Es bien sabido que la portería del Real Zaragoza es el puesto mejor cubierto desde que Cristian Álvarez decidió poner fin a su retiro eventual y reencontrarse con la pelota en La Romareda. Desde entonces, el argentino se ha ganado a pulso al zaragocismo, que ni siquiera ha tenido que esperar a que comience una nueva temporada para volver a presumir de portero. Otra vez, Cristian sembró sonrisas en el zaragocismo. De nuevo, su actuación fue clave para que su afición se marchara contenta a casa. Sabe que está bien protegida. Adora a su guardián. Ayer, Cristian paró tres de los cinco penaltis que le lanzó el Alavés en la ronda que debía decidir el vencedor del trofeo Ciudad de Zaragoza Memorial Carlos Lapetra. Ganó Cristian.

Hasta el enésimo recital del meta, especialista como pocos en las penas máximas, el partido había sido una interesante prueba veraniega. Poco más entre dos equipos con la mente puesta dentro de diez días y que afrontaban el envite con los bolsillos llenos de tubos de ensayo, especialmente un Alavés que ofreció empaque, seriedad y orden. Lo esperado.

El once elegido por Víctor Fernández bien podía ser el mismo que formará de inicio dentro de nueve días en el debut liguero ante el Tenerife. La formación advierte, por ejemplo, que Ros le puede haber ganado la batalla por la titularidad a Eguaras en el eje del 4-1-4-1 convertido en 4-3-3 en ataque. Una de las pocas dudas alcanza al lateral izquierdo, donde Nieto y Lasure se jugarán el puesto día sí día también, y al centro de la defensa. Ayer jugaron Grippo y Clemente, los únicos centrales del primer equipo disponibles, pero Atienza se recuperará a tiempo para la primera cita oficial en La Romareda, lo que, en principio, le otorgará un sitio fijo atrás.

Verano o invierno, aquí o allá, oficial o amistoso, el Zaragoza posee unas señas de identidad innegociables. La doctrina de Víctor Fernández impone ver el fútbol hacia adelante, poner el balón en el centro de todo y convertir los espacios en objetos de una incesante búsqueda y explotación. Así lució el Zaragoza desde el inicio del choque de anoche en el que la orden primordial era ofrecer una imagen seria, competitiva e ilusionante para el aficionado.

Ros y Soro, nada más empezar, pusieron en práctica la teoría absorbida en la pizarra con una jugada que mereció mejor suerte que la frágil ejecución del canterano, que se lo puso demasiado fácil a Pacheco.

El Zaragoza controlaba a un Alavés descolocado tras la temprana pérdida del aragonés Laguardia, que se retiró a los diez minutos tras recaer en su lesión. Pero el partido transcurría sin sobresaltos ni ocasiones relevantes más allá de un disparo lejano de un activo Luis Suárez que desbarató Pacheco sin excesivos apuros.

El voluntarioso Zaragoza, sin embargo, perdía la visión cuando llegaba a la línea de tres cuartos. Ahí emergía, quizá, el principal problema del equipo ahora que ya no está Pep Biel: la falta de último pase. En esa zona se perdía un equipo que añora imaginación y claridad.

La cosa no dio mucho de sí hasta que, al poco de la reanudación, el VAR se estrenó en La Romareda negando un gol de Guidetti por un fuera de juego milimétrico. La novedad divirtió al personal. Veremos cuando el resultado no sea tan favorable a los intereses del Zaragoza.

Garitano había puesto un equipo nuevo, mientras que Víctor esperó al cuarto de hora para introducir cuatro cambios. Luego vendrían más. Demirovic fallaba solo ante Cristian la ocasión más clara del choque y Guidetti tampoco acertó poco después a acabar con un Zaragoza que seguía sin llegar con peligro. Víctor aprovechó para ensayar con Vigaray y Nieto como centrales y el partido quedó abocado a la lotería. Claro que, cuando un equipo tiene a Cristian, la suerte casi siempre está de su lado.