Hay barreras que no se ven pero marcan el desarrollo de las personas en su entorno laboral. En el fútbol se piensa que haría falta poco más que un balón y unos compañeros de similar talento para que el entendimiento llegue con un simple arqueo de cejas. Se ven con cierta frecuencia, sin embargo, futbolistas chocando contra un muro de realidad cuando tratan de escalar en el extranjero. Pueden topar con las costumbres, el frío o rechazar la idiosincrasia de un pueblo, aunque lo más común es que sea el idioma lo que les separe de la fecilidad, al cabo de su rendimiento natural en el campo. El desconocimiento de la lengua genera incomprensión, acerca la soledad.

A Papu no se le vio nunca triste, sea dicho, pese a que pasó meses sin hablar ni papa de español. Sí tuvo problemas de comunicación para entender los partidos, sobre todo las instrucciones de su entrenador, que se hartó entrado el 2018 al cerciorarse de que la adaptación del georgiano iba mucho más lenta de lo esperado, sobre todo de lo que el jugador había prometido. En su presentación, aquella a orillas del Ebro, se describió como un futbolista ambicioso y se le vio como una persona con desparpajo en su comportamiento. Dijo entonces que la siguiente rueda de prensa la daría en español.

Seis meses más tarde, y después de algunas extravagancias como solicitar un profesor de castellano por Twitter, Natxo González se plantó. «Su adaptación irá en función de su exigencia a la hora de entender el idioma. Está siendo más larga de la que debería ser. Se le está apretando mucho en este sentido para que se ponga las pilas con el español y pueda avanzar», advirtió en público el entrenador, que llevaba semanas sentado al otro lado del muro esperando que el georgiano saltara. Solo lo veía por las redes sociales, donde se comunica mucho mejor como camarógrafo. Poco después, Papu reconocería que no esperaba que le fuera a costar tanto aprender el idioma, mientras en el club le aceleraban las obligaciones con el estudio a varias lecciones por semana.

Papu había hecho un gol en Copa y otro en Lorca, trufados en partidos sueltos con participación comúnmente escasa y algunos errores por egoísmo como aquella última contra en Sevilla que debió ser el triunfo. Con el nuevo año llegaba el comienzo del entendimiento, aunque no fue hasta la tarde del Lorca en casa cuando el georgiano empezó a chapurrear su nuevo fútbol. Fue titular, hizo el 1-0 después de regatear al portero y se marchó con su selección unos días para tomar aire propio. A la vuelta esperó, repitió banquillo con participación secundaria ante Cultural, Huesca y Rayo. En esos minutos encontró otro gol, quizá el trampolín que le impulsaba al otro lado de la barrera. Cayó al lado de Natxo, que no dudo: «Es el momento de Papu».

Giorgi Papunashvili marcó ayer su tercer gol en los últimos cinco partidos en un perfecto castellano, definiendo en el área un centro de Benito. Le pusieron a todo volumen el Papu dance (del argentino Papu Gómez) y se marchó ovacionado. Natxo tiene otra vía que explotar, en el rombo alto y en la delantera. «De sus cualidades nadie dudaba», dijo el técnico, que solo esperaba poder hablar con el jugador a este lado de la barrera.