Los datos de Víctor Rodríguez dicen mucho. Ha jugado en las 25 jornadas, el único que lo ha hecho junto a Leo Franco, pero ya lo ha hecho más veces partiendo desde el banquillo (13) que en el once (12). Paco Herrera lo justifica en su capacidad como revulsivo, en el fútbol entre líneas que puede romper un partido cuando el rival muestra síntomas de agotamiento. La teoría del entrenador tiene, desde luego, matices.

Víctor es uno de los futbolistas de más calidad del equipo, de los pocos que garantiza al menos un par de acciones desequilibrantes. ¿Qué es mejor, guardarlas para el tramo final, posiblemente con el marcador en contra, o darle plaza en el once? Así, en este Zaragoza tan pobre, que Víctor sea el noveno jugador en minutos disputados, es un lujo asiático.

En el mediapunta catalán no habita un futbolista capaz de mantener un nivel alto en los 90 minutos. El problema, pues, es optimizar lo mejor posible los minutos provechosos, porque no es menos cierto que con Víctor sobre el césped el Zaragoza tiene más fluidez cerca del área, más capacidad de asociación. Ante el Barça B y en Lugo, el jugador salió ya con el marcador en contra y su entrada, aunque supuso una tibia mejoría en el desastre, no pudo cambiar el sino de la derrota.

Víctor no es titular desde el partido en Sabadell, donde firmó una actuación pobre y desde entonces ha empezado como suplente en siete partidos, su continuidad más larga alejado del once. No es de extrañar que su cuenta goleadora se haya parado en cinco dianas desde Riazor, el 20 de octubre. Al inicio del campeonato sus titularidades eran más frecuentes.

Con él como alternativa para las segundas partes, el Zaragoza enlazó su mejor racha en enero, pero también lleva ahora dos derrotas seguidas e hizo un partido lamentable contra el Murcia en La Romareda antes del parón.

En Miranda reactivó el ataque y puso en la cabeza de Roger el gol. Lo mismo que ante el Sporting fue decisivo, con el taconazo que supuso el tanto de Cidoncha. Ante el Tenerife, con dos dianas, y en Valdedebas frente al Castilla, con otro gol, su presencia también fue determinante. Son partidos que dan la razón a Herrera en el rol de revulsivo. Y hay un dato más. Víctor solo ha estado en el once en dos de los diez triunfos, en Mallorca y ante la Ponferradina, cuando marcó el 2-1 final.

El catalán es clave para el técnico, que está cuidando al máximo sus presencias sobre el césped y, para él, es un cambio obligado cuando se queda en el banquillo. Es una manera de tener al futbolista enchufado, no solo por lo que aporta sino porque en un futuro seguro que el bajón de nivel de los titulares le da una plaza en el once en citas vitales. El problema es que las jornadas pasan y esa titularidad, merecida al lado de lo que ofrecen otros, se pospone. Herrera estuvo a punto de devolverle al once en Lugo, pero cambió de idea, por el estado del césped o por lo que fuera. Y Víctor, mientras tanto, en el banquillo, en una suplencia difícil de explicar.