Fue como una película del oeste en la que siempre ganan los buenos. Una de esas en la que los tiros siempre matan a los mismos y de final conocido. El bueno fue el Dépor, aunque tampoco se tuvo que esforzar demasiado porque el malo, el Zaragoza, apenas inquietó. El feo fue el trío arbitral, principalmente, uno de los asistentes, que dio validez a dos goles del Deportivo en fuera de juego. Está claro, a perro flaco todos son pulgas. La ayuda arbitral, en todo caso, jamás debe esconder la incapacidad de un Zaragoza perdido y huérfano que necesita cambios como el comer. Empezando quizá por el banquillo. No puede ser de otro modo cuando se han sumado cinco raquíticos puntos de 24 y el equipo deambula inerte en la antepenúltima posición. Cada vez más hundido. Cada vez peor.

Esta vez fue el arbitraje el que echó por tierra otro prometedor inicio del Zaragoza. De esos que duran apenas diez minutos. Uno después de no conceder un probable penalti a Benito, Pulido Santana, a instancias de su asistente, dio validez al gol de Borja Valle a pesar de que el delantero estaba en un clamoroso fuera de juego. De nada sirvieron las tímidas protestas de un Zaragoza que volvía a encajar demasiado pronto. Otra vez en una jugada de estrategia que cogió al equipo despistado.

Pero reaccionó bien el equipo aragonés, que hasta entonces estaba siendo algo mejor que su oponente. Una claro mano de Vicente a disparo de Pep Biel propició el tanto del empate de Javi Ros, certero en el lanzamiento de la pena máxima. El partido volvía a empezar. El cuadro de Alcaraz, con las líneas muy juntas, incomodaba a un Deportivo al que, como le pasaba al Zaragoza de Natxo, se le atragantaban los tres centrales y los cambios de orientación del rival. Alcaraz había sorprendido rescatando un esquema que no había funcionado y devolviendo la titularidad a Nieto, que completó el centro de la zaga junto al inoperante Verdasca y al debutante Guitián.

El principal problema de los aragoneses volvía a ser uno de los suyos. Verdasca, protagonista negativo en todos los goles, realizaba la enésima falta a destiempo que dio paso al segundo tanto local justo cuando más sosiego necesitaba el equipo tras haber hecho lo más difícil. Desconcentrado, impreciso y siempre superado, el portugués cayó en la trampa. Como el asistente, que tampoco fue capaz de ver el fuera de juego de Duarte ante de rematar el golpe franco botado por Pedro. Otro gol en fuera de juego castigaba en exceso a un Zaragoza voluntarioso y trabajador, pero extremadamente frágil en todos los sentidos.

El Deportivo ya se había adueñado del choque a través de una banda izquierda en la que Verdasca sufría de lo lindo y Benito ayudaba poco. Alcaraz optaba por no tocar nada mientras Natxo parecía consciente de que, tras el mal rato inicial, todo estaba en su sitio. El plan funcionaba.

También desde la izquierda llegaría la puntilla para los aragoneses. Lasure, otra vez fatal, cometía un claro penalti sobre Expósito cuando este se apresuraba a rematar el enésimo centro desde el mismo costado de siempre. Quique transformaba la pena máxima y dejaba el asunto finiquitado.

Alcaraz no movió nada al descanso, salvo el obligado cambio en la portería por la lesión de Cristian. El equipo seguía con tres centrales, el balón continuaba siendo del Deportivo y el rostro de los jugadores zaragocistas transmitía con claridad que todo estaba perdido. Cuestión de carácter. O de juventud. O de las lesiones. O de la corta estatura del equipo. A todo ello se ha referido ya Alcaraz desde su llegada. Ayer, cierto es, todo eso volvió a ser un lastre. Puede que él también.

El granadino, en todo caso, movió el banquillo y al cuarto de la hora de la reanudación ya había realizado todos los cambios. James y Pombo sustituían a Guti y Lasure y el Zaragoza formaba en rombo. Pero nada más cambió. El Dépor, tan cómodo como sobrado, se dedicaba a dejar pasar los minutos ante un rival descorazonador que apenas miraba a Giménez. Un par de disparos lejanos e inofensivos de Gual y James ni siquiera molestaron al meta. Ratón, en cambio, se tuvo que emplear a fondo para evitar el tercero en una llegada de Valle.

El Zaragoza se rendía. Estaba claro. Y el Dépor tampoco estaba especialmente dispuesto a hacer sangre. Se conformaban Natxo y los suyos con no volver a cometer los mismos errores que hace una semana le habían costado dos puntos ante el Numancia. Así que todo estaba escrito, aunque Álvaro tuvo en su bota la oportunidad de recortar distancias casi al final. Otra derrota. El Zaragoza está cada vez más podrido. El hedor es insoportable.