Nada cambia en el Real Zaragoza, ni siquiera la insistencia en encajar golpes y en acumular penas. Mereció ganar al Mallorca en un partido entre dos equipos sin apenas alma y con ritmo de casi pretemporada, tuvo Luis García el penalti para dibujar una sonrisa, para firmar el final de una racha que ya acumula seis partidos sin victoria y tres puntos de 18, pero Rubén Miño, el mejor de largo del rival, adivinó el lanzamiento y volvió a golpear a una afición que cargó contra el mediapunta y sus lágrimas y contra Paco Herrera, con quizá la petición más unánime de su salida en lo que va de curso. De momento, el técnico no hace las maletas y sigue en un Zaragoza cuyo viaje no apunta a Primera cuando restan 13 jornadas. Está a 10 puntos del ascenso directo y a tres de la promoción y solo tiene 5 de renta con la tragedia que sería la Segunda B. Ese es el panorama, tan desolador como el que transmite desde hace tiempo el club, casi desde que Agapito Iglesias puso sus pies en esas oficinas.

Dos penaltis, el que cometió Abraham en Huelva y el que falló ayer Luis García, han dejado al Zaragoza sin 4 puntos en dos semanas. No es que ese botín le hubiera colocado en el cielo, aunque sí que ofrecería otra sensación para un equipo que sigue muy lejos de ofrecer una versión creíble, redonda y homogénea. Viene de listones tan bajos, que una cierta mejoría en el Colombino o la mayor llegada que tuvo contra el Mallorca pueden invitar al optimismo, que se acaba cuando se recuerda que este Zaragoza raquítico de fútbol y de poco espíritu ya ha dejado escapar 25 puntos en La Romareda y lleva un triunfo en ocho partidos de la segunda vuelta. Como para pensar en el ascenso...

Mientras el tren del retorno a la élite se aleja y pasan las jornadas, Herrera y el club siguen pertrechados en ese inmovilismo que solo transmite la idea de que no pasa nada. El Zaragoza hace siglos que no gana, en su feudo es de los peores de la categoría y dilapida oportunidades para acercarse a los de arriba. Pero no pasa nada, salvo la ración semanal de explicaciones, a veces poco certeras, del técnico. La ocasión perdida ante el Mallorca fue imperdonable, porque el rival, que cuenta con buenos jugadores, es un cadáver que ni la llegada de Carreras ha revitalizado, como si no quisiera ascender ni poner empeño en ello. No ganar a ese adversario, por mucho que se hagan méritos, es un pecado, otro de este Zaragoza.

MAL INICIO Porque es innegable que los de Herrera tuvieron que agarrar ese triunfo. Contaron con las mejores ocasiones pese a que de nuevo, y van demasiadas, salieron a verlas venir. Con el mismo once que en Huelva, el Zaragoza se encontró con un gol en contra nada más empezar. Generelo, de opaco regreso a La Romareda, lanzó una falta, Arzo despejó a donde nunca debe un defensa y Thomas entró solo con permiso de Acevedo para fusilar a Leo Franco tras bajar el balón.

Ahí, La Romareda silbó, con razón, y señaló por ejemplo a Paglialunga o a Luis García, que recompusieron la figura. Otros como Acevedo, Fernández o Montañés, ni eso. Al menos, el Zaragoza tuvo la suerte de empatar pronto, Luis García prolongó un balón y Roger mostró velocidad y fortuna para marcar tras dar su flojo disparo en Agus.

El partido entró en una fase de indefinición. El Mallorca se echó atrás esperando vivir de alguna contra, con la velocidad de Nsue y la presencia física de Thomas, pero sin proponer nada. Y muy poco ofrecía el Zaragoza, lento en la creación y no demasiado despierto en los repliegues. Una ocasión de Roger, el mejor del Zaragoza, fue lo único salvable hasta que la primera parte se adentró en su tramo final. Ahí, sin Álvaro, lesionado, y con Laguardia, el Zaragoza debió irse con ventaja al descanso. A Cidoncha, a pase de Roger, y a Montañés, tras asistencia de Paglialunga, se les nubló la vista delante de la portería rival.

La segunda parte comenzó de nuevo floja para el Zaragoza, otra vez sin ritmo, pero el Mallorca le invitó a seguir gobernando el partido. El equipo balear empezó a perder tiempo, señal clara de su falta de confianza y solo Thomas parecía generar algo de preocupación, al margen de las carreras a ningún sitio de Nsue ante Rico. Miño, sin embargo, era el único despierto de su equipo. Mandó al larguero una falta de Luis García, mientras que Montañés estropeó una jugada por su obstinación en ir a batallas contra el mundo. Con Acevedo perdido y con poco fútbol, pero el campo estaba inclinado de forma clara hacia el área del Mallorca.

MIÑO, SALVADOR Un remate acrobático de Roger a centro de Luis García precedió a la salida de Víctor, tardía, eso sí, para que Cidoncha pasara al doble pivote y para meter una velocidad más que se notó, porque para entonces el Mallorca ya estaba a un nivel físico de un equipo de veteranos, algo que sus cambios mejoraron muy poco. Una volea de Luis García y un buen tiro de Víctor que despejó Miño fueron el preludio del penalti de Roger, que recogió una asistencia de Víctor y fue arrollado por Cadamuro. El meta adivinó su intención y el asturiano se marchó entre lágrimas para que Esnáider debutara. Con la Romareda pidiendo a coro el adiós de Herrera murió un choque donde el Zaragoza sumó más golpes y penas en su triste devenir.