El partido consumía sus últimos segundos ya resuelto para el Alcorcón, 0-2 con dos goles de Muñoz, el único que afinó la puntería anoche, cuando Verdasca mandó un pase a la banda de tribuna de preferencia, a varias hectáreas de distancia de su destinatario real. No fue el primero, ya había habido otros anteriormente. El estadio se lo tomó con esa chanza tan española. Uno ha de hacer lo que sabe hacer y, más importante que eso, saber qué no sabe hacer. El pase en dirección hacia el agujero negro que el ser humano fotografió por primera vez esta pasada semana fue una metáfora de lo que es el Real Zaragoza en estos momentos. O nosso Real Zaragoza.

Un equipo que a días parece serlo pero que, en verdad, no lo es. De apariencias, más que de realidades. Inconsistente. Que a veces seduce con juego, llegadas y electricidad pero que es un drama en defensa, cadena perpetua de esta Liga y más todavía si falta Guitián, y que arriba, donde se deciden los partidos, es capaz de coleccionar errores clamorosos hasta la desesperación. Pombo en dos ocasiones, Soro, Linares… A todo el que le cayó el balón en disposición de hacer gol lo convirtió en un uy o hizo internacional a Dani Jiménez. Y así la condena llega por inevitable: a sufrir.