Imanol Idiakez es el guía de este Real Zaragoza que, a la sexta temporada seguida en Segunda, necesita atrapar el retorno a la élite. Lalo Arantegui tenía muy clara su apuesta en él desde hace tiempo, solo por detrás de la opción de Natxo González, que se marchó al Deportivo tras solo un año en La Romareda y propició la llegada de Imanol. El director deportivo conocía bien su trabajo, tenía subrayado su aval en la Segunda B (Poli Ejido, Guijuelo, Real Unión, Toledo o Lleida) o en el AEK Larnaca de Chipre. Ahí, Lalo contaba con esa base. Pero es mucho más difícil la primera apuesta, la alternativa en un banquillo cuando la experiencia es cero, nula. Esa oportunidad a Idiakez se la dio Juanma Lillo, que dio su nombre para dirigir al Sanse, al filial de la Real Sociedad, en el 2008, cuando el extécnico zaragocista (00-01) era el entrenador del conjunto donostiarra. Ahí empezó todo.

No es de extrañar que Idiakez vea a Lillo como el técnico más importante de su carrera, «la persona más influyente» en su etapa en los banquillos. «A Ima lo tuve de jugador, mi primer contacto físico con él es en Murcia, aunque ya sabía de él y ya conocía a su hermano Íñigo. Esa etapa allí le pilla en su última fase de jugador y, desde el principio, mantenemos un flujo de conversación constante y ya se le adivinan condiciones de entrenador», relata el entrenador tolosarra. Esa etapa a sus órdenes no fue larga, porque en la 03-04 Lillo solo estuvo 21 jornadas en el Ciudad de Murcia en Segunda antes de hacer las maletas. Pero marcó decisivamente a Idiakez.

«Imanol tenía todo de fábrica para ser un gran entrenador, le gustaba el fútbol y le ha acabado por gustar el entrenamiento, así que terminó orientando todo de su época de jugador y el toque que le dimos en Murcia para agarrarse a esa opción», asevera Lillo, que considera clave la demarcación en la medular del ahora entrenador del Zaragoza para encontrar su sitio en el banquillo. «Casi todos los mediocentros suelen tener las condiciones para ser buenos técnicos y juegan en los espacios tácticos ideales para serlo. Se mueven donde confluyen todas las direcciones del juego y, además, para ser un gran mediocentro en el último que hay que pensar es en uno mismo. Y eso también es básico como entrenador. Pep Guardiola, Jokanovic, Del Solar… todos mediocentros y todos grandes entrenadores. Y podía nombrar muchos más».

Así que Idiakez colgó las botas en el 2007 tras un dilatado historial con las lesiones y sin poder debutar en la élite ni en el primer equipo de la Real Sociedad y un año después Lillo le llamó a filas. «No tuve dudas para proponerle que cogiera el que considero el eslabón más importante en un club profesional, que es el filial. Para mí, el mejor entrenador tiene que estar ahí. Mucho más en un club canterista como la Real. Ese puesto debe aunar las capacidades pedagógicas y formativas con las de la competición. Ima era el idóneo».

Sello de autor

Aquella temporada en el Sanse acabó en descenso a Tercera, pero los lazos, ya fuertes, entre Imanol y Juanma siguieron aumentando. «Ima es como un hijo para mí, al igual que lo es Pep, que lo ha ganado todo después, pero que yo considero que su mejor momento es el del filial del Barcelona. Viendo esa etapa de Guardiola ya no te hace falta saber más de él. Viendo el desempeño de Ima en el Sanse ya no necesitas nada más», explica el exentrenador del Zaragoza.

«En Segunda B sus equipos han sido reconocibles. Me da igual el Guijuelo, el Toledo, el Lleida... Viéndolos jugar ya no hacía falta que preguntaras quién estaba en el banquillo», asegura Lillo, cuya filosofía futbolística ha impregnado de lleno en el estilo de Idiakez: «Sus equipos juegan bien, contando siempre con la base del balón, porque no hay otra manera en este negocio. Él acerca a sus equipos para que tengan más posibilidades de victoria, pero esa capacidad pedagógica que tiene hace que además de enseñar a competir también deje un poso en sus futbolistas para interpretar el juego y para que el jugador tome conciencia de que puede mejorar sus capacidades. Eso es su diferencial».

El historial de Idiakez en los banquillos circula hasta ahora por la Segunda B y por Chipre. Hoy debuta en el fútbol profesional español y lo hace en «un buen torito», como Lillo define al Zaragoza. Y él habla desde la experiencia de lo que vivió en la 00-01, donde solo estuvo cuatro jornadas de Liga y una eliminación en UEFA ante el Wisla antes de recoger el despido. Era un Zaragoza de Primera y este es de Segunda, con la exigencia por subir, aunque el paso por la categoría de plata también ha variado la exigencia de la afición, más fiel ahora que nunca. «¿Que si lo veo preparado? Como lo vería para dirigir al infantil del Bollullos del Condado. Tiene todas las condiciones para hacerlo y además en el Zaragoza cuenta con más y mejores medios, así que…»

«Hablar del Zaragoza es hablar de uno de los seis o siete grandes de España por títulos y por representación social. Lo que no sé es cómo saldrá esta apuesta, porque eso ya es cosa de preguntar a un mago, a Merlín por ejemplo. Condiciones y capacidades le sobran, eso desde luego, pero el fútbol siempre tiene ese componente impredecible… Ojalá logre el ascenso, joder. Se lo merecen él, el club y la ciudad», concluye Lillo.