Era miércoles y Barcelona se movía al mismo ritmo que cualquier otro día. Los cláxones retumbaban, los taxis recogían clientes aquí y allá, la gente caminaba con prisa: el trabajo esperaba. La ciudad todavía era ajena al acontecimiento de la noche. Había, sin embargo, algunos forasteros que ya desde primera hora recorrían sus calles con un espíritu distinto.

«Después de estar por los alrededores de Montjuic, a eso de la una quedaban muchas horas para el partido. Era un día laborable y todo estaba tranquilo, pero nosotros queríamos juerga», admite José Vicente Casanova, hoy presidente de la Federación de Peñas del Zaragoza, en otro tiempo hincha apasionado.

«Atravesamos la puerta de un pub irlandés y nos encontramos el paraíso, un sitio lleno de gente. Resulta que era San Patricio. Estuvimos cuatro o cinco horas allí bailando y a una hora del partido incluso nos planteábamos si merecía la pena ir o nos quedábamos en la fiesta», bromea. También hubo quienes tuvieron un día menos distentido. De hecho, minutos antes del encuentro, varios autobuses recorrían apresurados las calles de Barcelona en busca de Montjuic. «Casi no llegamos. Fui en los autobuses que salieron a las tres y media para la gente que trabajaba. Era hora punta y nos dejó el bus a pie de Montjuic, subimos corriendo, el himno ya estaba cantado, el Rey en su sitio y el árbitro pitaba entonces», relata Paula Chinchetru. «Llegamos súper justos, nos dejaron en la puerta y me acuerdo de que subimos todos cantando: `Real Zaragoza, alé, alé'. Había más gente del Madrid que del Zaragoza, pero nuestros cánticos fueron impresionantes y había mucho más color en nuestra grada», defiende Carlos Anadón. Y eso a pesar de que la victoria parecía una utopía.

Era el Madrid de los galácticos y, además, el Zaragoza iba dando tumbos en la Liga. «Teníamos la ilusión de ir a una final con nuestro Zaragoza, pero sabíamos que el Madrid era claro favorito. Por eso, nuestra afición animaba más, empujaba más, era impresionante, se nos oía mucho más. Era lo único que quedaba», explica Alicia Tejedor. Julián Villavieja lo confirma: «A priori era una misión casi imposible, eran lo mejor de sus países y nosotros estábamos recién ascendidos, pero recuerdo cómo la afición empujó al equipo, sobre todo en la prórroga. Empezábamos a creer que podíamos ganar».

«Siempre recordaré un coche lleno de aficionados del Madrid que paró a nuestro lado y nos dijo: `Habéis venido hasta aquí para ver ganar al Madrid'. Pues mira... », recuerda José Manuel Fábregas, cuya peña, David Generelo, fue fundada tres días antes del duelo. «¡No oíamos casi a los del Madrid! Es un club mucho más grande, pero su afición no es de estar cantando todo el tiempo», alega Jorge Rosel.

Éxtasis en el minuto 111

Y claro, el gol de Galetti fue la catarsis. «Recordó al de Nayim. Te abrazabas con gente que no conocías de nada, llorabas, reías. La afición del Zaragoza machacó a la del Madrid», dice Julián Villanueva. «Me acuerdo de que en cuanto dispara sabíamos que entraba, ya estábamos abrazándanos. Eso sí, los últimos cinco minutos... unos nervios horrorosos », explica Paula Chinchetru.

«Fue una euforia total. Estabas ganando al Madrid de los galácticos. Y luego toda la grada del Madrid vacía y nosotros seguíamos cantando», afirma Manolo Pérez. «Yo estaba con mi hijo de 8 años. Cuando el Madrid mete el gol que luego anulan, él dijo: `es fuera de juego', antes que nadie. Luego, todos los aficionados lo levantaban», relata con emoción Montse Sierra. Fue un momento feliz, pero la alegría tiene su precio. Óscar Cirugeda lo atestigua: «En junio me llegó una multa por exceso de velocidad. Ponía: 17 marzo, 20.30 horas. Me emocioné, porque sabía que en ese momento estaba en el campo. Pero enviaron foto y era yo. ¡Estaba mal la hora!», zanja.