Las victorias valen todas igual en un torneo regular, pero hay algunas que poseen repercusiones mucho más importantes que los tres puntos. La firmada en Soria por el Zaragoza entra sin duda en esa categoría, porque el equipo, tras cuatro jornadas sin ganar, con tres puntos de 12, tras tres partidos encajando dos goles en cada cita, con la dolorosa derrota con el Cádiz y con la sensación de empezar a ver demasiadas sombras y, sobre todo, con el varapalo de lo sucedido con Dwamena por su afección cardiaca, necesitaba ese balón de oxígeno. Y lo logró en Los Pajaritos después de una primera parte bastante floja y una segunda donde dio el paso adelante justo para superar a un rival que, no se olvide, llevaba ocho partidos sin perder.

Al triunfo hay que darle pues, doble valor, el real de los puntos y el anímico de lo que implica. Llega en el momento justo, porque otro traspié habría aumentado la sensación de que el equipo estaba cayendo en aguas procelosas y llega, además, para mantener al Zaragoza en la zona alta de la tabla, tercero a la espera de jugar con el Fuenlabrada, donde puede obtener la segunda plaza con un empate en el feudo madrileño. Además, recupera la portería a cero, frenando la sangría reciente, aunque en eso tuvo que ver el poco acierto soriano en la primera parte, donde Higinio y sobre todo Marc Mateu tuvieron dos ocasiones espléndidas para anotar, la segunda de ellas frenada por Clemente, que fue, sin duda, uno de los mejores zaragocistas en Soria.

El Zaragoza aún debe resolver dudas. No tiene la frescura en ataque que exhibía hace unas semanas y no tiene a Dwamena, al que, a la espera de que se le encuentre un sustituto, quedó en Soria claro que el equipo en general y Luis Suárez en particular le van a echar mucho de menos. A Pombo, por cierto, el traje de titular y los galones ofensivos le quedan muy grandes con actuaciones como esta, aunque es cierto que ha vivido unos últimos meses convulsos y que todavía tiene que encontrar su sitio. Posee uno fijo de titular Kagawa, pero su rendimiento va cuesta abajo, como tampoco termina de levantarse James, lejos del que fue el curso pasado y en Los Pajaritos con varias pérdidas de balón importantes.

El Zaragoza fue un dolor con el balón en la primera parte y mejoró en la segunda en esa faceta, porque juntó más las líneas, porque el cambio del rombo a un 4-4-1-1 en fase defensiva y un 4-2-3-1 en la fase atacante generó demasiada distancia en la primera mitad con Kagawa y Luis Suárez y el Zaragoza se sintió más cómodo tras el descanso con el balón. No para tirar cohetes, pero sí algo mejor, lo suficiente para que el Numancia, que había vivido en ataque de los fallos zaragocistas, llegara con mucho menos peligro.

Con el peor partido de Luis Suárez, fallo del penalti incluido, con Pombo y Kagawa lejos de una aportación potable, con James todavía al ralentí, sin Dwamena y sin su sustituto, con el comienzo de las dudas en torno al rendimiento, que se mantuvieron en la primera parte... Con ese panorama ganó el Zaragoza en Soria ante un enemigo que venía en un buen momento y en un escenario que históricamente se le ha dado mal al equipo, que puede entrar en ascenso directo si vence o empata con el Fuenlabrada el miércoles en el partido aplazado. La victoria es de oro se mire por donde se mire, un triunfo balsámico y necesario, un golpe de tranquilidad. Lo dicho, mucho más que tres puntos.