Aunque ha entrenado en Tenerife, Vigo, Sevilla, Oporto, Gante y La Coruña, Víctor Fernández Braulio (28 de noviembre de 1960) está indisolublemente unido al Real Zaragoza. En su ciudad se enamoró del fútbol y construyó su idea de juego, en La Romareda tomó la alternativa con 30 años recién cumplidos y con su equipo de toda la vida logró sus triunfos más importantes, la Copa del Rey de 1994 y la Recopa de 1995. Volvió al Zaragoza de Agapito en el 2006, llevando al equipo a la UEFA, y fue destituido en el 2008, la temporada del principio del fin. Su última experiencia profesional fue en la campaña 2014-15 en el Deportivo y del 2015 al 2017 fue director de la cantera del Real Madrid.

Licenciado en Geografía e Historia, el fútbol estuvo presente en su vida desde niño, cautivado por los Zaraguayos. «Yo era abonado infantil. Iba a una esquina del estadio y llegaba temprano los días de partido para ponerme en las primeras filas porque Arrúa se tiraba hacia la gente para que le agarrasen cuando marcaba gol», recordaba en una entrevista en el 2015. Esa fascinación infantil generó en Víctor Fernández una idea muy clara sobre el fútbol como un generador de emociones que ha de hacer levantarse al aficionado de la grada.

Entró en el Real Zaragoza a finales de los ochena, dirigió al Deportivo Aragón y fue ayudante primero de Radomir Antic y luego de Ildo Maneiro. La apuesta por el entrenador uruguayo en la temporada 90-91 no funcionó y el técnico abandonó sobrepasado por las circunstancias. El 4 de marzo de 1991 Víctor Fernández tomó las riendas del Real Zaragoza en una situación tan comprometida que el equipo acabó jugándose la permanencia en Primera en la promoción contra el Murcia. Tras el 0-0 de la Condomina, el Zaragoza certificó su continuidad en la máxima categoría con un 5-2 en la vuelta.

Ese fue el punto de inflexión para que el equipo construyera una etapa de éxitos asociada a un fútbol combinativo, brillante y goleador en muchas ocasiones, del que no solo se recuerdan las tres finales consecutivas que jugó (dos de Copa y la Recopa), algo solo superado por los Magníficos, sino también partidos memorables como el 6-3 al Barcelona, un 4-1 al Madrid o el 4-5 en el Camp Nou en la vuelta de la Supercopa de 1994. Como tantas veces en la historia del Real Zaragoza, eso se tradujo en títulos de Copa, mientras en la Liga no hubo nunca opciones de título con el tercer puesto de la 93-94 como mejor resultado. «El año de la Recopa no fue el mejor, sino el anterior cuando acabamos terceros en la Liga», recordaba él mismo.

París, 10 de mayo de 1995, fue el momento cumbre que consagró a Víctor Fernández como un entrenador de prestigio, el técnico de moda en el fútbol español. Pero aquella generación de magníficos futbolistas se deshizo demasiado pronto y, con un grupo muy joven, el Zaragoza se vio alejado de las altas cotas que había soñado. Alfonso Soláns Serrano tuvo que despedirle en noviembre de 1996, unos días antes de fallecer, debido a los malos resultados. En 11 jornadas el equipo solo ganó un partido y empató cinco.

Seis años después de tomar las riendas del primer equipo, superando ya a Carriega como el técnico que más tiempo seguido había dirigido al Zaragoza, salió al mundo futbolístico buscando extender su filosofía a otros banquillos. La temporada siguiente estuvo 37 partidos en Tenerife, después cuatro temporadas en Vigo dejando un Celta de exquisito trato con la pelota, dos años en el Betis, 19 partidos en el Oporto (donde conquistó los otros dos títulos que posee, la Supercopa portuguesa y la Intercontinental), y otro fugaz paso por el Betis y el Deportivo. En el 2006 regresó a casa para comandar un proyecto ambicioso que, en el segundo año y ya sin él en el banquillo, terminó en Segunda. 27 años después, Víctor Fernández vuelve a casa con el mismo propósito que en marzo de 1991, salvar a su equipo, del que se enamoró cuando abrazaba a Arrúa victorioso después de cada gol.