Es tiempo de dudas en el Real Zaragoza. Lo que hasta hace poco era plena convicción y seguridad ha dejado paso a la intranquilidad, la preocupación y las dudas. La derrota del pasado domingo ante el Mirandés ha hecho daño. Mucho daño. En el vestuario, en los despachos y también a Víctor, al que el baño del cuadro burgalés a su equipo ha dejado tocado de ánimo. El equipo se ha caído y la crisis ha irrumpido con fuerza en el Zaragoza.

Por eso, el técnico aragonés trasladó al vestuario -ya con Pombo- la charla habitual del primer entrenamiento de la semana. Víctor prefirió escapar de los focos y mantener el encuentro con sus pupilos en un escenario más recogido e íntimo. La ocasión lo merecía. Allí, el entrenador aragonés se dirigió a los suyos durante diez minutos para iniciar una conjura que tendrá continuidad a lo largo de la semana. Tras el descanso concedido para la jornada del martes, el equipo volverá el miércoles al trabajo. Será entonces cuando Víctor retomará la tarea de convencer a sus jugadores de que los malos tiempos pasarán y de reclamar unión como el único antídoto para curar la herida.

Pero las dudas se han instalado en el Zaragoza. También en los despachos, donde no se encuentra explicación lógica a la caída en barrena. Y en el vestuario, en el que se cuestionan algunas de las últimas decisiones adoptadas por Víctor aunque se entona el mea culpa. No puede ser de otro modo cuando el nivel de casi todos ellos ha bajado de forma sobresaliente.

Pero también el entrenador duda. El técnico tira de autocrítica para plantearse cambios en la forma de trabajar y en la disposición del equipo a corto plazo. La seguridad quedó atrás. Es tiempo de dudas. Y de que cada uno asuma la responsabilidad que le corresponde.