Por delante quedaban casi tres horas de coche hacia la Ciudad Condal. Se trataba de un viaje marcado en rojo por la directiva zaragocista, ya que todo hacía presagiar que la venta de Pichi Alonso iba a ser una realidad. El vicepresidente culé, Joan Gaspart, les había citado en un punto privado para celebrar la reunión y esclarecer los detalles del traspaso. Quería máxima discreción, sobre todo que aquello no trascendiera a la prensa catalana.

En el auto iban Avelino Chaves, el gerente Julián Díaz y Pichi Alonso. La radio estaba a un volumen bajo, lo justo para camuflar el silencio. Al mismo tiempo, rememoraban aquellos episodios de fútbol y vida que la pelota les había brindado. No podía faltar. Salió el tema de cómo consiguieron fichar del Castellón a ese chaval delgaducho, de apariencia frágil, pero de seductor instinto goleador. Avelino comienza a narrar. Quería a Pichi, pero sabía por un contacto que el precio que pedían los castellonenses era algo elevado, así que, tras meditar su estrategia, telefoneó al responsable del club de Castalia.

El secretario técnico presentó una oferta, allá por el mes de febrero de 1977, por el ariete deseado y, además, otra por un central llamado Ramón. El objetivo fue incluir al defensa en una estrategia conjunta para, así, rebajar la cotización de Pichi. La operación terminó cerrándose en unos términos satisfactorios para las arcas del club y en la que, tal y como tenían planeado, solo se firmó al atacante. «Tenía entendido que Ramón y yo fichábamos. Pero…», rememora Pichi 39 años después. Se comprometió por un Zaragoza en Primera y lo cogió en Segunda. «Cuando descendió en 1976 me dije ‘¡pero qué mal!’. Aunque a la larga me di cuenta que me vino muy bien aquel año fuera de la élite», confesó Pichi a los directivos. Pasando Lérida surgió el tema Arrúa. Las había tenido tiesas con Jordao en una de esas luchas de ego entre dos titanes. «Llegué asustado pensando que Nino era un egoísta y para nada. En las últimas jornadas me jugaba el pichichi y él, en vez de marcar goles, me buscaba para que anotase».

La gabardina de Gaspart

Llegaron a Barcelona sobre el medio día. Aparcaron el coche en una calle situada en la zona de Les Corts para comer y dirigirse al punto en cuestión. Joan Gaspart les había citado en la suite privada de la planta 17 del Hotel Princesa Sofía. Lugar icónico en las negociaciones culés, ya que pertenecía a la cadena hotelera Husa del vicepresidente. «Estuvimos esperando ahí bastante rato. Nos impacientamos un poco. De pronto entran el responsable de las parcelas deportivas Josep Mussons y Gaspart. Éste llevaba gafas de sol y lucía una de esas largas gabardinas. Totalmente de incógnito», recuerda Pichi.

La oferta satisfacía a Avelino y Díaz. «‘¡Firma, firma!’, me decían». No solo lo deseaban por lo económico, además, en el acuerdo estaba incluido el fichaje del ‘Lobo’ Carrasco por el Zaragoza. Lo piensas ahora y te entra curiosidad por ver cómo hubiera sido el Zaragoza con el ‘Lobo’. Estaba hecho», explica el ilustre ariete zaragocista.

Tras cerrar un acuerdo verbal hicieron el trayecto de vuelta a la capital de Aragón. Solo quedaba que Pichi Alonso pasase el reconocimiento médico con el Barça para que, una vez finalizara la temporada, se incorporase con el equipo azulgrana. Pero una derrota en la Recopa frente al Valencia lo voló todo por los aires. El técnico Joaquim Rifé fue destituido y le sustituyó el insigne Helenio Herrera. El detonador del acuerdo. «Le fue Mussons a Herrera y le dijo ‘Helenio, tenemos fichado Pichi Alonso’, a lo que le contestó: ‘¿Al delantero del Zaragoza? ¡Ese tío no tiene talla para jugar conmigo!’. Así que me quedé en Zaragoza».

Al año siguiente, la misma historia. «Me llamó el presidente Sisqués para decirme que iba a ser traspasado. Era algo rutinario en mis veranos como zaragocista». Cuando todo parecía estar hecho con el Barça se volvió a frenar de golpe. La venta de Víctor Muñoz al equipo catalán hizo reflexionar a la directiva. «‘Si vendemos a Víctor y a ti al Barça de golpe nos montan una manifestación en Zaragoza’, me argumentó el presidente», recuerda Pichi. Tocaba deshacer las maletas de nuevo.

Pichi había dejado 92 goles en cinco años con el Real Zaragoza (1977-1982). La Romareda disfrutó de él durante muchos años gracias a diversas circunstancias extradeportivas aunque, tras dos intentos de los culés, terminó oficializándose la venta. «Sisqués me volvió a llamar. Otra vez lo mismo. ‘Te vas traspasado’». Ya era un cliché. Todo finalizó en una conversación telefónica con el presidente Núñez. Una etapa que se cerró casi en quince minutos. «Salí al pasillo y vino Avelino. Me contó que estaba triste por verme marchar, pero que se sentía tremendamente orgulloso de que diera un salto así».

Al poco de irse al Barcelona, Pichi Alonso se compró una nueva casa en Benicarló, más acorde con las condiciones económicas que le permitía el conjunto azulgrana. Esta adquisición fue objeto de charla entre el delantero y Avelino Chaves. Volvían a reencontrarse unos años después de su marcha. «Vaya casa. Espero que le pongas de nombre ‘San Avelino’, me dijo. Yo le respondí que le debía mucho, por todo lo que él y el Real Zaragoza hicieron por mí», concluye Pichi.