El Real Zaragoza, como cualquier empresa seria en una situación de estas características, no podía mirar para otro lado, generar un precedente peligroso y lanzar el mensaje de que todo el monte es orégano. La SAD resolvió ayer el expediente a Movilla y le impuso una sanción de 30 días sin empleo y sueldo por sus reproches y calificativos en Twitter supuestamente dirigidos a Jesús García Pitarch. En su día, el director general afeó en unas declaraciones públicas la conducta de los tres denunciantes, palabras seguramente innecesarias en aquel momento, y que encendieron la ira tuitera del Pelado, que respondió como respondió y por lo que respondió. De aquellos barros vienen estos lodos.

Ahora sobre la cabeza de Movilla ha caído el peso del régimen interno de la SAD. Uno puede haber venerado al jugador, o haberlo tenido en un púlpito personal por su trayectoria deportiva, o simplemente mirar su carrera como una de tantas. Uno puede tener la consideración que sea sobre Movilla como futbolista, pero una conducta así requería una respuesta contundente, firme y acorde a la disciplina y el respeto exigibles a cualquier trabajador, sea de orden superior o inferior, incluso con el riesgo de convertir al protagonista en un mártir eterno de las injusticias. Puede gustar más o puede gustar menos, pero que Movilla vuelva a entrar en el vestuario es un completo sinsentido.