Desde que se rasuró la cabeza que balanceaba demasiado caprichosa sobre sus hombros de futbolista más preocupado por adornar su talento que el trabajo del equipo, el cráneo de Jorge Pombo se ha convertido en la proa del juego ofensivo del Real Zaragoza. El canterano arrancó la temporada comprendiéndose mejor, leyendo casi todas esa páginas que se pasan de largo con soberbia cuando la juventud invita al narcisismo. Aún le faltan un par de capítulos imprescindibles para completarse --seguir restando detalles churriguerescos a alguna de sus intervencones y conducir su carácter al punto exacto de la batalla inteligente-- , pero contra el Las Palmas avanzó con larga zancada hacia el Valhalla personal. Su recital vikingo dio mucho sentido y valor al empate frente al Las Palmas. Formando en el tridente con Álvaro Vázquez y Marc Gual, mostró un amplio catálogo de diamantes, de piedras preciosas que mejoraron a sus compañeros y amargaron la apuesta de tres centrales de Manolo Jiménez.

La igualada contra el Reus no admitía justificación alguna: se dejó escapar la victoria con alevosía y premeditación. El punto sumado ante el potente conjunto canario, sin embargo, dejó entrever no pocos pozos petrolíferos en un equipo todavía en el horno. El Real Zaragoza compitió y desarmó a su rival en la primera parte desde James Igbekeme, quien jugó con silenciador desde todas las azoteas. El migeriano dio sentido a un centro del campo todavía sin faros antiniebla. Recuperó (su especialidad), administró y repartió pases verticales. Hizo de pony express de los tres mosqueteros, entregando sin pausa y puntual correos al prometedor trío atacante que confeccionó Idiakez. En cuanto se la acabó el combustible y apareció Tana, el encuentro viró hacia el horario canario: el Las Palmas llegaba antes a todo y logró su premio en la cabeza de Rafa Mir.

Antes del cortocircuito, el equipo aragonés dejó señales para un futuro en primera línea. Gual se animó más con tanta compañía alrededor; Álvaro confirmó que es el 9, Grippo y Álex Muñoz continuaron ejerciendo de eficaces cerrajeros y Cristian Álvarez podría reclamarle a Maradona los derechos de la mano de Dios. Eso sí, a lo de Verdasca de mediocentro habrá buscarle una solución. El chico las pasa canutas y se apunta a las tarjetas al principio con entradas fuera de control. En esa tarde soleada que luego ocuparon las nubes del desgate físico, brilló la cabeza de Pombo sobre todas las cosas.

El canterano desmontó pieza a pieza el Exin Castillos de Jiménez. Hizo de la banda izquierda un océano que surcar con regates elegantes y entregó en la orilla del área un par de asistencias magníficas. Asaltó con poderío, decisión, conducción redonda de la pelota y disparo letal la fortificación del Las Palmas. Voraz, devastador, sin hacer rehenes por el camino por donde no encontró el gol pero sí su fabricación. Y casi de principio a fin puesto que Idiakez le mantuvo cuando Gual y Vázquez se rindieron ya sin oxígeno. El encuentro tuvo dos mitades bien diferencias, pero por el paso de ese ecuador siempre se distinguió el cráneo vikingo de Jorge Pombo.