Sorprendente, chocante, inesperado, insólito, inaudito. Se puede llamar de mil formas, pero no cambia que la decisión de pitar penalti de Ávalos Barrera es tan incomprensible como equivocada. Y por más que se le busque explicación con el reglamento en la mano, consultando a colegiados o hasta simplemente observando las imágenes, que admiten pocos claroscuros y que son muy cristalinas, no se puede entender que el colegiado catalán señalase los once metros de Vigaray. No entra en ninguna cabeza más que en la suya. A saber qué le rondaba al señor colegiado.

La señalización de la pena máxima no tiene sentido alguno incluso tras la secuencia de acontecimientos y menos aún con la ayuda y soporte del VAR, que una vez más evidenció que puede ser una herramienta muy útil siempre y cuando su aplicación no dependa tantísimo de la interpretación arbitral, porque deja ventanas abiertas a los errores groseros.

No se puede decir que después de cuatro palos y numerosas ocasiones marradas, Ávalos Barrera (que por cierto ya tiene un historial de decisiones cuestionable con el Real Zaragoza) sea el único culpable de la derrota del equipo aragonés, pero sí que condicionó totalmente el guion de un partido que terminó con la sensación de que, en un día normal, este duelo el cuadro blanquillo lo gana 99 de cada 100 veces. Ayer tocaba la que caer cruz.

Aun así, el choque de Ávalos da para nevera y, además, hasta aplicó mal el protocolo del VAR. Primero, el colegiado señaló juego peligroso y falta indirecta, una decisión de interpretación. Habrá quien opine, posiblemente con mucha razón, que es juego peligroso, algo que probablemente hubiese sido la decisión más salomónica y hasta entendible; y otros, también con mucha razón, que no es ni falta porque llega antes.

Pérez Pallás le llama y le dice que vaya a verlo y solo puede (o más bien debe) cambiar su decisión si es un error flagrante. Y no, no lo era. Exárbitros y colegiados actuales consultados coinciden en que no hay duda, no hay penalti, pero para el que manda sí pese a que claramente Vigaray se anticipa a Manu Fuster y que es el atacante del Albacete el que golpea al lateral madrileño. Escandaloso.

Tampoco en el vestuario del Real Zaragoza se lo explican, como evidenció Eguaras tras el duelo: «En un principio nos dice que es juego peligroso y se reitera en que es juego peligroso, va a verlo y le dicen que se anticipa, pero decide pitar penalti. Nos ha sorprendido porque insistía en que se anticipa, pero que como hay contacto con el jugador del Albacete es penalti». De escándalo.

Pero el show del trencilla no quedó ahí, porque no solo trastocó el devenir del choque con el incomprensible penalti, sino que además perdonó la segunda tarjeta amarilla a Azamoum en la primera mitad tras una entrada por detrás a Sergio Bermejo en zona peligrosa de ataque. La amarilla, por cierto, se la adjudicó a Narváez. Y por si fuera poco tampoco precisó en un primer momento la roja de Arroyo. El mayor palo fue Ávalos Barrera.