A menudo, el fútbol genera sensaciones muy cortoplacistas. Es lo natural, estamos ante un deporte que palpita al ritmo de las emociones. El punto obtenido por el Real Zaragoza en Cádiz, líder de Segunda desde tiempos inmemoriales esta temporada, dejó una huella agridulce a bote pronto. Con toda seguridad, y la pausa como argumento, provocará un efecto mucho más dulce al mirarlo con la adecuada perspectiva y en el contexto de lo que es esta Liga, una carrera de fondo en la que cada paso hacia delante es un paso más al frente.

El Real Zaragoza acarició la victoria después de adelantarse con un magnífico gol de Soro, genial en el control y finísimo en la definición tras un maravilloso servicio en largo de El Yamiq, espléndido en su debut, sereno, bien al corte y con la tranquilidad con el balón propia de jugadores de cierta categoría. Erró a la primera y, después, insistió en esa forma de jugar en lugar de quitarse el balón de encima. A la contra, el equipo pudo liquidar a su rival pero en la hora de la verdad pecó de ingenuidad, complacencia y mala baba. Luego, el Cádiz empató de penalti, cometido por Eguaras de manera cándida. Antes, Cristian Álvarez volvió a obrar su milagro semanal.

Diez puntos de doce posibles, y el partido de Miranda todavía pendiente, señalan la excelente trayectoria que está describiendo el Real Zaragoza en este inicio del 2020, emitiendo las señales que emiten los equipos aspirantes al ascenso directo a Primera. Casi siempre sumando de tres en tres o empatando cuando no puede ganar. Cada jornada de una forma. Sobreviviendo, dominando, sometiendo, generando pocas ocasiones, yendo hacia arriba con todo y creando numerosas oportunidades, jugando de manera más conservadora, a pecho descubierto, pero siempre, siempre, con la fiabilidad y competitividad como compañeras de viaje. Haciendo camino por la senda correcta.