El partido que enfrenta esta noche a Deportivo y Real Zaragoza debía medir las fuerzas de dos candidatos al ascenso. Un pulso entre tipos fuertes. Hechos y derechos. Uno recién descendido y, por consiguiente, favorito para el regreso a la máxima categoría nacional a través de uno de los límites salariales más altos. El otro, un equipo potente en plena etapa de madurez tras el primer año de un proyecto que se quedó cerca del ascenso. Este tenía que ser el año de un Zaragoza que daba continuidad a la plantilla de la pasada campaña y que debía dar el salto definitivo en su sexto año en las cavernas. Pero no. No será así. Porque, mientras el Deportivo ha cumplido su parte y camina con firmeza por la zona noble de la Liga, el otro, el Zaragoza, no ha resultado ser aquel equipo poderoso que afrontaba la temporada entre los favoritos. Nada más lejos de la realidad. El equipo aragonés es, ahora, una escuadra desgarrada y famélica demasiado lejos de todo y en una sempiterna crisis de identidad, fútbol y resultados.

Con la morrina de lo que pudo ser y no fue, el Zaragoza llega a Riazor con miedo en el cuerpo y en el alma. En zona de descenso a Segunda B y a 16 puntos de su oponente cuando ni siquiera se ha llegado a Navidad. Lo ha hecho tan mal el equipo aragonés que ya asoma el tercer entrenador en lo que va de temporada, se avecina una revolución en el mercado invernal que se negó hasta hace cuatro días y La Romareda está cada vez más vacía. Un desastre.

Así, con la única aspiración de salvar el pescuezo, el Zaragoza afronta el choque sabedor de que el rival es y está mejor. Así lo dice la tabla, las sensaciones y el estado anímico de unos y otros. Mientras el Dépor aún no ha perdido en casa, el Zaragoza apenas ha sumado 5 puntos de los últimos 21 desde que llegó Alcaraz con la misión de evitar un naufragio que el técnico granadino no ha hecho sino acelerar.

POCOS CAMBIOS

Apenas habrá cambios en el once inicial que empató el pasado domingo ante el Córdoba y que logró, tres meses después, dejar la portería a cero. Entrará, eso sí, el recién llegado Guitián en el centro de la defensa para sustituir al lesionado Álex Muñoz y formar pareja con Verdasca en una línea de cuatro que completarán Benito y Lasure en los laterales. Eso si, como parece, Alcaraz decide dar continuidad al rombo que rescató la pasada jornada. En el centro del campo, Ros y Guti son fijos, con James como principal candidato a ocupar el costado izquierdo. En la mediapunta, Biel y Gual, que podría retrasar su posición habitual, se juegan un puesto porque, arriba, todo apunta a que Pombo y Álvaro ejercerán de principales referencias ofensivas.

Aunque no es descartable que el técnico granadino introduzca sorpresas, algo que ha venido haciendo asiduamente desde que llegó. No parece, en todo caso, que vaya a ser así. De hecho, Alcaraz ya anticipó el pasado viernes que no habrá muchos cambios respecto al once que formó de inicio ante el Córdoba. Así que tampoco puede descartarse que Delmás siga en el lateral y Benito en el interior, aunque ni uno ni otro aprobaron el pasado domingo. Zapater, que acumula ya tres encuentros consecutivos sin un solo minuto, también podría ser rescatado para la causa.

De cualquier modo, el partido de esta noche va más allá de los nombres. Y de la morriña de antaño o de lo que pudo ser y no fue. A estas alturas y con la que está cayendo, la cosa no está como para echarse a temblar. O sí. Pero el Zaragoza tiene la obligación de afrontar cada partido como una final y mirar a los ojos a cualquiera. Por muy alto y fuerte que sea. Lo es el Deportivo, algo menos sin uno de sus máximos goleadores, Carlos Fernández, y claro favorito merced a sus méritos y a los deméritos de un conjunto aragonés hundido y cuyo entrenador pende de un hilo. Una derrota hoy, en principio, le mantendrá. Una goleada u otro bochorno quizá no.