Las victorias siempre son dulces y la que consiguió ayer el Real Zaragoza contra el Nástic de Tarragona era además extremadamente necesaria por la compleja situación clasificatoria del equipo. Tres puntos indispensables para alejar el peligro del descenso en esta tortuosa recta final de campeonato, pero un triunfo que inevitablemente tiene ese punto de amargor por el desengaño que ha supuesto la temporada. El Zaragoza ventiló la mínima resistencia del Nástic en una primera parte plena de efectividad realizadora. A lo largo del encuentro las muestras de fragilidad defensiva volvieron a ser manifiestas. Cristian Álvarez estuvo nuevamente en su sitio: en la trayectoria justa para detener todos los disparos.

La noche fue tranquila y reivindicativa para tres futbolistas, los tres autores de los goles. Para Verdasca porque la llegada de Dorado lo relegó a la suplencia. El portugués marcó en un balón suelto en el área en un córner. Para Pep Biel porque su presencia en el once siempre deja tras de sí ese rastro de duda. Hizo un gol extraordinario con un zurdazo seco desde fuera del área que puso la nota de distinción. Y para Delmás, que en una preciosa diagonal, remató la goleada. Un 3-0, alegre pero triste por el desarrollo de la Liga. Tres puntos más y un paso importante hacia la salvación. El premio de consolación.