Son las 15.25 de la tarde. Espero sentado en un sofá de la sede de la BBC en Londres. De pronto aparece Jermaine. Llega tarde, pero lleva puesta su sonrisa pícara. Como si nada.

-¿Cómo le va todo, hace tiempo que no sabemos de usted?

-En un rato comienzo un programa donde participo aquí en la BBC. Colaboro con muchos medios nacionales hablando de fútbol. Estoy disfrutando de la vida después de haberme retirado del fútbol hace muy poco.

-Usted siempre ha sido conocido por disfrutar de la vida.

-Sí (ríe), ahora es distinto porque no estoy bajo el foco, además me he tranquilizado. No soy el de antes. No me creerá si le digo que ahora prefiero estar en casa tumbado en el sofá mientras veo una serie. Lo otro es cosa del pasado y afortunadamente aprendí de mis errores.

-Alguna vez saldrá. Por recordar viejos tiempos.

-Poco, la verdad. Ni cuando el Liverpool ganó la Champions League. Soy aficionado red desde pequeño y lo viví con tranquilidad. Bueno, estaba en un club de golf viéndolo y lo celebré en exceso porque estaba rodeado de fans del Manchester United. Fue extra dulce.

-¿Cómo recuerda aquellos años de desfase?

-Ha pasado mucho tiempo. Fue un estilo de vida que en bastantes ocasiones me salió caro, aunque otras veces no. Recuerdo mi primer partido de titular con el Arsenal ante el Southampton. Tenía solamente 19 años y la noche de antes decidí ir a una fiesta. Recuerdo que desayuné en un McDonald’s. ¡La peor preparación posible! Marqué un hat-trick, pese a tener una resaca terrible. Mis compañeros de habitación me llamaron de todo.

-¿Imagino que sacó de sus casillas a Arsene Wenger?

-Bastante. Pero Wenger fue increíble. Yo estaba un poco asustado. Él tenía fama de duro, pero conmigo era todo lo contrario. Me decía que podía llegar donde quisiera. Era estricto y brillante, siempre recordaré aquellos años en equipos de gran nivel. Pese a todo lo que tuvo que aguantar.

-El Arsenal no fue el único grande en el que pudo estar.

-Cuando estuve en Liverpool el Real Madrid vino a ficharme en mi último año de contrato. Sky Andrew (su agente) mantuvo negociaciones con el presidente y este dio luz verde al acuerdo por cerca de cuatro millones, pero Juande Ramos no estaba al tanto de aquella operación. Así que cuando se enteró decidió tumbar el acuerdo. Pasé del Madrid al Portsmouth. Un cambio gordo.

-Pasó de poder ir a un Real a acabar en otro Real.

-Estaba libre. Tenía ofertas en Inglaterra pero cuando Sky me dijo que había una opción de ir a España dije ‘wow, eso está muy guay’. Pensaba que mi estilo de juego encajaría bien en LaLiga.

-¿Había oído hablar del Real Zaragoza antes?

-¡Claro que sí! Tenía ese recuerdo de ver en el televisor el gol de Nayim contra el Arsenal en la final de la Recopa. Era uno de esos clubs que recuerdas al momento cuando hablas del fútbol español. Así que era una opción que me resultaba muy atractiva.

-Su fichaje en Zaragoza casi se frustró. ¿Cómo fue aquello?

-Estábamos con Agapito Iglesias en una habitación de las oficinas del club negociando el acuerdo. Me querían a toda costa como futbolista bandera para el nuevo proyecto después de ascender a Primera. Entonces mi agente se negó a aceptar las condiciones y me dijo ‘nos vamos’. Me quedé alucinado. Yo quería firmar a toda costa. ‘Sky, ¿qué demonios te pasa? ¡Yo quiero firmar!’, le dije. Estaba realmente enfadado. De pronto Agapito vino detrás de nosotros y nos dijo ‘calma, por favor, volved que lo arreglamos’. Firmamos y así conseguí el contrato más grande de toda mi carrera deportiva (cerca de 1,8 millones de euros por año).

-Su llegada fue muy ilusionante en la ciudad, le recibieron como a una estrella.

-Como a una estrella, sí. No había vivido algo igual que cuando me presentaron. Fue una experiencia que no imaginaba. En Inglaterra sales, te hacen una foto con la bufanda y ya. ¡Es que ahí hubo mucha gente! No sé, ¿2.000 personas? Fue un shock. Los fans del Zaragoza estaban muy ilusionados con mi llegada.

-¿Qué tal con Marcelino? ¿También le hizo rabiar?

-Bueno. Saqué de sus casillas a todos mis entrenadores, pobre Marcelino. Él era duro, severo, a veces se enfadaba rápido. Pero me gustaba mucho, era genial. Recuerdo que venía hacia mí y me decía: ‘¿Cómo van esas clases de español?’ Y yo no podía contenerme la risa y le asentía. Fue una vergüenza que lo despidieran.

-¿Le fue mal con el español?

-Muy mal, la verdad. Hice el esfuerzo por intentar aprender, pero se me hizo imposible. Conseguí decir algunas palabras sobre fútbol, recuerdo eso de ‘dos cervezas, por favor’. Mi traductor, que se llamaba Fernando, me ayudó mucho.

-¿Le costó adaptarse a la cultura española?

-Sí, en especial a la hora de la siesta. Recuerdo ir a buscar algún restaurante para comer y todo estaba cerrado. Estarían echándose la siesta. Así que acababa comiendo en el Burger King (ríe). Luego me acostumbré a las tradiciones y a la ciudad. Era preciosa, muy tradicional y cultural, aunque su noche no me gustaba mucho.

-¿Tan mala era la vida nocturna en Zaragoza?

-Muy mala. Era como salir entre estudiantes, casi todo el mundo era muy joven. Por eso aprovechábamos durante los desplazamientos. Una vez que jugábamos en Sevilla teníamos una noche de hotel antes de volver a Zaragoza. Después del partido nos fuimos de fiesta por la ciudad y la verdad es que no estuvo nada mal.

-Pero con Songo’o se lo pasaba bien, ¿no?

-Oh, dios mío. Frank Songo’o, mi querido Frankie. Sabía de su paso por el Porstmouth, así que fue sencillo entenderme con él porque era de los pocos que sabían inglés. No jugábamos mucho, entonces nos pillábamos un tren a Madrid o Barcelona a pasarlo bien.

-Como aquel día en la Ciudad Condal…

-Junto a él viví una de las noches más locas en España, un viaje a Barcelona terrible. Fuimos porque habíamos quedado con unas chicas y tomábamos el tren a las 6.30 de la mañana para llegar a entrenar. Pero se retrasó y estábamos en problemas. El doctor Villanueva no dejaba de llamarme para ver dónde estaba. Yo no le respondía. Mi traductor me dijo que había estado por mi casa y vio que no había nadie. Cuando llegué le hice creer que estaba dormido y no había podido responderle. Era una persona encantadora. Me supo mal.

-O aquellas noches en Marbella, salió en la prensa y no por algo futbolístico.

-Lo de Marbella no tuvo nombre. Le había dicho al club que tenía que volver a mi casa con mi familia para resolver unos asuntos personales. Me dieron permiso, pero en vez de eso me fui con todos mis amigos de Inglaterra a Marbella. Fueron unas noches increíbles. Pero no salió bien. Perdí el vuelo de vuelta, no asistí al entrenamiento y la prensa se enteró de que había estado ahí. La discoteca donde estuve publicó en su página web unas fotos mías de fiesta… Qué mal.

-Le cayó una buena del club.

-El club se enteró y me pegó una multa tremenda. Vino el manager general y me dijo que eso no era aceptable y me pusieron una multa de 150.000 euros, mi sueldo de un mes. La noche estuvo bien, pero creo que me salió un poco cara (ríe). Me lo merecía. La verdad es que mi vida en Zaragoza fue una absoluta locura.

-¿Y en el vestuario?

-Los jugadores estaban enfadados conmigo. Debían pensar que vaya cara tenía con lo que cobraba. Yo me disculpé con todos; entrenador, capitanes…

-Y luego lo del Porsche olvidado en la estación Delicias. Se han contado muchas cosas sobre aquello.

-Hay un montón de historias. He oído de todo. Muchísimas mentiras, aunque estoy acostumbrado. Tenía que tomar un tren a Madrid para volar hacia Manchester y firmar el acuerdo con el Stoke City. Era 31 de agosto y estaba a punto de perder el tren. Si lo perdía se acababa todo. Así que me bajé del Porsche Cayenne a toda pastilla y dejé las llaves en la guantera del coche. Sabía que iba a volver para recuperarlo, no estoy tan mal como para abandonar un coche tan caro. Tampoco me olvidaba de él, joder. Le dije a mi traductor Fernando que fuera a la estación, cogiera el coche y pagase el ticket del aparcamiento, luego se lo ingresaría, y tuvo que pagar casi 500 euros. Le dije que no se preocupase, que el coche estaba abierto. El pobre quedó alucinado. ‘¡Un Porsche abandonado y abierto! ¿Estás loco?’, me dijo.

-¿Le dijeron algo por tener un coche casi dos meses abandonado?

-Me llamaron del club porque un agente de seguridad estaba asustado. Creía que pasaba algo extraño con el coche. No sé qué pensaría. Que era un coche bomba, o que guardaba algo peligroso. Entonces creo que los responsables de la estación llamaron al club y de ahí se filtró a la prensa y se contó todo lo que se ha contado. Fue una historia curiosa.

-¿Tuvo que ver algo su infancia en ese estilo de vida?

-En parte viví así por todo lo que pasé en mi infancia. Muchas veces salir era una vía de escape para olvidarme de todo y vivir. Dese cuenta que desde adolescente ya estaba metido en la rueda del fútbol de élite.

-¿Qué le tocó vivir?

-Fue muy duro, la verdad. Viví una infancia complicada y eso siempre será parte de mí. Tuve que criarme solo con mi padre, que tuvo problemas con las drogas. Yo viví la cultura de las pandillas, pero siempre tuve clara mi prioridad. Tuve que madurar rápido, siendo fuerte cuando solo era un crío.

-Tomó el camino correcto.

-Supe no tomar el camino equivocado. Pude haberme unido a una banda, haber estado involucrado en la cultura del crimen y haber acabado así mi vida. Pero no lo hice, siempre quise ser futbolista y ese era mi sueño. Crecí en un entorno difícil, pero jamás me aparté de lo que era mi objetivo.

-El fútbol lo fue todo para usted.

-El fútbol salvó mi vida. Nunca sabré qué me hubiera pasado sin el fútbol. Quizás estaría en la cárcel o muerto. Jamás fumé, jamás me drogué. Por eso valoro tanto lo que es este deporte, por lo que tanto lo amo.

-Tras todo lo que ha pasado, ¿si volviera a empezar cambiaría algo de su carrera?

-Si volviera atrás cambiaría muchas cosas. Regresaría a Zaragoza y me comería el mundo para darle a su afición todo lo que merecían de mí. Pero lo que más cambiaría fue mi etapa en el Arsenal, creo que pude haber hecho mucho más. Me enfadaba demasiado por no jugar y en el primer equipo había jugadores como Bergkamp o Viera. Si hubiera tenido más calma y no hubiera hecho cosas estúpidas quién sabe dónde hubiera llegado.

-Una década después, ¿qué mensaje le manda al aficionado del Real Zaragoza?

-Gracias a todos. Sé de las bromas que se hicieron de mí, sobre todo en la prensa. Pero quiero que sepan que me acuerdo de ustedes. Deseo todo lo mejor para el Real Zaragoza, ojalá podamos celebrar el ascenso y ojalá pueda acudir algún día al campo.