Santo Domingo es lo más parecido a una fortaleza inexpugnable. Nadie gana allí. Su terreno de juego es un campo de minas para el enemigo y cada intento de asedio es un fracaso. Solo el Sporting fue capaz de marcar y de sumar. Y fue allá por agosto. Desde entonces, el Alcorcón lo ha ganado todo sin que nadie haya sido capaz de celebrar nada en esa tierra hostil. Demasiada solidez para un Zaragoza tan inestable como el de esta temporada y que también acabó sucumbiendo tanto a la solvencia de su rival como a su propia insolvencia. La conclusión que arroja el duelo de ayer es clara: mucho tendrán que cambiar las cosas para que Alcorcón y Zaragoza, que vuelve a asomarse al abismo, acaben luchando por otras cosas y ocupen otras posiciones que las actuales.

Sorprendió Alcaraz con la puesta en escena de Álex Muñoz acompañando a Perone y Delmás en el centro de la defensa. También con Nieto en el carril izquierdo, lo que dejaba a Lasure, hasta ahora fijo para el técnico granadino, en el banquillo. Y el Zaragoza salió bien, con ímpetu, orden y concierto. Ya a los dos minutos, Pombo rozó el tanto con un disparo lejano que salió rozando el poste de Lizoain. El partido prometía. Pero nada más lejos de la realidad. Ahí acabó el caudal ofensivo del equipo aragonés en la primera parte. Las buenas sensaciones duraron justo lo que tardó el Alcorcón en descubrir por dónde debían ir los tiros. La banda derecha del ataque alfarero escondía el filón para los madrileños y el martirio para un Zaragoza que sufría de lo lindo por ese flanco.

Sangalli gobernaba el encuentro ante un Zaragoza al que el balón le duraba tan poco como Nieto al extremo, que acaparaba el peligro de un Alcorcón que reclamó al unísono penalti del zaragozano al propio Sangalli mediada la primera mitad. Lo fue, pero Sagués Oscoz miró hacia otro lado para alivio de los de Alcaraz, que, sin embargo, también reclamaron pena máxima por derribo de Juan Muñoz a Delmás en un saque de esquina. También lo pareció.

El Zaragoza, en todo caso, no sufría en exceso, pero tampoco aparecía por las inmediaciones de Lizoain, que contemplaba desde un lugar privilegiado el partido. El Alcorcón mandaba ante un rival que daba la cara centrado en que no se la partieran. Algo que estuvo a punto de suceder en la última jugada de la primera parte, cuando Juan Muñoz superó con suficiencia a Cristian en el mano a mano, pero la jugada estaba anulada antes por fuera de juego del andaluz. El Zaragoza llegaba vivo al vestuario.

Los primeros compases de la reanudación fueron similares a los del primer periodo. El Zaragoza amenazaba con querer acercarse más al área del Alcorcón. Alcaraz ya había reaccionado dando entrada a Lasure por Nieto en un acertado movimiento destinado a suavizar los daños cometidos por Sangalli, pero, antes de los diez minutos, todo se había ido al garete. Un inocente penalti cometido por Lasure al propio Sangalli era transformado por Burgos y situaba al Zaragoza en el escenario más temido. A remolque en Santo Domingo no hay nada que hacer.

La incesante lluvia que cayó durante todo el partido no calaba tanto como la impotencia de un equipo aragonés que, tras la salida al campo de Gual por Álex Muñoz, recuperaba el rombo para buscar el empate. Pero el catalán, esta vez desordenado y perdido, no ayudó ni mejoró a un Álvaro espeso y desafortunado durante todo el partido.

El Alcorcón tenía el duelo justo donde quería. El reloj ya corría a su favor y todo consistía en buenos repliegues, ayudas, coberturas y solidaridad para inutilizar los intentos de llegada del Zaragoza y buscar rápidas salidas a la contra. Para ello, Cristóbal recurrió a Jonathan Pereira y a Mayoral. Alcaraz gastó su último cartucho dando entrada a Soro por Pombo, el mejor zaragocista sobre el campo en un cambio, al menos, extraño.

La tuvo el Zaragoza en una gran jugada desde su defensa que llevó el balón, previo paso por numerosos jugadores, a la bota derecha de Soro. El canterano, que tenía a Gual solo esperando para marcar, envió mal y ahí se esfumaron las esperanzas de un Zaragoza que poco antes lo había intentado en un saque de esquina que cabeceó Delmás alto.

El Alcorcón cantaba bajo la lluvia. Y el Zaragoza se ahogaba. Todo parecía escrito. Lo estaba. Pereira, a cuatro minutos del final, sentenciaba a los aragoneses al superar a Cristian tras una dejada de Dorca de cabeza. El líder lo había vuelto a hacer. El primero había ejercido como tal y el Zaragoza, que sigue creando más peligro en área propia que en la contraria, también dejó claro que no está para desactivar minas.