--¿Le ha cambiado la vida?

--Sí. Es normal porque hasta que me despidieron con 69 años no había dejado de ir a trabajar ni un solo día, ni a entrenar ni a la oficina, ni siquiera por un resfriado. Tuve un infarto agudo, he perdido mucho peso y me me ha cambiado todo: la alimentación, los hábitos... la vida. Mentalmente influye muchísimo y yo, además, no tengo un carácter idóneo para sobrellevar esto.

--¿Ha dejado el fútbol también?

--No, no, eso no. Sigo siendo abonado y voy a algunos partidos.

--¿Y qué le parece?

--La Segunda nos parece floja porque nos fijamos en nuestro Zaragoza y acostumbrados a tener muy buenos futbolistas, vemos un equipo más flojo. Aun así está en puestos de ascender.

--¿Cuántos futbolistas buenos ha visto en La Romareda?

--Muchísimos.

--¿Se atreve a decir uno?

--Voy a pecar olvidándome de otra gente, pero para mí el más completo ha sido Juan Señor. Lo hacía todo bien: defendía, atacaba, hacía goles... No voy a decir más porque ha habido tantos y tan buenos que sería injusto con todos los que me dejara.

--Se recuerda más su etapa como entrenador, pero a Zaragoza llegó como futbolista.

--Sí. Vine traspasado del Mallorca y estuve tres años. El primero (1970-71) supuso un cambio de generación con la salida de los Magníficos y al final descendimos, pero al año siguiente subimos. Fíjese en los jugadores que teníamos: Villanova y Nieves, Rico, Violeta, Planas, García Castany, Ocampos... Era un equipo de un nivel superior a todo lo que hay ahora en Segunda.

--¿Dónde cabía Luis Costa?

--En el Zaragoza jugué más como centrocampista ofensivo, pero en juveniles era extremo.

--Se marchó al Girona, donde acabó su carrera y luego pasó a los banquillos. ¿Tenía claro que iba a ser entrenador?

--Cuando era jugador ya tenía el título de entrenador. No lo tenía pensado, pero hubo varios jugadores que se inscribieron en el curso para ser entrenador juvenil y me convenció Pepe Juan. Yo fui más por acompañar a los compañeros, pero intenté hacerlo lo mejor posible, tanto que saqué el número 1. Eso me animó bastante y al año siguiente hicimos el regional y volví a sacar el número 1. En verano fuimos al curso nacional.

--¿También sacó el número 1?

--No, el 2. Luis Aragonés sacó el 3. El 1 lo sacó Ignacio Rojas.

--¿Tenía alma de entrenador?

--Nunca se sabe. Yo hice los cursos sin intención de entrenar. En el cuarto año en Gerona querían que me quedara de entrenador, pero me fui al Mallorca. Del Mallorca vine al Huesca, que me llamaron los Lapetra, y del Huesca al Aragón. Y hasta hoy.

--¿Cuándo llegó al Zaragoza?

--Ni me acuerdo del año. Llegué para entrenar al Aragón y como segundo de Boskov (78-79).

--¿Cómo era Boskov?

--Muy majo. Aprendimos mucho de él, sobre todo en temas de entrenamiento. Vino con su librillo, pero era muy interesante.

--En el 85 logró un hito para el club: subir al filial a Segunda.

--Sí. Es la única vez que ha estado en Segunda. Teníamos muchos aragoneses en la plantilla. Eran otros tiempos.

--¿Tiempos en familia?

--Claro. Ahora ha dado un vuelco todo con las sociedades anónimas, los extranjeros y los intermediarios, que lo que les interesa es ganar dinero, meter y sacar jugadores. Aquella época la Ciudad Deportiva era una maravilla. Cuando vino José Luis Torrado, el brujo, daba gusto.

--¿Se acuerda cómo pasó al primer equipo?

--Antes de irme, con el Aragón quedamos campeones de España amateurs, pero luego me dieron la baja por un problema que hubo con los pagos a los jugadores. Me había ido al Palencia y al Oviedo y me llamó Sisqués para volver al filial. Estuve también de segundo con Ferrari, otra excelente persona. Cuando se fue, Ángel Aznar me dijo que si me atrevía e hicimos una gran temporada.

--¿Ya se le había metido el entrenador en la sangre?

--Sí, sí. Además, he tenido una virtud a lo largo de mi carrera en el Zaragoza, y es que he sabido adaptarme a las necesidades que tenía el club. Yo he hecho de todo. Unas veces me tocaba recibir y acompañar a los delegados de la UEFA, otras sentarme en el banquillo... Siempre a disposición del Zaragoza.

--Fue cuarto en la Liga y campeón de Copa para empezar.

--Se habían ido Surjak, Amarilla, Barbas, Salva... todos muy buenos. Yo no tuve el gusto de entrenar a Barbas, pero vino una semana de descanso y nos pidió entrenar con nosotros. Era una maravilla, yo me quedé alucinado.

--¿Se acuerda del final de Liga, con 9 victorias y 3 empates?

--En la segunda vuelta solo perdimos con el Madrid y el Barcelona. Era un equipo muy joven, con Pardeza y Rubén Sosa de delanteros titulares con solo 19 años. Se hizo muy buen fútbol esa temporada, tengo muchos partidos grabados.

--¿Ve esos partidos?

--Alguno. Pero no me da tiempo, no se crea. Cada fin de semana grabo 15 o 20 partidos en el iplus y luego los veo durante la semana. A mi mujer no le gusta el fútbol, no ve ni un partido, pero lleva toda la vida aguantándome.

--¿Algún partido en la mente?

--Las semifinales de la Copa del 86. La noche que eliminamos al Madrid, que lo pasamos bastante mal en el Bernabéu. Vino Beenhakker a cenar con nosotros porque acababa de firmar por el Madrid. Era bastante gracioso, así que llegó y nos dio las gracias porque, al no ser campeón el Madrid, al año siguiente lo tendría más fácil.

--Rubén Sosa, que marcó el gol del título en el 86, sigue hablando muy bien de usted. Lo hizo en estas páginas no hace mucho.

--Lo sé, lo leí. Era un chico humilde que no conocía nada de la vida y de entrada se le vino un poco el mundo encima. Yo tuve críticas por ponerlo al principio, pero veíamos en los entrenamientos su potencial, su golpeo y su velocidad y no había más remedio que darle ánimos y ponerlo. En cuanto se adaptó al fútbol español, se hizo un fenómeno.

--¿Y la siguiente campaña?

--Quedamos quintos y llegamos a semifinales de la Recopa.

--¿Le dio pena que los eliminara un equipo tan malo?

--Sí, sí, malísimo (risas). Menos el portero eran todos internaciones (se refiere al Ajax que dirigía Cruyff, con Rijkaard, Van Basten, Bosman, Wouters, Winter...). Fue una temporada muy bonita, con gran fútbol y buenos partidos.

--¿Recuerda Gales?

--Uff, claro. Ante el Wrex Ham. ¡Cuántas patadas nos dieron ese día! Y me acuerdo también de la eliminatoria ante la Roma. Ancelotti falló un penalti, por cierto.

--¿No acabó la 87-88?

--No. Nos eliminó el Celta de la Copa y decidieron que no siguiera. Antes de terminar la temporada Miguel Beltrán hizo unas declaraciones reconociendo que se había equivocado.

--Así que tuvo que seguir su carrera lejos de Zaragoza.

--Sí, me fui al Málaga y luego pasé por el Alavés seis meses, el Córdoba y el Levante. Hasta que me llamó Pedro Herrera para el filial, que iba mal, y no salí más.

--¿Se acuerda del tren de la salvación a Logroño en su vuelta al banquillo en el 97?

--Claro. Del gol de Poyet en el último minuto y del ambientazo que había, que era espectacular.

--¿Es su mejor recuerdo?

--Hay dos días que tengo grabados. La gente que fue aquel día a Logroño, que te ponía los pelos de punta, y la final que le ganamos al Barcelona en el 86. Recuerdo a la gente acompañando al autobús hasta el Calderón desde uno o dos kilómetros. Fue impresionante, de verdad (se le entrecorta la voz de emoción), no se puede explicar. Bueno, ya sabemos cómo es la afición de aquí cuando las cosas van bien.

--La siguiente vez que le llamaron fue para otra salvación, y otra Copa, la del 2001 en La Cartuja.

--No era el equipo de Kily, Poyet, Morientes y compañía, pero no era mal equipo. Le ganamos la final al Celta, que era un equipazo, con Mostovoi, Gustavo López, Cáceres... y Víctor Fernández.

--Y tenía a Gurenko.

--Fue un jugador que venía muy recomendado, aunque la gente no se lo creyese. Lo entrenaba Capello en la Roma y lo llamé. Me dijo que me lo podía llevar con los ojos cerrados porque era un jugador súper disciplinado.

--¿Fue una de las claves de esa final contra el Celta?

--Sí. Lo hablé con él una semana antes, le di dos vídeos para que viera cómo jugaba el Celta, le dije lo que quería, que iba a jugar y que no se lo contara a nadie.

--Y se dejó en el banquillo a Aragón y Garitano.

--Sí. los dos se cabrearon, pero hoy en día son grandes amigos.

--Al año siguiente tuvo que volver al banquillo para sustituir a Rojo y luego dimitió. Al final llegó el descenso. ¿Qué pasó?

--Ese año no fue el ambiente más apropiado. Cuando les dije que buscaran otra persona a falta de siete partidos fue porque vi que no había forma.

--¿Por el ambiente en la plantilla?

--Claro. Eso repercutía en el campo. Es cierto que hubo un lío en el vestuario del Bernabéu, pero no lo voy a contar, no viene a cuento. Ese año se torcieron las cosas en todos los sentidos

--¿Aún le tentaron alguna otra vez para que volviese al banquillo?

--Siempre se hablaba. Todavía hay gente que me para en la calle y me dice que coja al equipo. Hay un gran sentimiento de zaragocismo en la calle.

--¿Cómo fueron los últimos años?

--Nos hacían muy poco caso. Seguíamos trabajando, viajando todos los fines de semana, viendo un montón de partidos y haciendo informes que han quedado en el club aunque hubo quien dijo que no estaban (se refiere a Jiménez).

--¿Se marchó dolido?

--Estar toda una vida en el Zaragoza, al que le estoy súper agradecido, y que te den una carta de despido no sienta muy bien. Creo que no la merecíamos. Total para llegar a un acuerdo unos meses después. Entonces parecimos los culpables, pero no sé de qué porque no habíamos intervenido para nada en el primer equipo.

--¿Cómo ve el futuro?

--Todo pasa por ascender. Hay afición suficiente para volver a ser lo de antes, pero primero hay que solucionar otros temas.

--¿Debe marcharse Agapito?

--No soy nadie para decir que se vaya el dueño. A mí me interesa el bien del Zaragoza, no Agapito. Con él he tenido una relación normal, apenas hablábamos, ni de fútbol ni de casi nada.

--¿Ve una salida?

--Yo creo que va a costar, pero esta temporada es importantísima. Absolutamente todo pasa por estar en Primera División.