Mejoró algo el Zaragoza, sí, pero no lo fue suficiente como para sostenerle el pulso al Huesca por el ascenso directo. El empate cosechado por el equipo aragonés en Heliodoro supone un punto y aparte que acaba con una nefasta racha de tres derrotas consecutivas pero que aleja a los de Víctor del camino más corto hacia el gran sueño. Hay otras sendas, sí, pero mucho más sinuosas y traicioneras. Al menos se ve algo de luz al final del túnel en el que había quedado atrapado un Zaragoza al que le falta aire, con numerosos jugadores con la bombona de oxígeno a cuestas.

Pero, más allá de los problemas, el conjunto aragonés también comienza a recuperar ciertos aspectos que permiten albergar algo de optimismo en un futuro mejor. La primera parte fue, sin duda, la mejor del Zaragoza posterior al parón. Con la gran novedad de Zapater, el mejor del partido, en el 4-1-4-1 dispuesto por Víctor, el equipo aragonés tomó el mando del partido desde el principio ante un Tenerife sorprendido por el ímpetu de un rival que llegaba a las islas muy tocado.

La primera llegada llegaría pronto. Ni siquiera se habían cumplido los tres primeros minutos cuando Puado y Soro conectaron por primera vez y buscar un centro al que no llegó Suárez por poco. La diáfana declaración de intenciones amedrentó a un Tenerife zarandeado al que poco después mandó a la lona Luis Suárez con un zurdazo que engañó a Ortolá cuando el meta se disponía a tapar lo que parecía un centro. El tanto serenaba a un Zaragoza ávido de buenas noticias y que obtenía el justo premio a su mayor intensidad y ambición.

El Tenerife, con Milla anulado por Guti, no entendía nada. Apenas había mantenido contacto con el balón y estaba sometido a un Zaragoza que pudo ampliar la renta apenas un par de minutos más tarde, pero el disparo seco de Puado tras recibir un saque de banda y darse de vuelta lamió el poste izquierdo del marco canario. Un centro con veneno de Nieto incrementaba el caudal ofensivo de los aragoneses, que jugaban en batín y zapatillas.

Nada parecía presagiar lo que pasaría justo después. El exzaragocista Álex Muñoz decidió acercarse por el área rival perfilado a su pierna mala, la derecha. La jugada no aparentaba peligro pero Atienza, otra vez, decidió poner el pie en la enésima elección equivocada del defensa desde que volvió el fútbol. Figueroa no lo dudó y señaló el punto de penalti y el VAR no lo desmintió. Milla transformaba la pena máxima y devolvía una injusta igualada al luminoso.

El tanto menguó la autoestima de un Zaragoza que volvía a dudar. Puado, siempre activo, no acertó de cabeza antes de que Joselu se topara con Cristian al rematar un centro de Moore, pero, a esas alturas, el Tenerife ya se había quitado el sofocón de encima y caminaba con paso más firme. El Zaragoza, mientras, luchaba contra sus propios fantasmas. Álex Muñoz y Dani Gómez gozaron de sendas ocasiones para desnivelar la balanza pero su falta de puntería permitió al Zaragoza mantenerse vivo.

Obsesionada por no volver a cometer otro error infantil antes del descanso, la escuadra de Víctor afrontó el último tramo del primer periodo con el mismo miedo con el que encaró la reanudación. El Tenerife, que percibió la inseguridad del oponente, estiró líneas y se apoderó del balón. El Zaragoza, al que hacía tiempo que comenzaba a faltarle el aire, dudaba entre ir o venir.

Eguaras y Zapater, con sendos lanzamientos lejanos desprovistos de fe, probaron fortuna después de que Puado volviera a cabecear mal un servicio desde la derecha de Guti. El partido se ponía de cara para los aragoneses, pero las fuerzas flaqueaban sin que Víctor moviera pieza desde el banquillo. De nuevo, el primer cambio no fue hasta que el reloj alcanzó el último cuarto de hora. Tarde.

Sobre todo, porque el Tenerife emitía señales de estar dispuesto a firmar un pacto de no agresión. Más que por el dudoso valor del punto por la incapacidad para dar más. El partido se iba a decidir, si acaso, por un detalle. Una jugada puntual. Un rechace. Un error. Joselu puso el miedo en el cuerpo con un remate a bocajarro que se topó con la buena colocación de un afortunado Cristian. Sipcic fue expulsado al final, pero el Zaragoza ya no daba para más. El aire se llevó dos puntos. O la falta de él.