Era lunes y el Mallorca le comunicó a José Luis Oltra, hasta entonces técnico del equipo, que había sido cesado. Pero llegó el martes, y luego el miércoles, y el preparador dirigió las sesiones de entrenamiento del conjunto bermellón ambos días. El jueves, en cambio, la destitución sí fue tal, esta vez definitivamente. Oltra, el hombre que fue destituido dos veces en tres días. La explicación, claro está, se encuentra en las desavenencias internas de un club en el que la estabilidad institucional desapareció hace ya un tiempo.

Los dos máximos accionistas de la entidad, Serra Ferrer y el alemán Utz Claassen, tenían una cosa en común y otra no en relación a la figura del entrenador. Ambos querían destituir a Oltra, pero el primero prefería para sustituirle a Lluís Carreras, extécnico del Sabadell, mientras que el segundo --que llegó a llamar a Carreras "miniOltra"-- se decantaba por el retorno de Miguel Ángel Nadal, que ya había sido segundo entrenador en la etapa en la que Laudrup dirigió al Mallorca. Así, el lunes 17 de febrero se celebró un Consejo de Administración en el que el cese de Oltra estaba decidido, pero la falta de acuerdo entre Serra Ferrer y Claassen propició que no se llevase a cabo. Serra Ferrer dimitió como director deportivo y Toni Prats, de su misma corriente, fue elegido en su lugar.

El lunes siguiente, día 24, cambió un protagonista, pero se repitió la escena; esta vez fue Prats quien apoyó a Carreras y, de nuevo, Claassen apostó por Nadal. Ante otro nuevo empate en la votación, entró en juego la figura del presidente de la entidad, Gabriel Cerdá, que tenía la capacidad de desnivelar la votación con su propio voto. Cerdá mostró su apoyo a la opción de Carreras, de forma que el club procedió a comunicar su destitución a Oltra ese mismo día. No obstante, Claassen frenó el movimiento. Oltra siguió entrenando al equipo, debido a que el alemán había alegado que hacía falta volver a celebrar un Consejo de Administración para certificar la decisión. Así se hizo, y el proceso culminó el miércoles. Aterrizó Lluís Carreras, pero su desembarco, con una derrota ante el Barça B, dejó bien claro que el Mallorca es la casa de los líos.