB de aquí. En mi casa se jugaba al baloncesto y no al fútbol, por eso soy portero también. De pequeño jugaba a ambos y ya con doce o trece años tuve que decidir porque mi padre me llevaba a todos lados, pero me decidí por el fútbol. Siempre había dicho que cuando me retirara jugaría al baloncesto en algún equipo.

—Tras su debut con Independiente, con solo 19 años y dos partidos en la élite, dio el salto a España, al Mérida. ¿Qué le llevó a tomar una decisión así?

—En Argentina, cuando uno es joven, tiene sueños y todo el mundo quiere jugar en la selección y en Europa. Por ello, cuando me surgió la oportunidad, tras ganar el Mundial sub-20, ni lo dudé. Me lo dijeron un día por la mañana y por la noche estaba volando porque era lo que siempre había querido. A los 20 años muchas veces se toman decisiones sin pensar, pero por suerte puedo decir que me ha salido muy bien.

—Después llegaron el Mallorca y el Atlético. ¿Con qué momentos se queda de esas etapas?

—En Mallorca vivimos una época inolvidable, ojalá se repita. Eliminamos al Ajax en Europa metiéndole cuatro y perdimos en la UEFA con el Galatasaray, el campeón. El Atlético fue mi mejor época, es un club del que te enamoras y al que pertenecerás toda la vida. Además tuve la suerte de firmar con el club con un interventor y dejarlo en Champions.

—Después tuvo un año complicado en el Galatasaray y llegó al Real Zaragoza.

—Fue una experiencia que quisimos tomar, pero no nos adaptamos y yo, tampoco. Empecé muy bien, pero no terminé jugando y decidimos regresar a España. Surgió la oportunidad del Real Zaragoza, el octavo equipo de España. Además tuve muchos compañeros que jugaron en el Zaragoza como los Milito, Leíto Ponzio en la primera época, el Hueso Galletti… Aparte había jugadores de Independiente que llegaron aquí como Gustavito López, Martínez, Faryd Mondragón, el Toro Acuña… Salían a Europa y al Real Zaragoza, por eso no dudé.

—¿Recuerda sus inicios en el Zaragoza? No fueron especialmente buenos.

—Empatamos 0-0 contra el Deportivo en Riazor y en el siguiente me hicieron cinco goles (3-5, contra el Málaga). Fue la peor presentación posible en el estadio e hice un mal partido, pero ya venía con mucho rodaje y sabía que se podía revertir, algo que ocurrió en el resto de la temporada. Al siguiente partido tuve una gran actuación, pero tras cinco partidos dejé de jugar por lesión.

—Durante su etapa en el club aragonés le tocó siempre pelear por no descender a Segunda. ¿Es muy duro en el día a día?

—No tuve la suerte de llegar en un buen momento institucional. Había un rechazo hacia la gestión del club importante que se trasladaba muchísimo al terreno de juego. En la gestión de estar luchando por el descenso uno siempre es muy autoexigente e intenta ganar, aunque hay diferentes matices entre pelear por no bajar o por un campeonato.

—¿Cómo vivió su primer año? Hubo alternancia con Toni Doblas bajo palos, malos resultados y una salvación agónica.

—Se sacó adelante un año muy difícil. Había mucho rechazo hacia la gestión, fue complicado y pocos años más tarde se acabó descendido. Era muy difícil que un proyecto así saliera adelante cuando muchísimas partes no estaban de acuerdo. Cuando acaba ese año y se hace bien es satisfactorio para todos. Tuve la suerte de no comenzar bien y de revertir la situación y recuerdo una gran alegría al terminar ese año porque era importante mantener la categoría.

—¿Cómo le afecta todo ese clima a un futbolista?

—Tuve un poco la suerte de venir con una cierta edad y con más costumbre de pasar situaciones así, pero creo que hay que responderlo al revés. En todos los equipos ganadores se juntan que el club, el equipo y la afición van de la mano, es algo de toda la vida del deporte. Cuando una pieza no funciona es muy complicado.

—En su segunda campaña no disputó ni un minuto, porque en Liga jugaba Roberto y en Copa estaba lesionado. ¿Cómo lo afrontó?

—Lo recuerdo muy bien y con muchísimo cariño. Terminé contrato y me demostré a mí mismo que, sin jugar, podía ser importante en un grupo. Fue un año de nuevo muy malo y Manolo Jiménez pidió que me renovasen y no había ni jugado. Uno puede ayudar desde un montón de facetas dentro de un grupo. No jugué porque lo de Róber fue espectacular. ¡Es-pec-ta-cu-lar! Recuerdo un partido en Villarreal… Era una pasada. El año fue complicado y con Manolo se salvó el equipo. Después vino y me dijo: «Leo, el año que viene tienes que estar sí o sí». Eso llena y cuando he estado en otros equipos he inculcado que puedes ser importante en cualquier faceta.

—¿Tuvo que convencerle mucho Manolo Jiménez de que siguiera? Igual se estaba planteando la retirada o un cambio de aires.

—Tuve una oportunidad de volver a Argentina, pero nos encontrábamos tan bien con la familia… Le tengo mucho cariño al Zaragoza y al deporte aragonés y eso influyó a la hora de seguir dos años más aquí. También cuando un entrenador viene y te dice que para él eres importante te hace sentir bien. Fue una toma de decisión correcta, porque además luego tuve la suerte de ir a retirarme a Argentina, que era una cuenta pendiente.

—Le tocó vivir los años de Agapito Iglesias. ¿Cómo era?

—Creo que jamás hablé por teléfono con él, por esa época aparecía muy poco por el club, en el campo de entrenamiento le vi dos veces, pero no puedo decir nada sobre el trato, ni para bien ni para mal, porque no lo tenía.

—¿Y qué opina de su gestión?

—Tendría que poseer mucha información para poder opinar, habría que tener muchos datos que como jugador no se poseen. Deportivamente la realidad marca que se acabó descendiendo.

—¿Cómo se sintió con el descenso a Segunda?

—Fue una tristeza enorme porque el proyecto deportivo y la ilusión de todo el año acaba con un resultado negativo. El club que representaba es un histórico y no era normal que eso sucediera, pero a veces pasa por la suma de muchas pequeñas cosas. Se venía de años rozándolo y de malas campañas y, al final, fue una consecuencia de tiempo atrás.

—¿Sintió la necesidad de quedarse en Segunda a ayudar a subir, como si fuera una deuda personal con el Real Zaragoza por haber descendido?

—Estaba en Argentina y me llamaron del club por teléfono a mi casa y me dijeron que querían que fuera el portero del equipo. Ya llevaba tres años y me sentía como en casa, aunque sé que deportivamente no había tenido mi mejor época, pero la gente siempre me respetó mucho por lo que yo había respetado al club. Tomé la decisión correcta al quedarme. Había una opción de San Lorenzo, que se cumplió al siguiente año, pero me quedé porque era justo dar la cara.

—Hace autocrítica con su rendimiento en el Real Zaragoza.

—No es una autocrítica, es una realidad. He tenido la suerte de jugar en todos los equipos y en el Zaragoza no tuve mi mejor época deportiva, pero sí creo que le he dado muchas cosas al club. Creo que fui muy profesional en una época muy complicada, ayudé dentro y fuera del terreno de juego y por eso mucha gente en Aragón me lo ha reconocido. A una cierta edad, a veces eso es más importante.

—¿Cómo fue su relación con la afición blanquilla? Hubo momentos de altibajos.

—Creo que buena. El aficionado es el más justo de todos, porque si lo haces bien te va a aplaudir y si lo haces mal tiene todo el derecho de criticarte, es lo normal. Tuve altibajos deportivos que se transmitían a esos altibajos con la afición. Es el fútbol, ocurre en todos los equipos.

—Finalmente, tras un curso en Segunda, se marchó a San Lorenzo de Almagro, a Argentina. ¿Se acuerda a qué portero fue a sustituir?

—A Cristian Álvarez, que venía al Rayo Vallecano.

—¿Qué le parece Cristian?

—Es un portero con categoría para jugar en cualquier equipo de Europa League y que, por las circunstancias de que estuvo un año retirado, el Zaragoza tuvo la posibilidad de firmarlo. Está por encima de esta categoría y lo demuestra cada domingo. Es un arquero de nivel de Europa League o Champions.

—¿Suele acudir a La Romareda o seguir al equipo?

—Lo veo todos los fines de semana. No soy de ir al estadio, aunque de vez en cuando me paso por el entrenamiento, saludo a la gente que trabaja ahí. Me ha quedado un gran cariño con la gente del día a día del club y reconforta, porque significa que hice las cosas bien. Me he quedado viviendo aquí en Zaragoza y siempre te acabas cruzando con todo el mundo.

—¿Es este el año del tan esperado ascenso?

—Seguro. Este año estoy convencido de que suben los dos equipos de Aragón, siempre y cuando la crisis del coronavirus lo permita. El equipo está totalmente comprometido, tiene el entrenador indicado para subir y creo que se lo merece. Le voy a responder hilándolo con una pregunta anterior. Hoy, los dirigentes, la afición y los jugadores van hacia el mismo lado. Puede ser que justo un balón pegue en el palo, entre o no entre, pero este año se ve. Tiene chicos de abajo que van sacando, Lalo ha hecho un trabajo con José Mari impresionante, silencioso, con un entrenador indicado, una afición que ayuda. ¡29.000 personas van! Este va a ser el año.

—El sueño de cualquier argentino es defender la albiceleste. ¿Cómo es ese sentimiento?

—Es inexplicable. Es tu sueño de chico, es volar. Todo el mundo juega al fútbol en Argentina y ponerte la camiseta de la selección es increíble. Son horas y horas de sueños. Es algo muy complicado de explicar, porque el fútbol es más que un deporte en Argentina, significa mucho.

—¿Por dónde pasa el futuro de Leo Franco?

—Mi idea es tener alguna oportunidad más en los banquillos, pero no descarto nada. Solo quiero cosas que me impliquen al 100%, como hago siempre. Además quiero tratar de utilizar el deporte como herramienta para ayudar a los demás, que siempre ha sido mi objetivo principal. H