Vino para evitar una catástrofe, el descenso, y de su mano el Real Zaragoza ha conquistado dos títulos en un tiempo récord: la Copa el 17 de marzo y la Supercopa el 24 de agosto --"la parejita", como la bautizó el presidente, Alfonso Soláns--. Hace poco más de una semana que el equipo elevó su primera Supercopa de España en Mestalla y el nombre de Víctor Muñoz, respetado y reconocido, no ha ocupado privilegio mediático en esta ocasión. Quizás, como dice el propio entrenador, porque este trofeo "es un premio", lo que suena a regalo en la honesta intención del aragonés de no elevar el logro ni la trascendencia de su figura más allá de donde le corresponde. En cualquier caso, ese premio se ganó ante el Valencia, campeón de Liga y de la UEFA, y él tuvo mucho que ver en una magnífica interpretación en el el partido de vuelta frente a la escuadra de Claudio Ranieri.

Antes de Víctor, sólo tres entrenadores habían logrado un par de trofeos oficiales en la historia del club aragonés: Luis Belló la Copa y la Copa de Ferias de 1964; Luis Costa las Copas de 1986 y 2001, y Víctor Fernández la Copa del 94 y la Recopa del 95. La vitrina de éxitos materiales en el museo zaragocista la completa Fernando Daucik con otra Copa, la de 1966.

MEDIDA JUSTA Sus antecesores en la gloria a pares pueden presumir, es cierto, que, cualitativamente, el brillo de sus adquisiciones es mayor. También habría que establecer una medida justa con las plantillas de las que dispusieron Belló, Costa y Fernández y la que conduce Víctor. Con toda probabilidad se produciría un equilibrio. Los Magníficos , el grupo liderado por Juan Señor y Rubén Sosa y los Príncipes de París . Nada que ver con este equipo tierno y desigual que luchando contra una amenaza de descenso y una posterior guerra veraniega para configurar un bloque competitivo tumbó al Bar§a y al Madrid de los Galácticos en una final memorable, y después, ya esta temporada, al campeón de Liga.

¿Un entrenador milagro? No. Víctor Muñoz y su equipo de trabajo esquivan en la medida de lo posible los caprichos de la fortuna manejando el destino con las riendas de un concepto altísimo de la profesionalidad. Nada se deja a la improvisación durante la semana con un metódico plan físico y táctico. Sólo en el campo los futbolistas son libres para expresarse. Jugadores como Luis Carlos Cuartero, eterna promesa que ha encontrado en el técnico una fe ciega para resucitar las mejores prestaciones del ahora lateral. O un chaval de 19 años, Alberto Zapater, un mediocentro de similar perfil al del joven Víctor Muñoz a quien ha entregado galones junto a Movilla, su gran apuesta personal.

Víctor tiene en su haber otros grandes méritos: su perfecta integración en el club donde se formó y el consenso de la afición, furiosa contra los anteriores propietarios del banquillo, hacia un entrenador a quien respeta tanto por su excelso pasado como futbolista como por su sobresaliente cualificación actual desde la dirección técnica.