La situación del Reus dio ayer un giro inesperado cuando la entidad catalana emitió un comunicado en el que afirmaba estar procediendo a abonar las nóminas de sus futbolistas, que llevaban tres meses sin cobrar y habían tomado la determinación de marcharse. La medida, en principio, garantizaría que el equipo catalán continuara en la competición tras haber normalizado su situación antes del martes, cuando expiraba el plazo habilitado para ello y, por consiguiente, los jugadores ya no quedarían libres, lo que impediría a Linares fichar por el Zaragoza, con el que ya tiene un acuerdo cerrado.

Sin embargo, el aragonés ha dejado claro que solo quiere jugar en La Romareda y así se lo ha trasladado tanto al club zaragocista como al propio Reus, al que presionará para que le deje marchar. La decisión del delantero está tomada y forzará para que su incorporación a la disciplina blanquilla se haga efectiva el próximo mes de enero, cuando se abra el mercado invernal de fichajes. Porque no hay vuelta atrás. Linares solo quiere jugar en el Zaragoza. Ese es su sueño y, a sus 36 años, el delantero de Fuentes de Ebro, que marcó ayer ante el Córdoba su cuarto gol de la temporada, es consciente de que está ante la gran oportunidad de cumplirlo.

Por eso, en el seno de la entidad blanquilla existe tranquilidad y confianza en que el delantero jugará la segunda parte de la temporada en el equipo de su tierra. A pesar de que el Reus, que parecía abocado al precipicio, sorprendió ayer con una noticia que escondería la posible venta del club, que había pedido de plazo hasta mañana para poder conseguir liquidez.

El pago del Reus se produjo un día después de que la plantilla anunciara su decisión de rescindir sus contratos con el club catalán, después de no haber cobrado los últimos tres meses de competición. Pero, a pesar de ello, alrededor de 300 aficionados participaron ayer en un acto de protesta antes del duelo ante los cordobeses. En el acto se procedió a la lectura de un comunicado que exigía la dimisión del máximo responsable de la sociedad tarraconense y que se centraba en la gestión de Joan Oliver enfatizando la «falta de transparencia» y la «poca implicación con el área social del club».