Menos mal que al Real Zaragoza le pusieron enfrente un esparring sin guantes ni protección bucal: le fue suficiente un par de cachetes en la primera parte para distanciarse lo suficiente en el marcador y llevarse la victoria. Aun así, el Rayo Majadonda le alcanzó casi perdiendo perdón en la mandíbula muy al final con un tanto que encendió tímidamente las alarmas. Tampoco hay que exagerar. Los tres puntos dejaron satisfechos al personal, que no cejó en su empeño de animar y aplaudir a todo el que vistiera la camiseta blanquilla diera un centro mal u otro peor. Fuera delantero o recogepelotas. Porque el encuentro no tuvo un pase, tan solo en la grada, donde se ha instalado la fiesta suceda lo que suceda en el campo.

Es una excelente noticia que la hinchada se haya entregado a la causa sin condiciones, pero bajo las palmas y los cánticos ocurrió que no ocurrió casi nada. Pombo dejó detalles de los suyos, James aportó cierto dinamismo y una gran acción personal a un centro del campo sin materia gris, Ros imprimió esa entrega suya tan guadianesca en la precisión y... El resto no supo muy bien a qué jugar, porque el fútbol no lo hicieron. Nadie, tampoco el Rayo Majadahonda, que todavía no ha aterrizado en la categoría. ¿Puede ser que a estas alturas al equipo no esté sobrado de rodaje? ¿Que los nuevos necesiten tiempo para conjuntarse? ¿Que falten ciertos futbolistas importantes incluido ese delantero medio top que llegará en el mercado de verano? Puede. O no. Con lo que hay, el Real Zaragoza derrotó a un contrincante desnutrido y por el camino desnudó muchas flaquezas, la mayoría visibles en la pretemporada. Le van a exigir mucho más y debe de estar preparado.

Verdasca ofreció una asistencia a Pombo y prácticamente salió a hombros del estadio cuando Idiakez le sustituyó. El portugués cumple con su cometido como sabe, si bien la mayor de las certezas la tiene él mismo: es central y pare usted de contar. Fuera de esa parcela, pierde pujanza, la pelota le molesta y corta fluidez a la salida. Se desenvuelve con botas de cemento y queda expuesto a cualquiera que le presione un poco encima porque sus movimientos carecen de naturalidad, de controles y giros que favorezcan la velocidad en las transiciones. Pese a todo el entrenador insiste en ese recurso que favorece en poco al equipo y al protagonista. En esa territorio donde se gesta este deporte, solo James se manifestó para construir e incluso desbordar. No le duró mucho la inspiración, menos que su incombustible ímpetu por participar. Sin luces en la pista de aterrizaje, lo interesante se redujo a los chizpazos de Pombo, a una internada elegante de Benito y a Cristian, el señor Lobo, que siempre aparece en el lugar para resolver problemas. La pelota viajó sin gobierno alguno hasta convertirse en una herramienta pesada e incómoda para ambos equipos.

La primera parte tuvo al menos los goles locales. En la segunda no creció la hierba. Buff anduvo por la feria y Mar Gual apenas suspiró a la defensa del Rayo Majadahonda. El Real Zaragoza se desordenó por completo, Idiakez hizo los cambios algo tarde y no salió Soro para referescar la sequedad. El entrenador prefirió a un Papunashvili al que aún le faltan muchos kilómetros y dejó al chico inédito en un encuentro en el que podía haberse divertido. Y hasta poner alguna nota futbolística a una partitura con tan poca música.