Hablar de Diego Milito en Zaragoza es hablar de los buenos tiempos, casi de los mejores. El Príncipe fue Rey en La Romareda cuando dibujó la última gran noche de magia, esa en la que le hizo cuatro goles al Real Madrid de los galácticos en una semifinal de Copa del 2006, aquella en la que Ewerthon hizo otros dos (6-1). Fue seguramente la última gran noche, la de la locura, la del frenesí, la del titular aquel de Olé que lo comparaba con Diego Armando Maradona. Bastaron las iniciales: 'D. A. M.'. Las mismas, las de Diego Alberto Milito. Luego llegó la derrota en la final de Copa, y acto seguido Agapito... Pronto mandó al ariete de regreso a Génova, paso previo a tocar el cielo de Europa con el Inter de Mourinho. No solo levantó el trofeo, sino que fue elegido mejor jugador de la Champions. Marcó dos tantos en la final ante el Bayern y se consagró como uno de los mejores delanteros de principios de siglo.

En Zaragoza no pudo cumplir el sueño de ser campeón jugando junto a su hermano Gabi, pero regaló 50 goles a los zaragocistas. Por eso muchos de ellos se alegraron en la madrugada de ayer del triunfo (1-0 a Quilmes) del Racing de Avellaneda, que solo ha sido tres veces campeón en los últimos 50 años, dos de ellas con Diego Milito como referencia del ataque. El exzaragocista había regresado a la Academia con una sola ambición: colaborar para que el equipo de sus amores volviera a ser campeón tras 13 años de espera. Ya no es Príncipe, ni Rey como en Zaragoza. Es un Dios al que le quieren levantar una estatua de bronce.

"Volví para vivir esto, que es un sueño. Estoy muy feliz, no puedo pedir nada más en este deporte", dijo entre lágrimas Diego, mirando cada rincón del estadio de Racing, donde ha sido capitán y líder de una plantilla compuesta por muchos jóvenes. Cuentan que le tentaron de Catar, de China, de Estados Unidos... Pero le dijo a los dirigentes: "Pongan la cifra ustedes", allanando el obstáculo de su contrato. El amor por un club fue otra vez más fuerte que el dólar y seis meses después Milito volvió a proclamarse campeón de Argentina como en el 2001.

Tras sus seis últimas dianas, sus números con la camiseta de la Academia han quedado en 43 goles en 165 partidos, así que esa promesa de una estatua de bronce va camino de la realidad. Sin embargo, en pleno festejo y con la algarabía del sueño cumplido, el capitán puso un nuevo objetivo en el horizonte: la Copa Libertadores de América. "Ahora es tiempo de festejar y descansar. Pero el año que viene volveremos a jugar la Copa Libertadores, que es una motivación para seguir adelante", completó Diego Milito. Así terminó la mágica noche del Príncipe, que fue Rey en Zaragoza y Milán, que ahora es Dios en Avellaneda.