Un año más se fio a las contrataciones la responsabilidad y el destino de la temporada en el Real Zaragoza. No era para menos, teniendo en cuenta que el club aragonés había decidido hacer una nueva limpieza en la plantilla después de la desastrosa campaña última, que terminó con el equipo en Segunda por los pelos. Su proyecto de ascenso quedó en permanencia y gracias. Bien conocido es el rendimiento de Irureta, Saja, Casado, Fran, Popa, Bagnack, Feltscher, Barrera, Xumetra o Samaras, por citar. Entre estos y otros, el club liquidó a final de temporada dos docenas de futbolistas y entregó la ventura al acierto de la secretaría técnica en los fichajes. Del grupo último permanecieron Zapater, Javi Ros y Valentín, además de aquellos nombres que se habían ganado un espacio durante el curso como Ratón o Pombo. El asunto, de momento, no ha funcionado. Bien al contrario, si destacan algunos nombres a estas alturas son de canteranos como Delmás o Guti.

El rendimiento de los nuevos futbolistas ha supuesto, en términos generales, un desengaño. Solo Borja Iglesias ha respondido a las expectativas que se abrieron por su treintena larga de goles con el Celta B. El gallego se adaptó pronto a la ciudad, encontró cobijo en el equipo y fue sumando goles hasta llegar a la orilla de la primera vuelta con 9 tantos anotados en la Liga. A pesar de haber atravesado un enorme bache, con ocho jornadas seco, su proyección le acerca a las 20 dianas a final de temporada. Son cifras más que aceptables para un debutante en la categoría. Tampoco ha tenido discusión para el entrenador, que ha contado con él en los 20 partidos disputados. Con más de 1.700 minutos jugados, el ariete es el jugador más utilizado de la plantilla, y desde luego el más influyente en las cinco victorias.

Al otro lado, Cristian Álvarez podría incluirse también entre las excepciones. Sobresalió en el triunfo de El Molinón con varias intervenciones de mérito y un penalti detenido en los últimos minutos que dio fulgor a su actuación. Más allá, el guardameta es un contraste para el equipo por su regularidad. Se le puede achacar el primer gol en El Alcoraz, pero aquella noche pintaba negra de cualquier modo.

Un escalón por debajo andaría Aleix Febas, que tuvo un rendimiento notable en los momentos de crecimiento del equipo, pero se apagó desde que el Zaragoza entró en crisis. No fue el mismo desde aquel cambio prematuro en la décima jornada ante el Osasuna, aunque estrenó su cuenta goleadora en la victoria frente al Rayo. Después de Borja y Zapater, el futbolista cedido por el Real Madrid ha sido el más utilizado por Natxo González, aunque su brillo inicial es hoy poco más que una luz tenue. Aparece menos en el fútbol de ataque y tampoco salta líneas al galope como en aquellos primeros días de fascinación.

Por debajo de Febas quedarían Eguaras, Toquero y Papunashvili, si bien es cierto que de los dos primeros se esperaba más. El mediocentro llegado del Mirandés tuvo una adaptación lenta al Zaragoza, que necesita de su clarividencia con el balón. Ha terminado por ser imprescindible en la medular -es el quinto jugador más utilizado-, una vez que el rendimiento de sus compañeros no pasó de ser gris.

A Toquero le ha sucedido algo parecido a Febas. Fue titular indiscutible en las primeras jornadas, cuando aportó los tres goles que ha marcado. Poco después fue apareciendo en diferentes zonas y momentos, pero sin tener verdadera influencia en el juego de ataque. Su sitio se lo quedó en los últimos días Papu, un futbolista al que se le adivina más fútbol del que ha enseñado, pero que estaría dentro del nivel esperado.

A partir de ahí comienzan las decepciones, algunas mayúsculas. Los dos laterales procedentes del Reus, sin ir más lejos, han ofrecido un rendimiento muy bajo. Ángel y Benito ni supieron aprovechar su momento en un primer sistema que daba importancia a los laterales ni han estado a la altura en defensa, donde la compañía tampoco ha sido buena. Se salvaíar alguna tarde de Grippo, alguna otra de Verdasca... Poco más. En realidad, los dos centrales han supuesto una tremenda decepción, al igual que Mikel González, una caricatura en Valladolid.

Faltan tres nombres para acabar. Alain Oyarzun, que por un momento pareció titular hasta que el Huesca se cruzó en su camino; Vinícius, un delantero que aún no ha marcado gol; y Oliver Buff, el hombre sobre el que se quería depositar todo el juego relacionado con la imaginación, pero que ha demostrado que no tiene ritmo ni personalidad para competir en el fútbol español.