Visto lo visto, habría que darle la razón a Víctor Muñoz, que desde el primer día que aterrizó en el Real Zaragoza ha insistido en el mensaje de que el objetivo debe ser la permanencia. Lo dicen los datos, los resultados, la clasificación. Produce escalofríos comprobar que es el peor equipo de los últimos tres meses, como se ve en el cuadro adjunto. Lo es por méritos propios, desde luego.

El Zaragoza solo ha sido capaz de sumar 8 puntos en once partidos, mientras que el Eibar, su rival del domingo, ha alcanzado los 23. Malas noticias en el análisis frío. Las hay buenas también, más bien se esperan. El empate de Vitoria dejó una sonrisa triste, al cabo una sonrisa, a la que el Zaragoza se va a agarrar. Allí, en Mendizorroza, se advirtió un equipo desconocido hasta ahora, un bloque intenso e implicado capaz de jugar de otra manera, capaz de generar fútbol, capaz de defender con honor la camiseta. Lo que es aún mejor, los futbolistas se lo creen y así lo transmiten. Nadie va a decir en voz alta, al menos de momento, que el objetivo es el ascenso. Pero muchos lo piensan tras haber adivinado cuál puede ser el rendimiento del equipo con Víctor Muñoz al mando.

¿Qué ha hecho el Zaragoza en este periodo sombrío de la segunda vuelta? Apenas nada, como bien se puede imaginar. Una victoria apurada en Anduva ha sido la mejor noticia, la única, de los aragoneses. Junto al triunfo, cinco empates y cuatro derrotas desde que se le dio la vuelta al calendario.

TRES MESES SIN GANAR La puntuación, obviamente, muestra la situación de alarma de este equipo, que empieza ofrecer señales en el aspecto táctico y anímico pero no consigue ganar. No lo hace desde hace casi tres meses (12 de enero ante el Alcorcón).

Se sabe que cuando las sensaciones coinciden con los resultados, el problema es de aúpa. Así era hasta hace bien poco, concretamente hasta que se marchó Paco Herrera. Al exentrenador se le había ido el equipo de las manos mucho antes. Entregado y sin respuesta, esperó su despido más semanas de las que esperaba. Y ahora toca correr con Víctor al frente. Desde luego, el cambio ha sido notable. Se aprecia en los entrenamientos, en la intensidad y en la disposición. Falta ponerle los resultados, que llegarán, se supone, en cuanto los ajustes del nuevo técnico comiencen a engrasar.

Se vio ya ante el Deportivo que el Zaragoza fue otro. Al menos amagó, dio para intuir. Le duró para lo que le duró, claro. Como se constató en Mendizorroza, la fiabilidad del equipo da aproximadamente para una hora. Después, conforme se apaga el ánimo físico, aparecen las lagunas y se resaltan los defectos. Pero ante el cuadro gallego generó tres ocasiones claras antes del 0-1 que bien pudieron alterar el final. Otro tanto en Vitoria, donde subió la línea de presión y juntó al equipo. Por ahí se acerca al camino correcto, aunque no obtendrá el impulso necesario hasta que encuentre la senda de las victorias.

El problema se encuentra en todas partes, aunque se agudiza en casa, donde el Zaragoza debería cimentar su escalada y, quién sabe, su sueño. Pero no vence en La Romareda desde que batió al Alcorcón en el último partido de la primera vuelta. Es decir, no ha vuelto a ganar ante su público, otro dato de un nefasto segundo tramo de la competición, donde es el peor equipo en las 11 jornadas disputadas, con solo 8 puntos de 33.

Empató con el Hércules, perdió con los filiales del Madrid y el Barcelona, firmó tablas con el Mallorca, y volvió a caer ante el Deportivo. Es decir, cinco partidos sin victoria en casa, con dos puntos de 15 posibles, un bagaje horrible a la espera de recibir al inesperado líder de la categoría, el Eibar, del que pocos esperaban que aguantase tan firme. Nueve partidos sin ganar para el Zaragoza en Segunda División hubiese sido algo inconcebible en las últimas siete décadas, pero ese es su aspecto actual, aunque tras su tristeza se permita adivinar una sonrisa.