La cuenta de la vieja decía que como la plantilla era prácticamente la misma que la temporada pasada, el rendimiento tenía que ser igual. Verdaderamente, nombre por nombre, el Real Zaragoza tiene casi casi los mismos jugadores que en la última campaña, en la que el nivel futbolístico, de energía y mental llegó a ser compatible con la posibilidad de ascender, aunque el sueño se frustrara. La decisión de mantener el bloque gozó de toda la coherencia. Eran casi los mismos menos el entrenador y Borja Iglesias, un delantero de diez millones de euros y, por lo tanto, irremplazable en Segunda. La suma de Álvaro y Marc Gual, de momento, no ha producido aquel resultado ni su gigantesco impacto.

¿Por qué con una plantilla tan similar, y ya presuntamente ensamblada, el rendimiento está siendo tan distante? Hay muchos factores que lo explican. Primero, que en el fútbol uno y uno muchas veces no son dos. Segundo, que la baja de Borja ha tenido una relevancia tremenda. También la del técnico, que llevó a muchos futbolistas hasta el mejor año de sus carreras, matiz decisivo que hoy cobra un inmenso valor. Y, después, las circunstancias han venido torcidas: lesiones en jugadores claves para periodos largos, concentración de problemas físicos de medio plazo en hombres sin recambio y muchas bajas formas. Todo ello ha alterado el ecosistema mental y emocional del grupo, la desconfianza se ha disparado y, hoy, ya nada es como se esperaba sino incluso peor de lo que debería ser.