—Ha acabado ya la Liga en la India con el Pune, tras caer en los ‘playoffs’ con el Bengaluru en semifinales. ¿Cómo lo valora?

—Hemos hecho una buena temporada, la mejor de la historia del club. Alcanzar los playoffs era un sueño. A mí me contrataron una semana antes de empezar la temporada cuando se fue Antonio López. El sueño del club era estar entre los cuatro mejores y lo hemos hecho con el equipo más modesto que ellos tenían hasta ahora. Teníamos 12 jugadores menores de 21 años. Tiene mérito haber llegado hasta ahí.

—¿Cómo está siendo la experiencia en la India?

—Muy enriquecedora, acumulo ya mucho bagaje en Asia, ya que he estado en Japón, en Tailandia y ahora en la India. Eso me ayuda mucho, porque aprendes otra manera de pensar y la cultura, y puedes aplicar luego algunas cosas que son muy válidas.

—¿Desea volver a entrenar en Europa y en España?

—Claro, sobre todo en España. Esta es mi segunda o ya mi primera casa. Después de casi 25 años fuera de Serbia, esas son mis raíces y mi tierra, pero aquí nos sentimos muy bien. Tanto en Almería como en Zaragoza he encontrado gente maravillosa, amistades para toda la vida. Zaragoza nunca va a salir de mi corazón y ahora están aquí mi mujer y mi hija pequeña. En esta ciudad los símbolos son la Virgen del Pilar y el Real Zaragoza, dos cosas que unen a todos, que te entran al corazón, que te llenan. Este club va a ser siempre una de las cosas más importantes de mi vida.

—Cuando fue cesado en diciembre del 2015 pidió paciencia a la afición del Zaragoza. Este curso sí se tuvo con Natxo González...

—Ya puedo decir que veo las cosas por delante, con casi tres años por delante. No quiero parecer arrogante, pero eso yo lo dije porque lo sentí así. No fue una excusa, pero es que cuando haces un equipo nuevo necesitas un tiempo para que se acople y adapte. El fútbol, como tantas cosas en la vida, como por ejemplo cualquier empresa, necesita de tiempo. En Zaragoza hay un ambiente que en momentos favorables es fantástico, pero que en los malos era muy destructivo. Por tanto amor, por tanta necesidad de subir se crea ese ambiente negativo y esa presión enorme que muchos jugadores que vienen de fuera no pueden soportar.

—¿Esta camiseta en Segunda pesa mucho más que otras?

—Sin duda. No diré el nombre, pero un jugador que vino como refuerzo en mi segunda temporada le saqué en un partido y lo vi asustado, no jugó bien. Al hablar con él al día siguiente me dijo, ‘míster, nunca pensé que esta camiseta pesara tanto’.

—Esa segunda temporada suya, la 15-16, fue la de su despido. ¿Aún le da vueltas?

—En ese segundo año perdimos más de 50 goles al irse Borja Bastón, Willian José, Pedro o Eldin y fichamos solo 9 entre Jorge Díaz, Ortuño y Ángel. Los tres buenos jugadores, pero venían sin ritmo. Yo avisé al club que en los primeros seis meses íbamos a sufrir la hostia para que algunos de los futbolistas cogieran ese tono. Ángel empezó arriba y lo puse en la banda pese a que era un ataque a mí mismo, pero quería que acumulara minutos. Teniéndole en el campo, aunque fuera en la banda, si marcaba era fenomenal para él, para su confianza. Si no lo hacía, las miradas iban hacia mí por ponerle ahí.

—Han pasado más de dos años, ¿le sigue doliendo aquel cese tras caer en Tarragona?

—No es cuestión de que me duela más o menos, pero estábamos ahí, arriba, con opciones a todo... Si hubiéramos ganado al Nástic habríamos acabado segundos esa jornada. Pero el ambiente que se creó, una parte de la afición estaba desesperada, nerviosa...

—¿Cree que la grada no le perdonó su planteamiento en la final del ‘playoff’ en Las Palmas?

—Se puede hablar mucho de eso... Borja se quedó en el banquillo porque no estaba para jugar de inicio, acababa de salir de una lesión y, si dejaba a Jaime de suplente y nos marcaban pronto, me hubieran acusado de cobarde. Volvería a plantear el partido igual y cómo estaba cada jugador solo lo sé yo. Si mete Dorca el gol hubiéramos subido. También en el primer partido, en La Romareda, quité a Cabrera en el minuto 30, en el día de su cumpleaños y con sus padres en la grada para poner a un delantero, evitar que le sacaran la roja y para cambiar del todo el partido. ¿O por qué no se habla del partido en Gerona, el de la remontada? ¿O de Willian José en Valladolid?

—Willian fue uno de sus caballos de batalla ese curso 14-15...

—Cuatro semanas antes de aquel partido en Valladolid ni hablaba con él, casi ni podía dormir por eso. Intenté todo para hacerle espabilar. La última bala fue dejarle de hablar, con lo que a mí me cuesta eso, que me saludo y me abrazo con todos los futbolistas. Le puse en Valladolid como titular y le dije ‘vas a jugar todos los partidos 90 minutos, hazlo como en Brasil tomando una caipirinha en la playa y disfruta’. Y la rompió.

—¿Hubo algún enfrentamiento con él?

—Claro que no. Nunca. A mí no me tiene nada que agradecer de lo que logró después, se lo tiene que agradecer a sí mismo, porque tiene talento y es un tipo magnífico. Pero es tan introvertido y tímido que aquí con la única persona que tenía relación era con el utillero. Y cualquier cosa que le pedías estaba a la defensiva. Sabíamos que era un fenómeno, estaba como el toro Ferdinand de los dibujos animados, necesitaba un estímulo para mostrar lo que llevaba dentro.

—¿Caer en Las Palmas fue lo más doloroso de su carrera?

—Lo fue pero no por lo personal, sino porque pudo cambiar la historia del Zaragoza, por las cosas buenas que pudo traer subir. Sigo teniendo muy buena relación con la gente del club y los tenía más como amigos que como jefes. Por eso me dolió y siento esa responsabilidad de no haberlo conseguido, aunque el llegar hasta ahí fuera un éxito por mucho que algunos lo quisieran poner de fracaso. Con ese equipo, al llegar me dijeron en el club que no había obligación de meterse en playoff. Lo hicimos, pero nos quedamos a un paso de subir. Eso me duele y me dolerá roda la vida.

—Ese sentimiento es recíproco. En el club se le sigue añorando y queriendo mucho.

—Lo sé. Ojalá que vuelva a tener un clima en un club como en el Zaragoza. Fue un privilegio. Funcionaba todo natural, de forma espontánea, pero se creó ese ambiente en el exterior que de alguna manera también provoqué yo y eso causó mi salida posterior.

—¿En qué sentido dice que provocó el ambiente en su contra?

—Yo le dije al club lo que iba a pasar cuando estábamos en Boltaña. Tras llegar Ortuño les comenté que necesitábamos un delantero más, uno al que no tuviéramos que esperar a que cogiera el ritmo. Me dijeron que no había dinero para fichar y me preguntaron si podía aguantar hasta enero. Les dije que yo sí, pero que ellos no me iban a aguantar a mí hasta entonces.

—¿Por qué se generó esa presión exterior para su salida?

—Por la necesidad, por las urgencias y por el deseo de ver al equipo en Primera. Se generan muchos pensamientos negativos y se busca a un culpable. La gente protesta y saca la rabia que tiene dentro, pide cambios. No era una cosa personal, sino por el entrenador de turno. En este caso, yo. También hubo partidos donde se me pitó y el resto del estadio aplaudió. Luego no era algo tan mayoritario. La afición veía el problema desde el corazón y no con la cabeza.

—¿Cree que actúa ahora la grada de forma diferente?

—Sí, claro. Lo mejor que ha pasado este año es que por fin la afición del Zaragoza bajó a Segunda. Por primera vez es una grada conforme a la categoría en la que está el equipo. Se tuvo esa paciencia y, aunque era difícil prever una reacción tan fantástica, hay que darle la enhorabuena al club por aguantar y creer en el proyecto en los momentos malos.

—Ahora son muy buenos, ¿cómo los ve?

—Con realidad, sin hacer cálculos. Si pensamos ya en el playoff, en el ascenso y todo eso, la decepción va a ser igual o peor que la del partido en Las Palmas. Hay que seguir apoyando al equipo, con La Romareda llena, con la energía positiva y todos a empujar. Jugar, disfrutar y apoyar y, si se mete en playoff, créalo, el candidato número uno a subir va a ser el Zaragoza.

—Tras seis victorias seguidas y tras ganar en Pamplona, ¿se puede mirar al ascenso directo?

—Esa victoria ante Osasuna es magnífica, como la racha del equipo, pero mi consejo es dejar de hablar de ascenso directo. ¡Si es que hace un mes estábamos mirando a no bajar! Si creamos otra vez el ambiente de la necesidad eso va a propiciar la presión de perder lo que tienes y ahora mismo el equipo está con confianza. Es mucho más fácil lograr algo que no tienes que después mantenerlo, porque eso te crea ansiedad. Las urgencias son muy negativas.

—Las urgencias las crean 86 años de historia, muchos en Primera, los títulos...

—Ya. ¿Y? El Nottingham Forest tiene tres Copas de Europa y lleva mucho tiempo fuera de la élite... El Zaragoza es el de ahora, no el de la Recopa. Lo único que se mantiene igual estos años es el sentimiento, la pasión de la gente. Eso es lo bonito de verdad.

—¿Cómo valora el trabajo de Natxo González, con un equipo joven y muchos fichajes nuevos?

—Tiene mucho mérito y ha demostrado lo buen entrenador que es y su fortaleza... Sé cómo se sentía él en los momentos difíciles, porque yo los viví. Hay que aguantar, dar la cara delante de los chicos, levantar el ánimo.... Y ves que hay una salida, que trabajas duro para lograrla, pero no sabes si te van a aguantar para alcanzarla. Nadie que no lo haya vivido sabe lo que es realmente ese sufrimiento. La soledad de un entrenador en las derrotas no se puede comparar con nada, es algo que raya la depresión. Tiene que ser un muy buen hijo de puta para sufriendo todo eso pensar que te da igual.

—¿Qué sentirá el día en que el Zaragoza logre el ascenso?

—Lo mismo que cualquiera que ha nacido en Zaragoza y tiene este escudo en el corazón. La felicidad será absoluta, porque he trabajado con esa gente que está ahora en el club, desde los utilleros o los que cortan al césped hasta el presidente y sé qué significa para ellos. Y sobre todo por los patronos, los que salvaron al Zaragoza, que pusieron y ponen su dinero, que arriesgaron su imagen y muchas cosas para llegar a ese momento del ascenso, cuando llegue. ¿Cómo se puede quejar algún zaragocista de lo que han hecho? Cada aficionado paga su entrada o su abono, pero ellos pagaron mucho más para que el Zaragoza siga vivo y continúe de padres a hijos. Se lo deberían pensar un poco más profundo antes de criticar. Si lo piensas y tienes algo de humanidad te mueres de vergüenza porque este grupo de gente ha dado esta posibilidad de que el sentimiento zaragocista siga latente estos años.