Cedido por el Athletic de Bilbao y con solo 21 años llegó Íñigo Ruiz de Galarreta al Zaragoza, con un rostro aniñado y después de que la rodilla izquierda hubiera parado su progresión en el Athletic, donde debutó en el primer equipo de la mano de Bielsa hasta que el cruzado se le rompió en octubre del 2012. Un año después, en su cesión al Mirandés, sufrió la misma lesión, pero en la rodilla derecha. Por ello, su llegada al Zaragoza supuso mucho más que una redención para él. Jugó 41 partidos oficiales, sin terminar de mostrar todo su potencial, aunque dejando claro que en él había talento de sobra.

«El Zaragoza siempre será muy especial para mí, solo disfruté un año de la ciudad y del club, pero fue un tiempo muy bonito. Venía de dos años complicados y jugar en un equipo de ese nivel me vino muy bien. Pudimos pelear el ascenso hasta el final, aunque se nos escapó», argumenta, acordándose de aquel tren que se marchó en el estadio de Gran Canaria en los últimos siete minutos y que tanto habría cambiado la historia reciente del Zaragoza.

Tuvo que hacer las maletas tras aquella cesión en La Romareda para irse a préstamo de nuevo, esta vez al Leganés, y a su regreso de Butarque ya se desvinculó del Athletic para que su carrera se lanzara en el Numancia y diera el salto al Barcelona B en la categoría de plata con un traspaso de 700.000 euros. Las Palmas apostó por él en el 2018 y un año después lo hizo el Mallorca, aunque el curso pasado se quedó cedido en el cuadro canario para regresar al balear en este verano. Desde que debutó con el Athletic son ocho los equipos en que ha jugado en ocho años, todo un trotamundos en el fútbol.

«Nunca me imaginaba que iba a jugar en tantos sitios diferentes, tengo 27 años ahora y he podido vivir ya mucho. Al principio salía cedido, cada año iba a un equipo diferente y ahora mi carrera también ha pasado por distintas etapas. Claro que me apetece un poco más de estabilidad, estar varios años en un mismo sitio, pero echo la vista atrás y todo lo que he vivido también lo veo de forma muy positiva», asegura el centrocampista, que tuvo algunos tanteos en estos años para regresar a Zaragoza, aunque «nunca hubo una opción realmente clara».

En todo caso, tras un fugaz debut en Primera, con tres partidos en el Athletic, está encasillado en Segunda, de donde no sale, ni siquiera el año pasado cuando lo fichó el club balear por 500.000 euros hasta el 2023 y estando en la élite, pero se quedó cedido en Las Palmas. «Son muchos años en esta categoría y soy un jugador de Segunda. Y me siento orgulloso de serlo. Por supuesto que me ilusiona estar en Primera. No me rindo, tengo ese objetivo, pero siempre valorando lo logrado».

En el Mallorca comenzó jugando poco en esta temporada pero ahora acumula tres titularidades consecutivas, aunque este domingo el regreso de Baba le encarece mucho el puesto en el medio en un equipo lanzado para volver a Primera. «Empezamos con una derrota pero después llevamos una dinámica muy buena, de ocho partidos sin perder. El equipo tiene buenas sensaciones, nos encontramos bien, pero esta categoría es muy larga. No nos marcamos el objetivo de subir, sino de ir día a día», dice con humildad.

Confianza en el Zaragoza

En la distancia, Galarreta ve al Zaragoza con el cariño y con la pena del ascenso que se escapó el curso pasado, donde «llevaban una inercia increíble, pero el parón les fastidió mucho», indica, dejando la certeza de que su exequipo se va a recuperar y que su posición y su momento actuales son un espejismo. «Han hecho un cambio enorme, con muchos futbolistas nuevos, pero seguro que con la plantilla que tienen, por fuerza, por historia y por el club que es, estarán arriba. Estoy cien por cien seguro», sentencia con esa cara aniñada que aún conserva pegada a su maleta.