Tenía que ser una fiesta y acabó en un mar de lágrimas. Lloraban desconsolados los aragoneses, Lasure y Delmás sobre todo, y sollozaba sin parar un gallego adoptado como un maño más. Acabado el partido Borja Iglesias iba hundiendo su cabeza en un hombro tras otro, en el abrazo del león Zapater, en el gesto afectuoso de los rivales, en las palabras reconfortantes de su fiel y viejo amigo Álvaro Ratón, deshecho el delantero como un niño al que le acaban de romper su juguete más querido. No es difícil imaginar que por su cabeza estuvieran desfilando una a una las ocasiones que el Real Zaragoza desaprovechó en la segunda parte, casi todas generadas por el estupendo juego del gallego. Cuatro mano a mano, uno de ellos doble, tuvo el Zaragoza. El equipo de Natxo González falló en el peor día posible.

Tras una primera parte en la que Jagoba Arrasate le ganó la partida por completo a su rival, el letargo dejó paso a un despertar primaveral. El Zaragoza se fue a los vestuarios con el miedo en el cuerpo y se lo sacudió al minuto de la reanudación. El Numancia había desactivado al equipo aragonés impidiéndole tener el balón, no permitiéndole dar más de dos pases seguidos. Con el centro del campo anegado, era el momento de estirar el equipo con pases largos. Ahí se agigantó por momentos la figura de Borja Iglesias, cayendo a la banda derecha, cuerpeando como solo él sabe, generando ocasiones para sí mismo y sus compañeros. Pero sin suerte de gol.

La primera fue ya en el minuto 46. Borja tocó el balón para dejar solo ante Aitor a Zapater, que lanzó fuera el mano a mano. No cambió el marcador pero sí el ánimo del Zaragoza, que se estiró mucho más en la segunda parte. En el minuto 55 volvió a ser Borja quien dejara a Papu solo ante Aitor, quien desvió con los pies de manera prodigiosa el lanzamiento del georgiano. La siguiente fue doble, a Borja se la sacó el meta del Numancia y Papu la echó fuera. Los balones largos le estaban dando un gran rédito al Zaragoza, sobre todo con unos centrales cada vez más cansados y desacertados. Borja tuvo otra, esta vez más escorada, justo un minuto antes de que se adelantara el Numancia. Aitor volvió a salir con acierto para desviar el balón.

El Real Zaragoza ha ganado partidos de todas las maneras posibles en esta segunda vuelta de ensueño. Dominando, como un huracán, o con la suerte de marcar la única ocasión generada. Ayer fue al revés. Perdió desaprovechando múltiples ocasiones claras, sobre todo en la primera media hora de la segunda parte. El gol del Numancia volvió a achicar un poco al Zaragoza, que apenas tuvo un disparo de Pombo que volvió a rechazar Aitor antes de que Mikel empatara tras otra acción de Borja, quién si no. El delantero gallego se desvivió como siempre, fue el referente ofensivo de un equipo superado durante muchos minutos. No hubo manera. Lo que podía haber sido una goleada en esa efervescente media hora acabó en derrota de la manera más cruel por el minuto de partido en que se produjo. En el momento preciso para romper todos los sueños y dejar sin consuelo al zaragocismo.