Quien más, quien menos lo llegó a creer a pies juntillas cuando el Real Zaragoza entró en el mes de marzo como un cohete, capaz de ganar cuando lo merecía y de ganar también, o al menos no perder, cuando no lo merecía. Quien más, quien menos intuyó la Primera División a la vuelta de la primavera. Fuera y dentro del Real Zaragoza. La pandemia detuvo el mundo y paró el reloj biológico del equipo, que se desorientó en una pésima recta final de temporada tras el confinamiento, en parte responsabilidad propia, en parte consecuencia de inclasificables acciones ajenas.

El caso de Luis Suárez fue la gota que colmó el vaso de la paciencia y el momento que aprovechó el club para tirarse en barrena al ruedo público con la debida justificación y en una acción completamente medida, coordinada y ejecutada como una unidad común. Fueron unos días en los que el Real Zaragoza dejó de ser solamente el Real Zaragoza, aunque quizá entre el extraordinario barullo la masa ni siquiera lo llegó a percibir. Hasta ese momento, la Sociedad Anónima había aguantado la respiración, inerte, mientras la batalla deportiva se perdía a cada hora, a cada día, a cada jornada. El populismo impregnó la realidad diaria en un desfile mediático abrumador, un show que dejó tantas palabras que será imposible no ser rehén de alguna de ellas. Afortunadamente han pasado dos meses ya de aquello. Qué se dijo, qué se ha hecho. El club ganó por goleada el relato. Y perdió el ascenso.

En medio de los últimos rescoldos del jaleo veraniego, un día apareció Rubén Baraja por la ciudad. Con el porte tranquilo, la mente limpia y ajeno a todo lo que había sucedido. En el momento en el que tomó la palabra por primera vez, el entrenador reintrodujo en el debate vocablos perdidos entre tanto folclore y, sobre todo, serenó al Real Zaragoza. El objetivo se reenfocó, de los platós al césped. Desde su llegada a la entidad, Baraja ha demostrado ser un hombre de fútbol con miles de kilómetros recorridos y conocimiento del negocio. En un primer instante supo pausar la sobreexcitación y, luego, siempre tuvo claro qué quería y cómo lo quería para el equipo. Gustará o no gustará, funcionará o no funcionará, que ni el atrevimiento conduce al fracaso ni el aburrimiento al éxito, pero el fondo y la forma de su proyecto están definidos. Los primeros pasos han generado magníficos resultados, han mostrado algunos cimientos sólidos y dejado dudas en diferentes facetas. Esto está todavía empezando. El Málaga es el siguiente desafío. Pero Baraja ha metido ya al Real Zaragoza en su mundo.