En mitad de los festejos y celebraciones por el fichaje de Shinji Kagawa, sin duda una adquisición impactante por lo que promete como elemento diferencial en ataque, el Real Zaragoza pasó por Tudela con el mismo sentido de la orientación que un toro embolado. A la espera de que el japonés sea presentado en el Auditorio el próximo martes, recinto elegido por la avalancha mediática que supondrá su aterrizaje en la capital aragonesa, el conjunto de Víctor Fernández, trufado de futbolistas sin cartel de titular salvo Soro y los dos centrales eventuales, Grippo y Clemente, protagonizó un encuentro sonrojante. Perdió su primer partido de esta pretemporada confeccionada por el enemigo, con rivales --a excepción del Alavés-- que nada proyectan de su realidad y que, como en el caso del Tudelano, le pueden pintar la cara y algo más.

Ni uno de los jugadores que empezaron la cita dieron la talla competitiva. Desordenados, sin liderazgo y sin un solo proyectil en ataque... Lo de Kagawa es un pelotazo pero hay que atender también a los asuntos domésticos, entre ellos el poco fuste de un centro del campo sin Igbekeme, Guti y Ros. O lo que es lo mismo, con Eguaras y Bikoro, ambos arrítmicos, a una velocidad paquidérmica y frustrante por sus numerosas pérdidas no forzadas. La impresión es que Víctor podría tener en sus manos un lingote de oro sin seguro a todo riesgo. Es decir una plantilla insuficiente, sencilla de ser asaltada en cuanto se produzcan dos o tres bajas importantes.

Desde el saque inicial, el Real Zaragoza mostró una tremenda incapacidad para avanzar, para combinar, para imponer superioridad y solvencia. El frente formado por Álex Blanco, Papunashvili y Soro colaboró al enquistamiento. Se pisaron espacios y cordones por el ansia de participar, siendo presa fácil para la defensa liderada por Meseguer. Resulta preocupante que estos tres mediapuntas, sobre todo Soro, mengüen de tal forma hasta hacerse invisibles y miedosos. El Tudelano se empleó con elegancia, oportunidad, ambición y criterio. Animados por la ingravidez del equipo de Víctor Fernández y su blandura, los navarros se entretuvieron hasta para marcar el gol del victoria, un regate de Julen Azkue que hizo crujir la cintura de Grippo. El pase zurdo posterior desde la esquina cogió en pleno vuelo a Soto, que marcó con un impecable testarazo, y a Lasure agachado, viva imagen de sus compañeros.

El problema es serio en este sentido. Con Cristian, Vigaray, Nieto, Igbekeme, Ros --siempre que esté en estado de gracia--, Guti, Dwamena, Luis Suárez y Kagawa, el Real Zaragoza tendrá un once atractivo. ¿Y los centrales? Grippo viene de una convalecencia demasiada larga, al igual que Clemente, estupendo defensor, y Guitián y Atienza se encuentran de baja. En el candado falta una llave maestra, otro central de envergadura y poderío. Si no se sella esa línea, el equipo se descoserá por muy bonito que sea su traje ofensivo. En esta prueba final, algo quedó bastante claro: Bikoro, posiblemente, no es válido ni para Segunda. Chico fortachón y al ralentí en el repliegue, corre sin embargo fuera de la calle de esta categoría. También hay que pulir mucho más a Blanco, a quien le van más rápido las piernas que las ideas. La melancolía de Soro merece otro capítulo.

La entrada al campo de Pombo, Ros, Linares y Luis Suárez no se tradujo en nada nuevo. Una pizca más de posesión y ni una sola ocasión que llevarse a la boca. Ahora mismo, el Real Zaragoza tiene un equipo titular bajo la estrella de Kagawa. Hace bastante más para que el festival montado por el fantástico logro de traer al japonés se traduzca en la fiesta a la que se pretende ser invitado: una de las seis primeras plazas cuando caiga el telón del campeonato que arrancará el próximo sábado.