No se sentó ni un minuto Ranko Popovic en su estreno. Impecablemente vestido, permaneció con los brazos durante mucho tiempo cruzados, en actitud observadora más que rectificando lo que vio en el campo y con varias interacciones con la grada, a la que solicitó el apoyo para el equipo. Ese es el nuevo estilo que implanta Popovic, que comenzó su nueva andadura, el reto más importante de su carrera en los banquillos, con una goleada.

Como en cualquier estreno que se precie, Popovic buscó la complicidad de la grada y también la de sus jugadores. No solo durante el partido, con esos gestos tratando de aumentar el grado de aplauso de La Romareda, sino también en la rueda de prensa posterior, donde dejó claro que su estilo no pasa por señalar a los jugadores, algo que Víctor hizo en demasiadas ocasiones y que suele pasar factura. Por ejemplo, el serbio lo evitó de pleno cuando se le preguntó por los nervios que había mostrado Whalley, que siguió de titular, aludiendo a que primero quería hablar con el meta zaragozano.

Popovic explicó en sala de prensa sus peticiones de ánimo a la grada, pidió perdón por el cambio de Diego Suárez en el 93, con el tiempo cumplido y el partido sentenciado, una decisión que no debería repetir más veces a otros rivales, y mostró una versión conciliadora y optimista en el mensaje tras la goleada. Está claro que su discurso es el de un técnico más cercano y accesible que el de Víctor Muñoz.

Popovic cumplió el guión anunciado de apostar por el balón, de tratar de mejorar en el juego, algo que se hizo en la primera parte, de buscar llegar sin pelotazos y combinando y el Zaragoza se asoció arriba mejor que en muchos partidos con Víctor Muñoz. Por ahí no falló el nuevo técnico a la grada, si bien cometió algún error de bulto, como el desgobierno que hubo en el partido en la segunda parte. El choque, tras el 4-0, necesitaba control y dormir el juego ante las ganas y la fe de la Ponferradina y optó por Jaime para reemplazar a Javi Álamo en lugar de Tierno, que habría dado más dominio de balón en la medular.

En esa fase de la segunda parte, con un Zaragoza más cansado y superado por la Ponferradina, Popovic apenas varió el gesto, más allá de realizar los cambios --quitó después a Eldin y al final a Pedro--, en lugar de advertir a los suyos de que trataran de no perder la pelota con rapidez, unos gestos de petición de tranquilidad que por ejemplo sí se le vieron a Pedro.