A la de tres el edificio saltó por los aires. Fue un desmoronamiento en toda regla, estrepitoso por lo inesperado y provocado por la peor de las razones: el otro equipo, el fabuloso Barcelona B, tiene mejores jugadores y juega mucho mejor al fútbol. El derrumbamiento del Real Zaragoza en la segunda parte, en la que fue zarandeado y ni siquiera percibió el tacto del balón en las botas, fue sorprendente porque se originó por la zozobra del sistema defensivo, hasta ayer tarde el gran aval de crecimiento de este equipo nuevo, en fase de construcción y con un largo y dificultoso camino por delante.

En el Barça B hasta el portero es un buen jugador de campo. Con ese fútbol personalísimo de toque, sello inequívoco de La Masia, destrozó todas las agradables sensaciones que el Zaragoza había transmitido las dos primeras jornadas, en las que no ganó pero en las que sí mostró orden táctico, seriedad atrás y un buen trabajo colectivo, bien acompasado. En el Mini Estadi todo desapareció. Adama hizo otra vez de su capa un sayo y le volvió a amargar el día a Rico. A Rico y a todo el que se cruzó con su fibrosa figura, Mario incluido, que en las ayudas fue netamente superado. No fue solo cosa de ellos dos, todo el equipo va en el mismo saco, pero el botón sirve de muestra. Un año después volvió a suceder justo lo mismo. Sigue siendo duro que un equipo de niños sea mejor que uno de hombres.

Este novel Zaragoza, distinto a todos los anteriores por ser el primero después de Agapito, jamás le va a temer a la ilusión porque de esa corriente de felicidad se ha alimentado y se va a alimentar. En todo caso podría temerle a que el despertar no sea el soñado. El proyecto vivió su primera pesadilla. Hoy todos serán peores, los cañones apuntarán a Víctor Muñoz, habrá jugadores señalados, algunas preguntas no tendrán respuesta y se buscarán culpables. El fútbol, que hace falta más. Un lunes tras una derrota fea. El momento lo que pide es bajar de una vez de las nubes, poner los pies en el suelo y seguir mejorando, que margen hay y tiempo también.