-Hace mucho que no sabíamos de usted por Zaragoza.

-Mucho, demasiado. Echo mucho de menos aquellos días. Recuerdo Zaragoza con melancolía y un poco de pena.

-¿Qué es de su vida después de decir adiós al fútbol?

-Hace unos años que me retiré. Ahora intento divertirme cada día en mi querido Brasil con mi gente y mi familia. Disfruto con mi hijo, que es jugador en el Boavista portugués. Aunque si le soy sincero echo de menos ser jugador. Cada día veo vídeos de cómo jugaba y de cómo era la vida como futbolista.

-Seguro que ha visto más de una vez el legendario gol de ‘escorpión’ que le marcó al Sevilla.

-Miles de veces. Lo recuerdo como si fuese hoy. Era un balón que venía por banda izquierda pero di un paso adelante y no llegaba a rematar como quería. Recuerdo pensar ‘a ver cómo llego’ y me salió esa maniobra. Fue espectacular. No fue aún más precioso porque a Palop le dio por marcar en el último segundo. Hay que ser egoísta (ríe).

-¿Algún hermoso recuerdo más de su etapa como jugador?

-Tengo varios... De mi época de la Liga de Campeones en el Shakhtar, de aquellos días dorados en la Lazio o uno de los goles más bellos de mi carrera. El que le metí a Osasuna con la pierna derecha tras un fantástico pase de Pablo Aimar.

-Se emocionó usted mucho ese día. ¿Lo recuerda?

-Una emoción muy grande. Me sigo emocionando aún. Rompí a llorar con mi primer gol. No pude evitarlo y me salieron las lágrimas. Más adelante lloré, pero por otra cosa…

-¿A qué se refiere? ¿A la lesión que sufrió en el encuentro del Camp Nou?

-Sí, fue uno de los peores días de mi vida. Nada volvió a ser igual desde aquel momento.

-¿Qué supuso para usted?

-Esa lesión fue un trauma que no superé. Un daño psicológico irreparable. Estaba con una alegría inmensa por triunfar en España. No lo imagina usted bien. No había ninguna necesidad para que Yaya Touré me hiciera esa entrada. Sé que no fue voluntario, pero entró muy, muy fuerte y yo entré en depresión. Estuve casi seis meses sin jugar. Me llegó en el peor momento de mi vida. Verdaderamente me cortó las alas. No volví a jugar bien. Yaya Touré casi me arruinó la vida.

-Se le nota todavía dolido por esa acción tan desgraciada.

-Es que sin esa lesión todo hubiera sido diferente para mí.

-¿Qué hubiera cambiado?

-Me juego la vida a que hubiera hecho una buena temporada. Tenía talento para haber ayudado muchísimo al equipo. Éramos de los mejores equipos de la Liga. No había discusión. Teníamos una plantilla de fase de grupos de la Champions League.

-No solo la lesión, después tuvo que lidiar con todos los problemas con la FIFA por su fichaje.

-No quería pensar mucho. Sinceramente. Si pensaba, me hundía. Estaba muy preocupado por el presidente del Shakhtar. Primero quisieron ir a por el Real Zaragoza y después intentaron que yo no jugase más al fútbol. Fue un periodo muy intranquilo.

-¿Pasó miedo?

-Sí, sí. Mucho.

-¿Por qué?

-Sabes que hay cosas y personas en el mundo del fútbol con las que hay que tener mucho cuidado. El presidente del Shakhtar tenía mucha responsabilidad por ganar el caso. Cuando intentó que no jugase más me preocupé. Incluso cuando me marché del Real Zaragoza a Italia vi que todo ese proceso continuaba. Nunca dejaba de estar en paz.

-Apostó muy fuerte por venir a la capital aragonesa.

-Es que quería jugar en la mejor Liga del mundo para poder ir al Mundial y seguir creciendo. Cuando salió la opción de ir al Real Zaragoza me quedé parado y dije ‘hagámoslo’. No pensé en los problemas que pudiera haber. El Shakhtar era un gran club, pero en aquel momento el Real Zaragoza era mayor. Y podía serlo todavía aún más. Queríamos jugar la Champions.

-Se le fichó por una cantidad gigante, habla mucho de cómo apostó el club por usted.

-Agapito Iglesias quería hacer cosas grandes. Conmigo fue muy leal. Antes de fichar por el Real Zaragoza comimos juntos y me transmitió todo lo que quería hacer. En mi cabeza solo pensaba en ser campeón. Fue una pena que ese proyecto no hiciese algo grande. Es que es de locos que encima bajásemos a Segunda. Lo paro a pensar y no tengo palabras.

-También le adoró Víctor Fernández. Curiosamente todavía sigue como entrenador en la actualidad en el Real Zaragoza.

-¿Víctor sigue? ¿En serio? Qué bello. Le mando mucho cariño. Para mí fue muy importante. Él sabe lo que pasé. Me ayudó mucho. Me hizo sentir muy bien en los primeros meses de dificultad.

-Todo fueron problemas esa temporada. Nada terminó por salir bien.

-Bajar fue un delito. La gente en Brasil me lo pregunta. ¿Cómo fue posible? Tuvimos hasta cuatro entrenadores. Eso fue letal para el equipo. Creo que no debieron de haber cesado a Víctor Fernández. Las auténticas estrellas no solo brillan en el campo; lo tienen que saber hacer fuera, en el vestuario. Y las nuestras no lo hacían.

-¿De quién fue la culpa de que todo aquello ocurriera?

-Víctor Fernández no tuvo ninguna culpa ni responsabilidad. Fueron los jugadores. Teníamos problemas dentro con tres o cuatro jugadores importantes. Creo que había demasiadas estrellas que solo miraban por lo individual. Siempre digo que un equipo con más de dos jugadores importantes puede ser problemático. Eso nos mató. No éramos un grupo unido para haber conseguido los objetivos que merecíamos. Y entonces pasó lo que pasó.

-Su etapa en el Real Zaragoza no fue sencilla. Su fichaje, la lesión, las dificultades deportivas...

-No. Ni mi vida tampoco fue nada fácil. Yo soy un chico de calle y sé lo que es sufrir. Me crié desde muy niño con un balón en los pies. Sé lo que es pelear desde lo más bajo para llegar arriba. Por eso la lesión en el Camp Nou me afectó tanto. Estaba llegando a la cima y por causas ajenas a mí todo se vino abajo.

-¿Cómo vivió la calle?

-Mi familia no tenía nada de dinero. Éramos muy pobres. Te tenías que criar en la calle. La criminalidad estaba por todas partes. Había muchos peligros. Pero yo tenía un sueño, que era jugar al fútbol. El fútbol y la calle me salvaron de acabar como tanta gente. Me salvó la vida. Pude salir de Brasil, conocer España, Italia… Vi culturas muy bonitas. La pelota me lo dio todo.

-Usted salió bien de la miseria.

-No todo el mundo sale de la calle. La calle es peligrosa. Te puede atrapar y de ahí no sales. Cuando no tienes nada es complicado salir a un lugar mejor. Solo hay dos opciones; salir vivo o muerto. Yo, gracias a Dios, pude entrar en el mundo del fútbol y pude hacer una carrera linda. Cuando miro atrás recuerdo a amigos míos con muchísimo talento que no llegaron a nada y a otros que ni siquiera están con nosotros. No es sencillo. Yo estoy participando en un programa para ayudar a esos niños a que salgan de la calle con el deporte.

-Echa la vista al inicio de su carrera y cómo valora todo lo que ha conseguido.

-Estoy muy satisfecho. Por ejemplo, recuerdo que en mis inicios en el Brescia italiano pude coincidir en el campo con Guardiola y con jugadores como Baggio o Luca Toni. Pep ya era un entrenador en el campo. Gritaba, gesticulaba… Me inspiré mucho con sus consejos y gracias a él tomé esa pasión por el fútbol español. Ahora estoy trabajando para construir un pequeño campo de entrenamiento para los niños que como yo no han tenido recursos económicos para jugar al fútbol. Devolver lo que este deporte me dio. Es mi mayor ilusión.

-Usted se marchó con el equipo en Segunda y este año el Real Zaragoza espera escapar de esa maldita categoría.

-Ojalá Dios le dé la fuerza que necesita para subir. Sería bello que volvieran a Primera. Es su sitio. No tengo ninguna duda que en cuanto suban estarán en lo más alto por mucho tiempo.