90 minutos entre el Extremadura y el Real Zaragoza son muy largos, demasiado aunque en juego hubiera cosas importantes para ambos. Poner rumbo a la salvación ni más ni menos, objetivo que el conjunto de Víctor Fernández casi ha cerrado con este triunfo a la espera de, quizás, algún puntito más. No hubo ni color en la visita a Almendralejo por la superioridad sin esfuerzos del conjunto aragonés contra el equipo de moda. La escuadra de Víctor Fernández sigue espesa, pero en esta ocasión su rival exhibió una densidad plomiza pese a su excelente racha de resultados. Hizo su trabajo el Real Zaragoza en media hora con un Igbekeme correoso y Álvaro y Gual enchufados hasta que los delanteros emigraron a las sombras habituales. Luego apareció Pep Biel y su cañon zurdo y fabricó la diana en la tranqulidad con el 0-2. Pombo, por fin, hizo su jugadita personal con todo a favor para establecer el 0-3 definitivo, un gol con todos los ingredientes del talento que tan poco muestra en los últimos tiempos por falta de minutos y de ganas. Excelente marcador. Fútbol de Segunda en su versión a lo pobre.

El Real Zaragoza tiró a la basura varias ocasiones claras, muchas de ellas gestadas mientras Álvaro barrió la banda izquierda. Es lo mismo. Un centro de Gual se convirtió en el 0-1 después de que la pelota diera en dos jugadores del Extremadura y Casto se la introdujera tras repeler la esfera el palo. El golpe de billar a tres bandas fue acogido con algarabía: a caballo regalado no le mires el dentado. Los locales, con Ortuño como única referencia, emprendieron un camino sin retorno hacia lo vacuo, en parte por la buena disposición táctica del Zaragoza pero sobre todo porque entraron en estado catatónico, sin precisión en el pase ni alcurnia suficiente en el rango de las individualidades. Eso sí, Cristian tuvo que emplearse de ángel salvador en un par de ocasiones, siempre con Ortuño de duelista. Por muy sencillo que parezca todo, no hay partido que el argentino no intervenga en el destino para alejar el peligro.

De una victoria tan importante en su contenido como sosa en su continente, hay que rescatar a Guti y Pep Biel, quienes imprimen una regularidad y una constancia imposibles para el resto de sus compañeros. De la suma de una anticipación del primero y de la magia del segundo, el Real Zaragoza halló la paz. Son jugadores de equipo, con pocas intermitencias, siempre dispuestos y vivos. Álvaro se difuminó, Gual, con diadema incluida, se perdió en la niebla... Verdasca solo hizo faltas y Ros perdió al menos tres balones de los que cortocircuitan la paciencia de cualquier entrenador. Por allí y por aquí corrió un Igbekeme aún bajo de forma que dispara a puerta como si calzara babuchas.

Los tres puntos suponen sin duda un paso de gigante y un alivio considerable. Pero no dejan de ser la huella saltarina de un gnomo, de un Real Zaragoza que aunque golee y luche por su vida con agonía aburre a las ovejas.